GARA, en los Balcanes
Montenegro, un año después de la independencia
Iñaki SOTO
Comparado con Belgrado, Podgorica no ha dejado de ser una capital de provincias, por mucho que ahora sea la capital de un estado independiente. La vida en Podgorica transcurre sin sobresaltos: las niñas y los niños van a las escuelas, el ruido de la construcción es constante y los negocios permanecen abiertos hasta tarde. Se pueden encontrar quioscos, supermercados y tiendas abiertas hasta pasadas las nueve.
Nuestro primer contacto ha sido con Vladimir, un joven de 29 años que trabaja para una empresa de alquiler de coches en el aeropuerto de Podgorica. A diferencia del aeropuerto de Belgrado, que mantiene ese estilo propio de los países que anteriormente fueron socialistas, el principal aeropuerto de Montenegro es pequeño pero moderno, muy funcional.
Vladimir no tenía noticias de nuestra reserva, porque, un año más tarde, la multinacional para la que trabaja no ha dividido todavía sus sucursales entre Serbia y Montenegro y, según hemos sabido después, nuestra reserva se perdió en la capital serbia.
Nuestro primer «interlocutor» mide alrededor de 1,95 y tiene unas espaldas que doblan las mías. Sin embargo, tal y como hemos podido comprobar en Belgrado, sus medidas son bastante comunes en los Balcanes. Nos dice que eso le impidió seguir jugando al baloncesto, una de sus pasiones.
Vladimir confirma nuestra primera sensación de que, en general, nada ha cambiado. El cambio de estatus internacional no ha generado una revolución, ni en un sentido ni en otro. Mientras me guía hasta el centro de la capital, le pregunto por su vida cotidiana, por su familia y por su trabajo. Me cuenta que su padre era inspector de policía en Titogrado, antiguo nombre de Podgorica.
Tras explicarle el objetivo de mi estancia en su país, básicamente analizar la situación de Montenegro un año después de la independencia, le pregunto educadamente si votó hace un año. Me dice que sí, que votó porque su padre le obligó. «¿Qué votaste?» le pregunto, aunque conozco la respuesta de antemano. «Voté no, porque si no mi padre me mata» dice mientras ríe. No está interesado en la política y es ahora igual de escéptico que hace un año. Dice que estaba claro que iba a ganar el sí y que por eso no pensaba votar. Dice que en los dos bandos hubo más irregularidades de las que se dice. Habla de amenazas, compra de votos. Lo dice sin ningún tipo de acritud o escándalo. «En el fondo, éramos ya dos países distintos. Por eso digo que nada ha cambiado».
Su padre no comparte esa apatía y pasa todo el día leyendo los periódicos, viendo las noticias, oyendo las tertulias y hablando con sus amigos de política. Vladimir dice que quizás por eso él ha tomado la postura contraria.
Llegamos al centro y me invita a un café. Insisto en pagar, pero utiliza el truco de hablar con la camarera en su idioma a toda velocidad y no deja opción. El café está en una calle central de Podgorica, llena de terrazas. Todas están repletas.
Unión Europea
Los montenegrinos son amables, especialmente entre ellos. Se dan constantemente la mano y se presentan los unos a los otros. Entre los amigos, acompañan el apretón de manos con un beso en la mejilla.
La mayoría absoluta de la población fuma compulsivamente. Se puede fumar en todos los lugares, sean públicos o privados. Marija, la recepcionista del Hotel en el que me alojo se ríe al preguntarle si se puede fumar. Se ríe aun más cuando habla de que en la Unión Europea hay normas muy estrictas al respecto. «¡Por lo tanto, es posible que no nos dejen entrar!».
Entrar en la Unión Europea es la apuesta de Djukanovic y su partido, el DPS. La gente es muy escéptica al respecto. Cree que Montenegro tardará en entrar por Djukanovic, «que ya le ganó una vez a la Unión Europea y a Solana» dice Marija, mientras mira a Vladimir, que apura su cigarro, mudo.
Mientras tomamos un café en el centro, un Ferrari Testarrosa aparca delante de nosotros. En otra terraza una mujer gitana con dos hijos pide dinero a los clientes de los cafés. La opulencia de una nueva casta de ricos se mezcla con la pobreza de una antigua casta de desposeídos. También en Montenegro.
Preguntando a Darko, un estudiante que trabaja en un café y que votó por la independencia, si las diferencias entre pobres y ricos son consecuencia de la independencia, responde: «La gente está equivocada si cree que esto es consecuencia de la independencia. El año pasado nosotros no votamos entre capitalismo salvaje y comunismo. Serbia es igual que nosotros. Tienes una minoría que vive en la opulencia y una mayoría que vive en la pobreza o en el límite de la pobreza». Preguntado por quién es el culpable de esas diferencias, Darko responde, bajando la voz, «Djukanovic». Admite que no voy a encontrar mucha gente que diga lo mismo.
Con Popovic y Nikolaidis
El diagnóstico del profesor Milan Popovic coincide plenamente con el de Darko. También en que es una minoría la que defiende esa postura, una postura a favor de la independencia pero en contra del modelo de país que está impulsando Djukanovic. Para este profesor, ésa es la única postura honesta, «decente» según insiste él. (A lo largo de la semana GARA publicará una entrevista con el profesor Milan Popovic, en la que trata éstos y otros temas de la situación actual en Montenegro).
Popovic es tajante al respecto: «En estos momentos el principal problema de Montenegro es el propio Djukanovic». Luego, como buen profesor, matiza sus palabras pero sin limar un ápice su crítica. «Nosotros apoyamos a Djukanovic para conseguir la independencia sabiendo quién era».
Valora que, a un año vista, la independencia ha sido positiva, más allá de por el modelo de país que desarrolla el DPS -el mismo modelo que hace un año, cinco años o diecisiete- porque ahora pueden preocuparse de los verdaderos problemas de Montenegro. Sin interferencias políticas, económicas o militares de los dirigentes serbios.
Popovic escribe en «Monitor», una de las pocas publicaciones que defendió la opción independentista y que, a la vez, critica duramente a Djukanovic y al DPS. El fundamento de esas críticas es el nepotismo, la corrupción, el juego sucio y el monopolismo que ejercen el líder del bloque soberanista y su entorno.
Además del propio Popovic, en ella escribe Andrej Nikolaidis, joven escritor con el que, ahora hace un año compartimos los días previos y la noche de la independencia.
Según ellos, el problema es que no hay alternativa real. Sorprendentemente, Vladimir coincide plenamente en eso. «El problema es que los partidos pro-serbios buscan lo mismo que Djukanovic: hacer negocio». En el posterior viaje hacia la localidad de Buvda y, a pesar de que no le gusta la política, seguiremos tratando de escrutar la situación de Montenegro. Quizás esté simplemente siendo cortés pero, en todo caso, es obvio, para nosotros, que habla con criterio y dice cosas sensatas.
Le comento que, a pesar de tener un origen y un punto de vista completamente distinto, su análisis coincide plenamente con el de Popovic. Me responde irónicamente, pero muy en serio: «Debe de ser que en el alma soy un comunista». Ríe y dice «Mi padre ha debido de tener más influencia en mi de la que yo pensaba».
Congreso del DPS, el mayor evento para celebrar la independencia
El V congreso del DPS es el mayor evento para celebrar el aniversario de la República de Montenegro. Sin lugar a dudas, es bastante significativo que un hecho así se conmemore con una celebración de un partido, por mucho que sea el partido gobernante y que su líder sea la persona que catalizó las fuerzas soberanistas.
Llegamos y el parking está repleto de coches de lujo. Presentamos nuestra acreditación y nos dejan pasar. Somos los primeros en llegar, junto con los delegados más veteranos. Poco a poco van llegando el resto de representantes, algo más de doscientos, según nos confirman posteriormente. Las medidas de seguridad son relativamente grandes, pero el ambiente respecto a ellas es relajado. Hombres del tamaño de armarios roperos deambulan de un lado a otro, dándose órdenes mutuamente.
Para ser un partido gobernante y que se mantiene en el poder durante los últimos diecisiste años -con una escisión en medio- la media de edad es sorprendentemente joven, alrededor de los 45.
Casi todos lo delegados visten traje. Los trajes esconden, parcialmente, el origen étnico de los delegados, pero algunos nos lo confiesan desde un principio. «Nosotros somos albaneses» dice un hombre de unos cincuenta años con un bigote poblado. «Albaneses pero católicos» advierte, por si acaso. Una de los logros de Djukanovic ha sido su capacidad para vincular a su proyecto a las minorías. Evidentemente, los serbios no son parte de esas minorías, sino la otra mayoría -algo más de un 30% de la población-.
Hay muy pocas mujeres. A cada una de ellas les dan una rosa a la entrada. De 22 personas que forman la mesa tan sólo 4 son mujeres, ninguna del grupo de confianza del presidente. Por el contrario, la mayoría de las personas que están trabajando en la organización son mujeres jóvenes.
En el paraninfo de la sede del PDS se ha instalado una pantalla en la que se proyectan imágenes del Montenegro que el partido en el poder quiere destacar: junto a preciosas imágenes de paisajes, playas y gente joven, aparecen imágenes de la victoria de hace un año y, especialmente, imágenes de los líderes del DPS, con Djukanovic a la cabeza. Por los altavoces suena «La chica de Ipanema» en versión consulta de dentista.
Pasadas las diez de la mañana, una vez que todos los delegados están sentados, aparece Milo Djukanovic. Todos los medios gráficos corren a sacar fotos y a tomar imágenes del momento. A diferencia del año pasado, cuando era imposible conseguir una habitación de Hotel en Podgorica y todos los medios occidentales poblaban las calles y los cafés de la capital, en esta ocasión somos el único medio occidental acreditado. Un extraño orgullo, puesto que expresa a las claras los criterios de esos medios.
El congreso comienza con una presentación del propio Djukanovic, antes de escuchar el himno de Montenegro. Djukanovic parece un actor. Es muy alto y fuerte y tiene un aura de líder nato. Todos lo admiten, hasta sus enemigos.
El primer punto del congreso son los saludos protocolarios. La mayoría de los partidos que han asistido en calidad de invitados son de la región balcánica o de Europa del Este: croatas, albaneses, macedonios, húngaros, rusos... El resto de partidos socialdemócratas -según hemos entendido, incluido el PSOE- han mandado su saludo pero no han asistido.
Cumplidos los saludos de rigor, nos han sacado del recinto y han comenzado a debatir. Ciertamente, no hay mucho debate sobre la mesa. Los términos más repetidos son democracia, sociedad, progreso, Unión Europea, crecimiento... hacia las seis de la tarde el Congreso termina con una charla del renovado presidente del partido, cómo no, Milo Djukanovic. Está claro que abandonó el puesto de primer ministro pero que no deja de ser el hombre fuerte de Montenegro. Posteriormente ha habido una comparecencia pública del propio Djukanovic más sus tres colaboradores más cercanos. Muy a nuestro pesar, no ha habido ronda de preguntas.
De todos modos, a falta de debate ideológico y de traducción alguna, lo más interesante quizás sean las relaciones entre los asistentes. En los recesos se evidencian las jerarquías. Existen diferentes grupos, básicamente separados entre generaciones y entre grupos étnicos. Los veteranos hablan en grupos, los dirigentes de la quinta de Milo se saludan y andan juntos de un lado para otro y los jóvenes forman sus propios corrillos.
El año pasado dijimos que Djukanovic era un tiburón político en toda regla, en el mejor y en el peor sentido de la palabra. Pues bien, la sensación después de asistir al congreso de su partido es que el DPS es algo así como el aquarium de Crna Gora.
Por un lado, están los viejos tiburones de dientes gastados a los que nadie hace demasiado caso pero a los que no conviene cabrear. Venerables, todavía guardan cierto poder. Luego está la manada dirigente, con el tiburón jefe a la cabeza. En torno a él giran el resto. Está claro, de todos modos, quienes son de su confianza y quienes, simplemente, cumplen una función dentro de ese ecosistema marino particular que son está clase de partidos, en general, y el DPS, en particular. Por último están los tiburones jóvenes, aquellos a los que les están creciendo los dientes. Intentan a toda costa estar cerca de los jefes de la manada, venerarlos si hace falta. Intentan cruzar la mirada con el tiburón alpha, pero sin resultar insolentes.
Norte pobre, sur rico
Dejamos la alta política, y nos vamos a Buvda, una población de unos 10.000 habitantes, situada en la costa de Montenegro. El mar adriático baña las costas de Crna Gora, nombre en serbo-croata de Montenegro. Es una costa espectacular. Se accede a ella pasando por las montañas que dan su nombre al país. Según me comenta Vladimir, según los registros oficiales, en Buvda viven alrededor de cien millonarios. Los sitios más privilegiados han sido vendidos a extranjeros, británicos y rusos, mayoritariamente.
Uno de los grandes problemas de Montenegro es la increíble diferencia entre el norte pobre y el sur rico. Paradójicamente, al revés de la mayoría del mundo, tal y como señala Popovic. Además, la población que se considera a sí misma serbia está concentrada en el norte del país, alrededor de la frontera con Serbia. Esto supone, sin lugar a dudas, un elemento inquietante, además de un factor desestabilizador a medio plazo.
El sueldo medio de un montenegrino está alrededor de los 400 euros. «Con ese dinero no se puede vivir» se queja Miodrag, vendedor de un pequeño supermercado. Al preguntarle por cómo ha ido el año, dice que nada ha cambiado. Coincide con Vladimir en señalar que ya eran independientes antes del referéndum. «Ahora tenemos exactamente los mismos problemas que hace un año, pero, quizás, tenemos alguna oportunidad más».
El dueño de un restaurante de las afueras de Podgorica no dice, señalando con el dedo pulgar hacia arriba que «¡todo va bien, muy bien! Ha sido un buen año y seguimos creciendo». Los datos macroeconómicos así lo indican, pero ya hemos visto que los análisis cuantitativos no tienen en cuenta la diferencia entre los cien millonarios de Buvda y los campesinos del norte.
Termino esta crónica desde Karver, el centro cultural, café y librería que nos acogió el año pasado. Las trabajadoras del centro nos dicen que nada ha cambiado desde que estuvimos aquí hace un año, que ellas apoyaron la independencia pero no ha supuesto un cambio radical. En todo caso, confían en ser capaces de darle a la situación del país, ahora que dependen, sobre todo, de ellas mismas.
Casualmente, o no, acaban de poner la canción «El Partisano» de Leonard Cohen. Habiendo pasado el ecuador de este viaje por los Balcanes y faltándome Kosovo, pienso que esa canción es todo un himno y que refleja gran parte de los pensamientos que inspiran estos territorios y estos pueblos que, hace no tanto, fueron un modelo para nosotros.
Este vendedor de supermercado coincide con Vladimir en señalar que ya eran independientes antes del referéndum. «Ahora tenemos exactamente los mismos problemas que hace un año, pero, quizás, tenemos alguna oportunidad más».
La recepcionista del Hotel en el que me alojo se ríe al preguntarle si se puede fumar. Se ríe aun más cuando habla de que en la Unión Europea hay normas muy estrictas al respecto. «¡Por lo tanto, es posible que no nos dejen entrar!».
«El año pasado nosotros no votamos entre capitalismo salvaje y comunismo. Serbia es igual que nosotros. Tienes una minoría que vive en la opulencia y una mayoría que vive en la pobreza o en el límite de la pobreza. Eso no es debido a la independencia»
A diferencia del año pasado, cuando era imposible conseguir una habitación de Hotel en Podgorica, en esta ocasión somos el único medio occidental acreditado. Un extraño orgullo, puesto que expresa a las claras los criterios de esos medios.
Viernes en Podgorica, día de apuestas. Apuestan mucho y sobre cualquier tema. Normalmente sobre deporte, fútbol de cualquier liga de Europa, y a veces también sobre otros temas, como sobre quién será el próximo Papa de Roma o si Kosovo será independiente. Junto con Vladimir apostamos por los cuatro equipos vascos. Son apuestas pequeñas, pero si ganan los cuatro multiplicaremos lo apostado por nueve.
Muchas de las personas con las que hemos hablado no saben situar Euskal Herria en un mapa. Esto, evidentemente, no es una crítica, puesto que muchas personas en nuestro pueblo confunden, por poner un ejemplo, los Balcanes con los países Bálticos. En todo caso, nada más empezar a hablar preguntan por el equipo al que apoyamos y son capaces de dar la alineación titular de cualquier equipo vasco.