A partir del alto el fuego iniciado por ETA el 24 de marzo del 2006, el gobierno español pretendió mantener dos líneas de trabajo mutuamente excluyentes: iniciar un proceso de diálogo, y a la misma vez mantener la hipótesis penal del «entramado ETA-Batasuna» y por tanto la represión sistemática sobre las organizaciones civiles y políticas de la izquierda abertzale. El objetivo, llevar hasta el agotamiento, aniquilar a la base social independentista, y convertir a ETA en el único interlocutor para llegar al modelo de negociación de 1982 con los polimilis: entrega de las armas a cambio de reinserción de presos. (...)

Es evidente que ni es posible ni es necesario borrar del mapa o encarcelar a una opción que, tan solo electoralmente, representa a una medía de 170.000 personas, ni a treinta años de presencia, cultura y organización política, si lo que se pretende alcanzar es un escenario de convivencia.

Tras el atentado del 30 de diciembre en la T-4 del Aeropuerto de Barajas, era lógico y previsible, por parte del gobierno, un cambio estratégico que solo podía traducirse, a grosso modo, en dos caminos: dar por terminada de manera definitiva la negociación o virar de rumbo, permitiendo con claridad la acción política de la izquierda abertzale y avanzar sobre un proceso real y palpable (...).

Al contrario, el ejecutivo se ha mantenido fiel a la misma estrategia anterior al atentado del 30 de diciembre, a pesar de que pasado mas de un año de la declaración de tregua y, sobre todo, pasados cerca de cinco años desde la aprobación de la Ley de Partidos, la presencia y la capacidad de movilización independentista sigue intacta. Esto, aún así, solo es sorprendente en parte, ya que una manera de romper un proceso de diálogo es llevarlo a una situación insoste- nible hasta conseguir que ETA vuelva a los atentados.

Lo que sí llama la atención es la actitud laxa del resto de partidos, pero sobre todo la deriva cínica del PNV y de IU y Ezker Batua ante un riesgo cierto de rup- tura definitiva e irreversible (...).

A parte de la mezquindad histórica que supone casi haber matado ya el proceso de diálogo, y de esa ingenuidad pragmática de querer recoger en votos la cosecha de la represión, no sé si los estrategas de PNV, PSOE e IU-EB-Aralar, se han parado a pensar a que puerto lleva esta deriva. La defenestración definitiva del diálogo conduce directamente a la estrategia y la razón de estado que ha defendido la derecha militante a lo largo del último año. No lo ven o no lo quieren ver, pero están remando sobre las olas y en dirección al muelle del PP.