Son habituales las noticias que dan cuenta de agresiones a mujeres, a menudo, muy a menudo, con trágicas consecuencias; siempre con consecuencias indeseadas para las agredidas. En la madrugada de ayer se produjo una nueva agresión de carácter sexual en Gasteiz, por lo que el agresor fue detenido. Al parecer, anteriormente también había intentado una agresión similar. Si la violencia de género en cualquiera de sus variantes y su insoportable frecuencia resultan muy preocupantes, mayor preocupación aporta el hecho de que en muchos casos, como en el de ayer, el agresor es menor de edad. A esa en cualquier caso injustificable conducta se le intenta buscar una explicación que a veces se encuentra en la edad del agresor, que conllevaría una serie de valores que preconizan la supremacía del hombre y asignan a la la mujer a un papel de sumisión frente a aquél. Sin embargo, el hecho de que existan jóvenes que reproducen esas conductas, debe ser motivo de reflexión. La sociedad actual, que en cada vez menos tiempo consigue asombrosos avances tecnológicos, debe reflexionar sobre qué valores transmite realmente a los jóvenes, además de la sed de consumo y al margen de toda retórica.