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CRíTICA Zarzuela

Una tabernera para echar a andar

 

Mikel CHAMIZO

El estreno del Teatro Victoria Eugenia como escenario para espec- táculos líricos ha comenzado con buen pie. No es que esta producción del Teatro de la Zarzuela exija una gran cantidad de recursos ni de maquinaria, pero escenas como la de la expedición marítima de los protagonistas –con olas enormes, rayos y centellas y un barco a la deriva– hubiera sido impensable en el Teatro Principal y, muy probablemente,  no hubiese quedado igual de bien en el Kursaal. Es por ello que esta puesta en escena de “La tabernera del puerto”, discreta pero superior a lo que estamos acostumbrados a ver en esta ciudad, nos hace cobijar esperanzas sobre lo que podremos llegar a presenciar en un futuro –sin echar tampoco las campanas al vuelo–.

Luis Olmos opta por un escenario sin complicaciones ni dobles intenciones: un puerto bastante sucio, con la Taberna a un lado y el Café al otro, da cobijo al grupo de zarrapastrosos marineros que por allí se mueven sin coreografías ni movimientos más allá de lo puramente funcional. La historia, sencilla, se transmite de una manera igualmente sencilla y directa.

En lo musical se vivió una velada igualmente correcta. El principal problema vino del desequilibrio entre foso y cantantes, que afeó algunos de los momentos más inspirados de la partitura de Sorozabal. Pero la calidad de las voces fue más que suficiente para una zarzuela de provincias, e incluso hubo momentos brillantes en algunos pasajes protagonizados por el Leandro Albert Montserrat. Su partenaire, María Rodríguez, fue una Marola de libro por su un tanto chulesca forma de actuar y de cantar. Juan de Eguía, a pesar de estar con gripe en pleno mes de mayo, dio el tipo y regaló momentos intensos. Iván García fue un Simpson gracioso y buen actor, lo mismo que el Abel de Pilar Moral. La nota cómica la dieron la desopilante sardinera de Marta Moreno y el Chinchorro de Josep Mª Gimeno.

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