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Raimundo Fitero

El olor

La mierda propia no se percibe como de mal olor. Esconderse debajo de las sábanas y soltar unos cuescos, es juego infantil, juvenil y en ocasiones amoroso. Mirar debajo de las alfombras es una tarea antigua y señorial, pero ahora, Josu Jon, hay que mirar en las vías del AVE, en las cuentas opacas, en los propios sueldos que cobran los profesionales del politiqueo para entender que hay mierda, y mucha mierda, y que si les parece empezamos a señalar. O mejor nos quedamos quietos, que ya se sabe que si se menea la mierda huele más. Alardear de haber venteado esa mierda, no es nada más que un signo cainita partidario. Lo gordo, la mierda gorda no está tan frágilmente escondida.

Se supone que airear la mierda es lo que pretendía un reportaje titulado «Anatomía del ladrillo» que introdujo Iñaki Gabilondo, como para darle un poco de prestigio a la cosa, y que acabó siendo un monográfico sobre Andraitx, en la costa mallorquina. El olor a mierda de la corrupción inmobiliaria es algo que apesta a todos los ciudadanos, pero como con las cagadas de los perros con dueños o dueñas maleducados, las sorteamos con esmero y si pisamos alguna, corremos a comprar lotería porque nos dijeron que daba suerte. Cuatro tiene el mejor equipo de promoción y propaganda de todas las cadenas, se complementa con todo el sistema mediático de autoayuda, y nos acostumbran a reclamar la atención sobre programas que al final son vulgares, refritos, sin apenas material propio. Eso sí, va muy bien para la campaña electoral. Este es el caso de esta entrega sobre el cemento, el ladrillo y todo lo que sabemos, eso sí, pasando por encima en los casos que no interesaba detenerse.

Previo a este especial informativo, una nueva entrega del amarillismo reporteril de «Callejeros», de nuevo con un barrio de inmigrantes, con problemas infraestructurales y de pobreza, pero en Barcelona, el Raval, concretamente. El mismo estilo parcial, tendencioso, en una onda muy reaccionaria, pero con ínfulas, es decir intentando decirnos que esa es la realidad. Y no. Es parte de la realidad, y además está manipulada por la acumulación en el montaje de los pasajes más morbosos. Esto también huele a mierda.

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