Tres noticias: las riadas en la «tierra media», el último golpe a ETA, el asunto Endesa.

Tres justicias: un joven sale lloroso y cojeando de la Audiencia Nacional, una pareja de ancianos es desalojada de un caserío en Abadiño a cambio de una indemnización irrisoria, una mujer es agredida brutalmente por un macho.

Mientras, políticos, jueces, analistas, periodistas... se dedican a platicar sobre ASB, la condena de la violencia, las próximas elecciones y el sexo de los ángeles, y el resto de los mortales sobre los goles encajados por el Athletic el domingo. Pero, sobre todo, que quede muy clarito: Bakea behar dugu! ¡Qué bien! ¿Necesitamos la Paz o que les dejemos en paz, quieren decir? La llaman paz pero quieren decir sumisión.

Mientras, «analistas políticos» como Mª Antonia en el programa Ganbara nos repitan veinte veces «eso es terrible, es tremendo» y sólo se refiera a lo que la Guardia Civil dice que ha encontrado en una vivienda, pero obvie que en las comisarías se tortura, ni habrá paz (con mayúsculas) ni les vamos a dejar en paz.

A lo mejor es preferible que de una vez por todas sean ellos quienes nos dejen en paz. Nos hierve la sangre escuchar en «Kalaka» a una empresaria decir que en Barajas ETA asesinó a dos trabajadores, cuando casi a diario muere uno en accidente laboral. Y no hemos visto nunca al Lehendakari con su equipo de gobierno manifestarse a la puerta de una empresa para protestar por el fallecimiento de un obrero en accidente de trabajo. Ni tampoco que el nombre de algún fallecido sirva para identificar alguna estación o parada del metro de Bilbao.

La paz es un proyecto mucho más ambicioso, importante y complicado como para que puedan asumirlo quienes sólo tienen imaginación para decirnos que por ahí pasará el TAV. Va mucho más lejos que las grandilocuentes frases de directores de banca hablando de beneficios o de empresarios que llaman «pirado» a un sindicalista que les dice lo que piensa.

En el 36 fueron los nacionales frente a los rojos y separatistas. En 2007 son los demócratas frente a los terroristas. Cambian las palabras y muchos de bando, pero nosotros seguimos siendo los nietos y los hijos de los obreros que nunca pudieron matar. Somos descendientes de la derrota, pero no les vamos a dejar en paz.