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Las crudas consecuencias de los combates, vistas desde Somalia

La falta de alimentos y agua potable, el incremento de los precios, la epidemia de cólera que afecta a Mogadiscio, los casi 400.000 desplazados y la imposibilidad de gran parte de la población de acceder a las infraestructuras sanitarias constituyen el día a día en Somalia y su capital, tal y como relata Javier Férnandez, coordinador de MSF en este país.

Ainara LERTXUNDI

Más de 300.000 desplazados, algunos organismos hablan incluso de 400.000, un brote de cólera en Mogadiscio, la escasez de comida y agua potable así como la imposibilidad para muchos de acceder a los centros de atención sanitaria debido a los combates y a la peligrosidad reinante conforman, en pocas palabras, la realidad de la capital somalí y las poblaciones vecinas. Estos factores, tal y como alerta Javier Fernández, coordinador general de Médicos sin Fronteras (MSF) en Somalia, pueden «empeorar» aún más si cabe la ya de por sí precaria situación médica.

Su principal labor es hacer un diagnóstico de la situación de los desplazados y de las necesidades más inmediatas.

Antes de hablar con GARA desde Jowhar, situada a unos 80 kilómetros al norte de Mogadiscio, viajó a Balcad. Ambas localidades están en la carretera norte de Mogadiscio, relativamente cerca de la capital.

Tanto en una como en la otra, se han dejado sentir los desplazamientos forzosos y las consecuencias de los últimos combates. «Hemos detectado que la población de la ciudad de Jowhar, que tiene unas 35.000 personas, se ha multiplicado por más de dos. Si aquí, que estamos a 80 kilómetros de Mogadiscio, ha pasado esto, deducimos que cuánto más cerca estemos de la capital la situación será peor», explica.

En Balcad, más pequeña, estima que habrá entre 30.000 y 40.000 personas. «Muchas están en familias y con gente del último clan, pero otros muchas están viviendo bajo árboles, en edificios públicos abandonados o en tiendas hechas con caña y barro. Es una situación muy muy precaria», resalta.

Preguntado sobre las condiciones de salud de los desplazados, señala que «si bien no es extremadamente preocupante en términos generales, corre el riesgo de deteriorarse porque hay muy poca comida y el doble de población; las familias de Balcad y Jowhar están acogiendo a una, dos o tres familias. O sea, que con el sueldo con el que antes vivía una familia ahora tienen que vivir cuatro. Al haber una mayor cantidad de personas y menos comida en el mercado, los precios están subiendo por lo que, además de tener que repartir el dinero entre más, todo es mucho más caro. Esto, con toda probabilidad, va a ocasionar problemas nutricionales», advierte Fernández.

A esto, por si fuera poco, hay que sumarle una epidemia de cólera en Mogadiscio. «Es más que probable que algunos de los desplazados sean portadores de la enfermedad y que el cólera se reproduzca en Balcad y Jowhar».

En estas condiciones, vaticina «problemas epidémicos y nutricionales» a muy corto plazo.

Fernández llama la atención sobre otro «agravante». «El referente médico para los habitantes de Balcad son los hospitales y centros de salud de la capital pero, debido a los intensos combates no han podido ir», lo que, sin duda, acarreará consecuencias negativas.

En estas circunstancias, MSF ha diseñado un plan de acción para trabajar en Balcad. «Vamos a abrir unos puestos de salud primaria para atender las necesidades más primordiales y, en breve, esperamos conocer los problemas reales. En función de ellos, instalaremos las estructuras necesarias que podrían ser, un centro nutricional, uno de tratamiento del cólera o un hospital quirúrgico para atender a los heridos de guerra. Puede ser cualquiera de estas opciones, o dos o, incluso, las tres», explica.

En cuanto a la seguridad, destaca que Mogadiscio «es ya de por sí una ciudad muy peligrosa y con los combates se ha vuelto peor». Hace una semana, por ejemplo, no pudieron llegar a la capital, aunque sólo les faltaba quince kilómetros.

«Oímos en las noticias que había habido una gran ofensiva del Ejército etíope, lo que había provocado la salida de Mogadiscio de la insurgencia islamista, clanes y los señores de la guerra. No quisimos acercanos más por el riesgo a encontrarnos con ellos», recuerda Fernández.

A causa de este clima bélico y de inseguridad, «en Mogadiscio sólo estamos un par de organizaciones. Desde hace bastantes años, contamos con un centro de salud primaria donde estamos recibiendo más consultas de las normales. Eso quiere decir que los demás centros están cerrando. Pero, al mismo tiempo, a cada día que pasa, baja el número de visitas. Es un indicador de que la gente no tiene acceso a las estructuras de salud por culpa de la violencia», concluye desde Jowhar.

SIN NADA

«Han tenido que salir de sus casas corriendo por miedo a que los maten. Lo han dejado todo en Mogadiscio, llevando lo máximo que podían transportar, que son las mínimas pertenencias. Su ánimo es bajo», subraya Fernández.

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