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Raul Irisarri Amatriain

Cárcel en Santa Lucía. ¿Para qué? ¿ Para quién?

Tras varios meses de silencio administrativo, el tema de la construcción de un nuevo centro penitenciario en Iruñea vuelve a la palestra. En víspera de elecciones municipales y autonómicas, el Gobierno central ya ha ofertado el caramelo de la compra de los terrenos ante la indecisión y falta de acuerdo entre el Ayuntamiento de Iruñea y el Gobierno Foral. Según han anunciado, las obras comenzarán a finales del 2008 y costarán sobre los 90 millones de euros; eso sí, sin entrar en detalles del pelotazo inmobiliario y sus consiguientes beneficios.

No cabe ninguna duda de que la actual cárcel de Iruñea, con más de 100 años de «vida», no es sino un reducto insalubre, indigno según el propio delegado del Gobierno, que no reúne las mínimas condiciones humanitarias para reinsertar (?) a más de 200 personas.

Son varias las cuestiones que me asaltan. ¿Realmente es necesaria una cárcel? Y, si lo es, ¿dónde? ¿Para quién? Respondiendo a la pregunta más fácil, y sin entrar a cuestionar la utilidad-efectividad del actual modelo penitenciario y la verdadera finalidad de estos centros, que no son sino vertederos de personas abandonadas, secuestradas institucionalmente y sometidas a condiciones de vida que las deterioran y destruyen física y mentalmente, lo que a todas luces parece claro es que la mejor ubicación, tanto para la población reclusa como para los familiares, sería en la misma capital navarra o en sus inmediaciones. Hasta ahí todos de acuerdo.

El problema en la elección de los terrenos de Santa Lucía (Mogote de Soltxate) está en que dicho espacio en su día fue catalogado como Reserva Paisajística, Patrimonio Arqueológico y Zona Forestal, lo que quiere decir que por una vez una parte del tan históricamente castigado barrio de San Jorge-Sanduzelai estaba destinada a ser un pulmón no cancerígeno de Iruñea-Iruñerria. Un espacio libre de humos tras 40 años de todo tipo de agresiones medioambientales, tráfico ingente, industrias de actividades peligrosas... Por fin el sucio gris iba a dejar de ser el único color reinante en nuestro barrio, con la llegada de un nuevo verde esperanza tan imprescindible ante el salvaje crecimiento del especulativo cemento.

Pero la historia se repite, nuestros mejores sueños son sus peores pesadillas y su único verde es el del ruin dinero. No quieren que todo y todas podamos disfrutar de un lugar público de ocio y esparcimiento. Por eso han decidido colocarnos la nueva cárcel los verdaderos responsables de que éstas tengan su «razón» de ser, ésos a los que les gustaría poner la primera piedra con una fría y fingida sonrisa y con un nuevo modelito del Corte Inglés o uno estilo Guantánamo foral para la ocasión.

En fin, no todo está perdido. Nos queda una alternativa, la de la lucha a la que siempre hemos estado forzados los vecinos y vecinas de San Jorge-Sanduzelai, la única que ha reportado felices conquistas a nuestro barrio.

En nuestras manos está, trabajemos por conseguir un barrio al gusto de todos y todas, alegre, vivo y multicolor.

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