El trabajo defensivo realizado durante la semana en Lezama no se trasladó a La Romareda. En el Athletic sabían que para sacar algo positivo de Zaragoza había que emplearse a fondo en defensa, pero los rojiblancos concedieron demasiadas facilidades y con todo perdido, a base de orgullo y el pundonor de un Aduriz sobresaliente, fue imposible rescatar el resultado.

La ilusión del Athletic se diluyó en un cuarto de hora. Mané sorprendió colocando a Javi Martínez como segundo delantero al lado de Aduriz con Yeste más retrasado ayudando en la creación. La apuesta funcionó durante ese tramo porque los rojiblancos bloquearon la salida del balón rival e, incluso, se atrevieron a mirar la portería contraria. Luis Prieto tuvo en un lanzamiento de falta la posibilidad de abrir el marcador.

El entramado defensivo del Athletic se sentía relativamente cómodo, sin embargo, en un abrir y cerrar de ojos se vino abajo y encajaron dos goles consecutivos. Los errores se sucedieron en cadena y ante un conjunto con el poderío ofensivo de los maños se acaba pagando. Diego Milito y Diogo dejaron al equipo bilbaino sentenciado a muerte. Poco después Sergio García pudo hacer el tercero.

De la esperanza a la rendición

Deambulando por el campo como almas en pena, a lo único que podían aspirar los rojiblancos era a evitar una goleada de escándalo, pero Aduriz resurgió de las cenizas como el Ave Fénix y redujo las diferencias. El Athletic volvía a soñar. Hasta hubiera podido empatar el partido si no llega a ser por el «amigo» Pino Zamorano, que no quiso pitar un penalti claro por placaje de Sergio a Aduriz.

Y para echar más sal a la herida abierta, en la siguiente jugada Sergio García hacía el tercero del Zaragoza. Los jugadores del Athletic marcaron a los maños con la vista, ni tan siquiera les pudieron seguir. Un golpe demasiado contundente para un equipo que está en horas bajas. Antes del descanso, en un nuevo fallo defensivo, Murillo despejó una falta al interior de la portería de un Aranzubia que tampoco se movió debajo de los palos.

El desastre pudo ser mayor si en el inicio de la segunda mitad el conjunto que dirige Víctor Fernández acierta en todas las ocasiones de las que dispuso. Pero el Athletic no se rindió y la entrada de Etxeberria en ataque resultó revitalizante. El de Elgoibar encendió la chispa y Aduriz con dos goles, uno de un penalti que provocó el capitán, sacó el orgullo. Quedaba tiempo, pero el milagro no llegó. Era demasiado tarde para reaccionar.