Osasuna sumó su sexta jornada liguera consecutiva sin conocer la victoria desde que ganara en San Mamés, tres puntos sumados de dieciocho posibles. Un bagaje muy pobre y peligroso para el tramo final de la competición doméstica, suavizado por el hecho de que los de abajo tampoco consiguen sacar adelante sus compromisos.

Los de Ziganda acusaron, al menos en lo psicológico, la eliminación de la semifinal de la Copa de la UEFA a manos del Sevilla, amén de que no pudieron preparar con el suficiente tiempo el choque contra los isleños. Pese a que se jugaba más bien poco en el envite, el Mallorca dio la sensación de tener una velocidad más que los navarros.

Lentos, sin precisión ni profundidad, los rojillos deambularon por el Son Moix durante la mayor parte del encuentro y sólo dieron cierta sensación de peligro con la entrada de Raúl García y Juanfran poco antes del cuarto de hora de la segunda parte, una reacción que se quedó en nada tras conseguir el empate.

Fue el momento crucial del partido, en el que Osasuna pudo optar por hacerse con los tres puntos, pero ni siquiera entonces, cuando se presuponía que el rival podía quedar tocado, los de Ziganda supieron imponer su ritmo. Seis minutos después, los de Gregorio Manzano impusieron su ley consiguiendo su segunda diana y encarrilando una victoria en la que no dejaron de creer, a diferencia de los navarros.

Incluso el gol de Raúl García fue demasiado premio para los méritos rojillos, que llegaron únicamente en dos ocasiones claras a la portería de Moya, la otra al poste con un remate de cabeza de Juanfran. Ambos futbolistas dieron otro aire al equipo, pero al final no fue suficiente revulsivo ante la parsimonia del resto de sus compañeros, que encararon el envite como un enfrentamiento inevitable e incómodo.

Sensación de cansancio

Pero la realidad es que las jornadas van pasando inexorablemente y, pese a que Osasuna sigue estando a siete puntos de las posiciones de descenso, la escuadra navarra cada vez da más sensaciones de cansancio, por el prolongado calendario de partidos, que ayer se extendió hasta un total de 55 en lo que va de temporada.

Pese a la inclusión de seis cambios en el once inicial, el conjunto rojillo no dio la impresión de haber superado lo ocurrido tres días antes, todo ello teniendo en cuenta que le hacen falta, al menos, dos victorias para evitar nervios de última hora cuando sólo quedan cinco jornadas para que acabe la Liga.

Ni siquiera la defensa estuvo a la altura -el equipo lleva encajados siete goles en los tres últimos encuentros- y permitió jugadas individuales y disparos desde fuera del área a la postre decisivos.

Más fresco, con 18 encuentros menos a sus espaldas en la presente campaña, el Mallorca confirmó su incontestable poderío en propio feudo sumando su séptima victoria casera en lo que va de segunda vuelta, es decir todos los partidos que ha jugado en su estadio, trayectoria diametralmente opuesta al que ayer fue su contrario.

Además, los isleños acabaron con una estadística francamente negativa, ya que acumulaban más de cuatro años sin conseguir salir victoriosos ante los rojillos, que hasta ayer habían acumulado un total de cuatro victorias y cuatro empates en otros tantos envites.