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El flamenco más ecléctico llega de la mano de Israel Galván en su fugaz paso por Euskal Herria

Es un bailarín y coreógrafo nada convencional en el mundo del flamenco, un investigador y creador que bucea en otras disciplinas y no deja indiferente a nadie. Israel Galván recala en Barakaldo.

A.E. | DONOSTIA

Lo reconoce él mismo, es un bicho raro. Sevillano, hijo de bailaores y profesores de baile, pese a que creció entre tablaos y parecía predestinado para ello, Israel Galván no encontró su vocación hasta los 18 años. Antes, dice que casi le habían obligado a bailar. Tras su paso por la entonces recien creada Compañía Andaluza de Danza, a principios de los años 90 inició una carrera personal en solitario que le ha llevado a recibir numerosos premios y reconocimientos -entre ellos, el Premio Nacional de Danza 2005-, aunque también ha dividido a la crítica. Unos le premian -«La edad de oro», la obra que presenta en Barakaldo, recibió dos galardones en 2006 de los críticos en los premios Flamenco Hoy-, otros no le entienden. Porque Israel Galván lo que hace es renovar -dicen de él que desarticula el movimiento y que baila el silencio-, pero sin perder el contacto con la raíz: con «Los zapatos rojos» (1998) rompió con todo, con «La metamorfosis» (2000) apeló a Kafka y a Enrique Morente, experimentó en 2001 con el jazz y en «Galvánicas» (2002) cambió la estructura del baile. «Arena» (2004) fue su siguiente trabajo, seguido de «La edad de oro», montaje de pequeño formato que ha retomado y con el que está actualmente de gira. De hecho, en agosto lo llevará a París. «Es un cambio de concepto. Tan sólo un cantaor, un guitarrista y un bailaor para contar cosas», explica Israel Galván sobre este montaje. En diciembre anuncia visita a Bilbo, con la valenciana Sol Picó, dentro de los actos del aniversario del Guggenheim.

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