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Jurgi San Pedro Licenciado en Derecho

La Nueva Geometría del Poder

Hablamos de la necesidad de abrir nuevos escenarios de diálogo y participación directa sobre nuestro propio destino Se evoca un modélico «parlamentarismo de calle» que emerge con la misma fuerza y riqueza con que emergen los recursos naturales y humanos en estas latitudes latino-caribeñas

Más allá de la interpelación directa a una concepción innovadora del Poder Público que pretende el título, en su contexto originario, la República Bolivariana de Venezuela, Europa debiera tener los ojos bien abiertos, sobre todo si desea sinceramente profundizar en su cultura participativa.

El título no es original, por tanto, le pertenece al Pueblo venezolano. Este título es la denominación dada a uno de los cinco «motores constituyentes» puestos en marcha en el proceso histórico de transformación social profunda abierto, que se vive y respira en plena calle (testimonio directo), y que pienso debiera sugerir aquí, en Euskal Herria, nuevos modos de comunicar y discurrir, en supuestas plataformas y mesas de divulgación y negociación que busquen la resolución de los diferentes contenciosos que enquistan el pleno desarrollo político-civil de Euskal Herria. Todo por una cultura participativa intrépida que ahonde en la cultura del diálogo, de la escucha mutua intergeneracional.

El juego de presunciones es arriesgado, en cualquier caso, pero por presumirse fiel a su pueblo vasco, el señor súbdito de la Corona española J.J. Ibarretxe (lo siento, pero no me atrevo a llamarlo Lehendakari) debiera tomar nota.

La lista de críticas referencias bibliográficas que tratan de las renuncias nacionales y sociales asumidas por el partido al que representa el señor citado, PNV, parece que perpetuado en el poder en la CAPV, permiten mantener la sospecha sobre la misión real que representa este señor o, más bien, lo que ha venido a representar los últimos 30 años su partido: el subdesarrollo político de las reivindicaciones históricas de este pueblo originario y del grupo de primeras naciones de Europa.

Recuerdo, entre otras fechorias «democráticas» del partido del señor citado que en el año 1986 fue (junto con el PSOE), cooperador necesario de la implementación, de la ilegal, pero todavía vigente, política de dis- persión de presos políticos involucrados en la lucha de liberación nacional y social de este pueblo originario europeo. No es para olvidarlo, ya que el dato habla del talante humanista de los todavía responsables de la política general de la CAPV.

En fin, volvamos a la latitud latino-caribeña, tan vinculada con nuestra historia. Basta con invocar el nombre de Simón Bolivar para darnos cuenta de ello, y que, a su vez, tanta esperanza aporta a quienes creemos en necesarios cambios estructurales en nuestro pueblo vapuleado por una ineficiente clase política. Hablamos de la necesidad de abrir nuevos escenarios de diálogo y participación directa sobre nuestro propio destino, y sobre todo a sabiendas de la sospechosa vocación política de esa representatividad democrática que monopoliza nuestras posiciones políticas ante problemáticas de urgencia sociopolítica: ser o no ser pueblo asistido de su derecho humano colectivo de autodeterminación.

La cultura del diálogo entre iguales, de la participación directa en asuntos, que se viene estimulando sin complejos entre la ciudadanía mayor de 15 años, sí de 15 años, en Venezuela, vía asambleas de ciudadanos y ciudadanas que se autorganizan en lo que vienen a llamarse Consejos Comunales no tiene precedentes históricos en ningún país de fuerte sustrato capitalista. El proceso abierto en Venezuela habla de nuevas formulaciones del Estado, como si se axiomatizara la proximidad absoluta entre problemática política y sujeto políticamente resolutivo de la misma. Como si la reivindicación por la inmediatez en la resolución de las diversas problemáticas sociopolíticas encontra- ra comprensión en la tradicional concepción excluyente y ensimismada del poder público, concentrado en torno a esa concepción monopolizante del poder público, denominada estado, y sus actores monopolistas -en concesión exclusiva-: Comuninades Autonomas, Diputaciones provinciales, Municipios en nuestro caso.

Se habla de un modélico «parlamentarismo de calle» que emerge con la misma fuerza y riqueza con que emergen los recursos naturales y humanos en estas latitudes latino-caribeñas. La fidelidad a estas premisas aludidas, con vida en procesos actuales, en este mundo interconectado, interdependiente, me lleva a pensar que hablar de una cultura política participativa aquí en Euskal Herria, en espacios políticos bajo la hegemonía de democracias representativas (de baja calidad por contra de las democracias participativas) resulta rídiculo, bochornoso, casi vergonzoso. ¿Participar políticamente en la conquista de nuestro socialmente reclamado destino, con intermediarios de dudosa solvencia resolutiva? Sería cuestión de ingenuos.

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