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Cincuenta años de la muerte de Gabriela Mistral

Gabriela Mistral, a cincuenta años de su muerte

Nacido en 1967, el escritor latinoamericano José Cedeño es autor de varios libros de poemas y narrativa. Además, colabora con distintas publicaciones como los periódicos «El Nacional» y «La Jornada». El caso de la poetisa es singular porque su obra literaria es el justo reflejo en pro de la justicia y de la dignidad de los pueblos indígenas por los que siempre luchó.

José CEDEÑO
Poeta

Afirma Octavio Paz que la interpretación biográfica es un camino para llegar a la obra de los escritores pero que, después, hay un desprendimiento de los textos y éstos se vuelven autónomos. El caso de la poetisa Gabriela Mistral es singular porque su obra literaria es el justo reflejo en pro de la justicia y de la dignidad de los pueblos indígenas por los que siempre luchó.

Los poemas que la dieron a conocer y que más tarde la consagrarían son los sonetos de la muerte, escritos cuando tenía 25 años y con los que ganó los Juegos Florales de Santiago, en 1914. Sonetos de una maestría impecable en donde la rítmica y la rima pesan mucho menos que el discurso .

Lucila Godoy Alcayaga (Gabriela Mistral desde 1908) refleja en su obra una queja social contra la pobreza rural. Obra poética de una solidez lírica y de discurso, comparada con la del poeta de Fuente Vaqueros Federico García Lorca. La fuerza expresiva de Mistral radica en haber vivido cada uno de los días de su vida con la mayor intensidad posible y en estar comprometida por la lucha de los pueblos: su fuerza radica en que en su búsqueda del amor sólo se encontró a ella misma.

Gabriela Mistral, una luchadora en pro de los derechos de los pueblos indígenas, la justicia en el problema agrario, la democracia genuina. Una maestra que educó a los indígenas pobres y descubrió ahí la génesis de su voz. Sin duda, fue esta lucha incansable la que contribuyó a que fuera galardonada con el Premio Nobel de Literatura en 1945 (primera vez otorgado a un escritor latinoamericano), y ese difuminar la línea entre las convicciones literarias y las obligaciones morales y éticas de una intelectual convencida de no separar su realidad literaria de la realidad que le tocó vivir.

Cristo, el desamor y lo cotidiano en lo rural son los tópicos de sus primeros poemas en "Desolación'', versos llenos de angustia y desesperanza. Para conseguir ese sentido de reflexión utiliza versos endecasílabos o alejandrinos, lo que provoca que la rima se aleje y la atención caiga en las ideas.

En "Ternura'' -su segundo libro, 1924- repite algunos de los tópicos como la madre, el hijo, los niños, la pobreza, pero hay un gran contraste entre ambos libros. Los tópicos son mucho más ligeros y son un pretexto para jugar con las palabras; al utilizar heptasílabos y octosílabos el lenguaje que atrapa es el que tiene que ver con las herramientas musicales del ritmo y el juego sonoro de la rima. Son tan lúdicos que muchos de ellos podrían ser incluidos en una antología para niños.

"Tala'' -su tercer libro, editado en 1938-, dedicado a los niños huérfanos de la guerra civil española, es más reflexivo, y es lógico si consideramos los catorce años de diferencia entre ``Ternura'' y "Tala''. Diferencia no sólo en los contenidos, sino también en el regreso a métricas más largas. Un libro que se acerca más en su forma a "Desolación''. Una de las virtudes insuperables es su sentido musical, el sonido que produce es completamente natural, sin sacrificar la profundidad del discurso ni forzar la combinación de las palabras, como sucede con muchos poetas.

Este contacto tan directo con la realidad del campo y las inequidades, da a su obra una coherencia como pocas en Latinoamérica. «Soy antes que todo obrerista y amiga de los campesinos; jamás he renegado mi adhesión al pueblo y mi conciencia social es cada vez más viva».

Mistral tiene la genialidad de jugar con las palabras, de desdoblar los significados en significaciones personales que al ser leídas nuevamente se desdoblan en universales. Un ejemplo de por qué Mistral merece un sitio en la poesía universal es "Agua'', poema de ``Tala'' donde los recuerdos de la infancia se vuelven líquidos; ese recuerdo de los segundos que quedan marcados en lo que parecen efímeras sensaciones. O la sensibilidad de Mistral para no dejar pasar ni los sabores ni los olores y plasmarlos en sus versos.

Dos años antes de su muerte, ya con su salud debilitada, corrigió los textos que formarían "Poema de Chile'', paisaje a través de la historia y geografía de este país andino.

La poesía de Mistral sigue los cánones de su tiempo (me refiero a algunas libertades en la rima y en la métrica sin dejarlas de tajo), y tiene su mayor valor en el hallazgo de lo cotidiano y ese decir sin prejuicios. La desolación sentimental y el desamor que siempre encontró (o quiso encontrar) marcan el carácter de sus versos, en donde busca la esperanza a través de la desesperanza: ``Nadie me quiso nunca y me iré de la vida sin que alguien me quiera un día''.

La conciencia mistraliana del presente insatisfecho parte de un profundo conocimiento de la historia de los pueblos indígenas, experiencia vivida en carne propia que convierte su pluma en un reclamo a la reivindicación de los pueblos americanos y su descendencia. Así, a 50 años de su muerte, Gabriela Mistral encabeza, junto con Sor Juana Inés de la Cruz, esa selecta lista de poetisas latinoamericanas universales, representando dos pensamientos líricos separado por más de doscientos años, pero unidos por la intensidad que determinó sus vidas.

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