Los agricultores ven una amenaza en los nuevos agrocombustibles
«El bioetanol es un fraude, un engaño para los agricultores". Así califican EHNE en Euskal Herria y la Coordinadora Campesina Europea en la UE las campañas para extender los cultivos de los «agrocombustibles". Defienden su papel como productores de alimentos y advierten de que el interés no es tanto combatir el calentamiento global como reducir la dependencia de los actuales productores de petróleo.
Pablo RUIZ DE ARETXABALETA |
La crisis energética y el calentamiento global está haciendo que las grandes empresas aprovechen también estas circunstancias para buscar nuevos negocios, incluido el campo de las energías renovables. Si en un principio fue la eólica, ahora el negocio empieza a desarrollarse en la solar y afilan ya los dientes para hincárselos a los biocombustibles, con los que pueden utilizar la etiqueta más vendible de «renovable». Sin embargo, el negocio no está exento de amenazas, sobre todo para el medio rural.
Los sindicatos agrarios europeos han presentado una posición muy crítica con los agrocombustibles. También en Euskal Herria se ve más como una amenaza que como una oportunidad. Desde EHNE, Paul Nicholson, niega que su promoción tenga que ver con la necesidad de hacer frente al cambio climático sino que tiene más que ver con la dependencia energética de la UE y de EEUU respecto a los estados de la OPEP o de Rusia.
«Es un fraude -afirma Nicholson¯ porque cuesta más energía producir esos combustibles que la que se obtiene».
Para los agricultores supone una amenaza que pone su trabajo en manos de la industria y, concretamente de las multinacionales. Nicholson apunta que la extensión de los agrocombustibles acarreará una gran deforestación en zonas como la Amazonia para sustituir bosques naturales por soja o maíz.
«No tiene una lógica ecológica. Más bien al contrario, es un elemento que acelerará el calentamiento del planeta». También destaca que para conseguir los objetivos planteados por Europa sobre energía habría que dedicar el 20% del suelo agrícola actual a la producción energética en lugar de a alimentos. «Somos productores de alimentos, no de energía», afirma Nicholson, menos aún cuando «hoy en día hay 856 millones de personas que pasan hambre cada día en el mundo, según datos de la FAO».
Sólo será rentable la caña
La industria transformadora de esta producción en energía se está situando en las costas europeas. Para EHNE, esto se debe a que estos agrocombustibles se van a importar. Además, considera una mentira hacia los agricultores las iniciativas del Gobierno de Lakua sobre agrocombustibles, cuando «la única producción rentable para ese fin será la caña de azúcar».
En Araba se ha planteado como una alternativa para los cultivadores de remolacha, cerca de 400. Ebro Puleva prevé transformar la azucarera de Miranda de Ebro, que recoge su producción en una planta de biocombustible. La reforma del mercado comunitario del azúcar, con drásticas reducciones de precios, busca que la producción para azúcar sea prácticamente inviable. En la misma línea que EHNE, representantes de la Coordinadora Campesina Europea (CPE) cuestionaron en el Comité Consultivo de la UE, el intento de la Comisión Europea de imponer este nuevo tipo de agricultura, pues «los agrocombustibles constituyen un auténtico engaño a los agricultores y también a los contribuyentes, pues no van a solucionar ni la crisis agrícola ni la crisis climática y van a entrar en competencia con la producción alimentaria». En su opinión «es un error producir combustible industrialmente a partir de trigo, remolacha o colza», pues «estos agrocombustibles industriales de primera generación, obtenidos en cultivos intensivos anuales, tienen una eficacia energética muy baja, que resulta negativa para el etanol de maíz». Agregan que la eficacia es «de un 0'6 para el etanol de trigo -esta cifra supone que produce tanto combustible como el que se gasta en producir la cosecha-; de un 1'14 para el etanol de remolacha, y de un 1,66 para el de colza» y señala que «el cultivo que obtiene los mejores resultados es el etanol de caña de azúcar, pero Europa no la produce».
Para los sindicatos agrarios, el desarrollo de combustibles de segunda generación resultantes de otras formas de biomasa, como madera, desechos orgánicos o celulosa, parecen más prometedores desde el punto de vista energético que los cultivos de periodicidad anual.
«Cortina de humo»
Entienden también que «si en la Unión Europea se quisieran cubrir todas las necesidades de carburantes para medios de transporte con agrocombustibles, sería imposible, pues para producir sólo un tercio del combustible que se gasta al año en transportes en la UE sería necesario dejar de producir alimentos para sembrar la totalidad de su territorio con cultivos energéticos».
Para estas organizaciones, la excusa de ayudar a paliar así el calentamiento global «es sólo una cortina de humo que esconde el hecho de que todo ese dinero público se le va a quitar a otras ayudas agrarias para beneficiar, cómo no, a las grandes explotaciones que puedan optar por estos cultivos y a las propias industrias».
Los agricultores prefieren utilizar el término agrocombustible en lugar de biocombustible ya que «los carburantes obtenidos a partir de los denominados cultivos energéticos también pueden tener un impacto nefasto sobre el medio ambiente y, además, el origen del petróleo es tan biológico como el de estos combustibles».
En el Estado español, el Ministerio español de Agricultura prepara el mercado de agrocarburantes con el sector, y ya ha firmado un modelo de contrato tipo para la colza y el girasol con destino a la elaboración de biodiesel. Los contratos no fijan precios ni establecen obligaciones sino que «cada industria marcará el precio que crea conveniente de forma independiente». Aun así, prevé una fórmula abierta de cálculo de precios, con una parte fija y otra variable que atiende a la evolución del mercado del gasóleo y a la del mercado alimentario.
El Ministerio y el sector alcanzaron un acuerdo sobre el contrato tipo de biodiesel, tanto para colza como para girasol, pero en el caso de bioetanol no fue posible por las dificultades de la propia industria para vender este combustible en la UE.
Desarrollo rural
A pesar de la desconfianza de los agricultores hacia estas producciones, la Unión Europea está empeñada en que se dediquen a ellas difundiéndolas además como «oportunidad para promover el empleo rural y evitar el despoblamiento».
Pero las propias reformas de Bruselas en su política agraria harán que se pierdan numerosos puestos de trabajo en el sector en los próximos años. La Comisión Europea calcula que en los próximos siete años se perderán entre cuatro y seis millones de puestos de trabajo en el mundo rural de la Unión Europea, así como otros cinco millones de personas que trabajan en explotaciones agrícolas pero que técnicamente están en el «desempleo oculto».
Fidel Castro y Hugo Chávez se han erigido en las voces más críticas con los biocombustibles, alegando que desviarán alimentos que necesitan millones de personas en el mundo hacia la producción de carburantes. Frente a ellos, Brasil y EEUU lideran la promoción del etanol, con un pacto suscrito en la reciente gira por América Latina del presidente George W. Bush. «La alianza entre EEUU y Brasil está en un nivel preliminar, pero si resulta en una colaboración amplia en la producción y uso de etanol, será muy significativa», dijo Eric Farnsworth, vicepresidente del Consejo de las Américas, una asociación que reúne a las principales multinacionales que invierten en América Latina. Para EEUU es además un asunto de política exterior para reducir su dependencia del petróleo de Venezuela y Oriente Medio. El acuerdo prevé la cooperación de Brasil y EEUU, que producen un 70% del etanol del mundo, para establecer estándares internacionales y comercializarlo a nivel mundial como el petróleo. La «diplomacia del etanol» también ha llevado a Brasil a negociar acuerdos con Indonesia, Japón y Gran Bretaña. La UE aportó un nuevo aliciente al fijar la meta obligatoria para que en 2020 el 10% de los combustibles consumidos en los 27 socios sean «biológicos».
Respecto a las críticas, Brasil cree que «hay cierta incomprensión» y asegura que «ninguna producción de biocombustibles» reducirá las áreas sembradas para alimentación ni «significará derrumbar un árbol de la selva amazónica».
La fiebre del «oro verde» ha encontrado tierra fértil en Latinoamérica, con el etanol, producido con biomasa de la caña o el maíz, y el biodiesel, que se deriva de aceites vegetales obtenidos de la soja y la palma. La promoción de estos cultivos está liderada por Brasil -y auspiciada por Estados Unidos- con una producción anual de 18.000 millones de litros de etanol extraído de la caña de azúcar. Brasil cuenta con 5,6 millones de hectáreas dedicadas a la caña de azúcar que pueden elevarse hasta los 30 millones de hectáreas, y subir así la producción de etanol hasta los 35.400 millones de litros en 2012. En México el encarecimiento de los precios del maíz por la incipiente producción de etanol aumentó el coste de las tortillas generando conflictos en torno a un alimento básico en la dieta alimenticia del país. Colombia produce anualmente unos 300 millones de litros de etanol de la caña de azúcar y espera extraer a partir de 2008 unas 645.000 toneladas anuales de biodiesel de la palma africana. Argentina, uno de los mayores productores de soja, también tiene adelantada la producción de biocarburantes y aspira a obtener un mínimo de 800.000 toneladas al año.
Paraguay pretende procesar alrededor de 100.000 litros diarios de biodiesel en los próximos años a partir de la semilla de ricino. Igualmente, Chile, Bolivia, Ecuador y Uruguay tienen proyectos para montar plantas productoras de etanol y biodiesel. América Central y el Caribe también ha mostrado interés en ampliar los cultivos de caña de azúcar para incrementar la producción de etanol y aprovechar los acuerdos comerciales con EEUU. Panamá, Nicaragua, Guatemala y Honduras tienen los proyectos más adelantados.