La Real dio una imagen lamentable ayer y se complica mucho más su continuidad en Primera tras unirse su triste derrota ante los suplentes del Espanyol con el empate del Levante y la victoria del Athletic. Con veintisiete puntos en juego, la permanencia pasa a estar a nueve reales, porque el average particular está perdido con azulgranas y rojiblancos. Y lo más preocupante es que la Real se distancia de su objetivo en la misma proporción que Lotina y sus jugadores se han alejado de las claves que permitieron la reacción.

La Real se jugaba la vida ayer y si algún despistado acudió a Montjuic por error en ningún caso podía pensar que los muchachos que ayer vistieron de negro y azul se encontraban en peligro de supervivencia.

En un partido en el que sólo valía ganar y aprovechar la gran fortuna que representa enfrentarse a un equipo de suplentes sin ninguna compenetración entre ellos ni confianza en su juego, la Real pareció salir a cumplir con el expediente, como si el punto que regala el reglamento le valiera. Por lo menos a los jugadores realistas ahora hay que pedirles un mínimo de actitud y de determinación a la hora de buscar victorias. Si se pierde de esta manera como sucedió ante Deportivo o Zaragoza nada se puede criticar, pero cuando se ofrecen espectáculos como el de ayer o el de Huelva sólo cabe la indignación con Lotina y sus jugadores.

Vuelta al camino equivocado

Aquella derrota en el Colombino llevó a Lotina a dar marcha atrás en su camino equivocado y apostar por los jugadores importantes en el vestuario y darles confianza a pesar de las derrotas de los dos siguientes partidos. El equipo mejoró así y llegaron los resultados.

Lotina ya empezó a recular en Villarreal al recuperar un doble pivote defensivo que no se puede sostener en Primera. Le salió bien porque el cuadro castellonense les dejó jugar a placer y ante el Levante quitó la confianza a Aranburu y no devolvió al once a Mikel González. Decían que el azpeitiarra jugaba muy mal, pero desde que no lo hace el que juega fatal es todo el equipo. Ayer quitó a Kovacevic y con ellos a las mayores referencias ofensivas por el centro.

Un equipo que juega con tres pivotes defensivos y un delantero como Herrera que no puede ser referencia en Primera es difícil que pueda atacar bien. Pero por lo menos debe defender y echarle casta y carácter, algo que resulta difícil cuando el equipo no tiene identidad.

Por primera vez en toda su historia, la Real tuvo a sólo dos guipuzcoanos en el campo. Cuando un club como la Real o el Athletic se juegan la vida hay que apelar a la identidad de los equipos y de sus jugadores con los pueblos que representan y demostrar carácter y casta. Que ayer la Real se jugara la vida y sólo dos guipuzcoanos, Aitor y Díaz de Zerio, de los cuatro que jugaron, vivieran el lamentable final de partido es un dato preocupante porque si no se apela a la identidad a poco se puede agarrar ya está Real. A eso apeló el sábado el Athletic y sólo con casta ganó. Es significativo que una Real sin ninguna identidad se aleje de un equipo que ganó el sábado con seis guipuzcoanos y con golazo de uno al que la Real no quiso mantener y permitió irse gratis a un rival directo. Por no recordar que horas antes el Valladolid se aseguraba su plaza en Primera con un equipo que tiene en los dos puestos claves a dos guipuzcoanos que son el portero menos goleado y el delantero más goleador de la categoría en relación al número de partidos jugados. Ni esos jugadores valían ni ahora valen Mikel González ni Aranburu.

¿El empate valía para mucho?

Pero al margen de la discutible elección de los jugadores y el desprecio a los canteranos, está la actitud de los que juegan. Parecía que a la Real le sobraba el empate cuando sólo le valen las victorias. Hasta el gol de Corominas, al que se le aparece la Virgen cada vez que juega contra la Real, los de Lotina sólo fueron capaces de crear una ocasión en un saque de banda lanzado por Gerardo. En todo el partido el Espanyol sólo fue inquietado además en un par de faltas cuyo remate buscó Ansotegi, el hombre que más protagonismo tuvo en ataque. Algo tristemente revelador.

Pero lo malo no fue que la Real no fuera capaz de crear una ocasión en jugada, ni tan siquiera cuando se vio en desventaja. Lotina colocó a tres pivotes defensivos en el centro y el Espanyol encontró demasiados caminos de penetración por ahí, aunque el más claro lo tuvo en un corner a favor en el que los realistas no fueron capaces de cortar la contra con una falta.

A partir de ahí, el Espanyol jugó con mayor comodidad y tuvo mejores opciones. Dio la sensación de que si la Real jugaba dos horas más habría sido incapaz de marcar. Como en Huelva. Entonces Lotina reaccionó y con él su equipo apoyado en sus jugadores más importantes que, aunque no jueguen bien, ofrecen seguridad a sus compañeros y preocupación a los rivales.

Resultó significativo cómo Valverde sacó a Jarque cuando entró Kovacevic. Pues Lotina volvió a prescindir del único jugador al que puede buscar su equipo cuando no tiene ideas. Cierto es que con su salida no se mejoró nada, pero a Lotina hace mucho que se le había acabado el tiempo de las pruebas. Y con ellas, el poco margen de error.