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La búsqueda del rendimiento a corto plazo reaviva la apuesta por la energía nuclear

La mayoría de estados habían dejado de lado en las últimas décadas la contestada energía nuclear, hasta que llegó la constatación del calentamiento del planeta causado por las emisiones de dióxido de carbono y el británico James Lovelock apostara públicamente por la energía nuclear como alternativa. Pero frente a quienes pretenden, desde la búsqueda de los rendimientos económicos a corto plazo y el desprecio a las generaciones futuras, implantar miles de reactores nucleares, todos los estudios, locales o globales, que abordan esta problemática coinciden en que la energía nuclear no es una alternativa válida a los combustibles fósiles que provocan el cambio climático. Y no lo es, entre otras cosas, porque genera unos residuos cuya peligrosidad perdura miles de años, porque los 443 reactores que actualmente funcionan en todo el mundo sólo aportan el 6% de la energía y porque toda la inversión en nuevos reactores y en la ocultación de los residuos sólo la «disfrutarían» dos generaciones, ya que las reservas de uranio se agotarán, al ritmo actual, en unos setenta años. Son demasiadas las desventajas como para dar por buenos los llamamientos de los nuevos defensores de la energía nuclear.

 

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