Pie sin foto. Una docena de hombres envueltos en mantas aguardan sentados al sol, en la cubierta de un barco, la hora de poner pie en tierra. Si cambiamos su piel negra por otra bronceada, las mantas por albornoces, el barco de salvamento marítimo por un crucero de lujo y el centro de acogida que les espera por un casino, el grupo de la foto podría pasar por ese otro de turistas millonarios que está a apenas doscientos metros. Pero el cambio es imposible. (...)

Los hombres de la foto han llegado a las puertas del paraíso que buscaban y, sin embargo, sus caras demuestran desolación. Tal vez resignación. Miran sin mirar. Tras cada uno de esos rostros inexpresivos hay un mar de vivencias, una familia, unos amigos, una vida que apenas era digna de tal nombre y a la que seguramente volverán en breve, hasta que emprendan un nuevo intento de suicidio que acabe con el pasado y les lleve a la resurrección a una nueva existencia. Más allá de las creencias en las que hayan nacido y crecido, la verdadera religión para cientos de miles de hombres y mujeres de África es precisamente ésa: llegar a la tierra que nadie les prometió. Algunos miles hacen de esa religión su vida y, sin escuchar a los infieles que les dicen que toman el camino equivocado y que les persiguen para echarlos a la hoguera, ponen todos sus bienes en manos de los patrones de las pateras (...)

Los hombres de la foto atrapados en Canarias viven hoy en el purgatorio. Seguramente, serán devueltos al infierno, pero volveremos a verlos llamando a las puertas del cielo, en busca de la resurrección.