Carlos Garaikoetxea Urriza Lehendakari del Gobierno vasco
¿Euskal Herria, un invento?
En estos últimos tiempos, y en especial en su combate contra el fallido «proceso de paz», los líderes del PP y de su representación en Navarra, UPN, han adquirido la costumbre de referirse a Euskal Herria como «un invento», una «quimera», una «entelequia» y, más recientemente, en su último mitin en Pamplona, Rajoy, como un proyecto «fantasmagórico». Lamentablemente, cualificados representantes del PSOE, en su penoso intento de competir con el PP (en esa pugna siempre saldrán perdiendo), tampoco se han privado en más de una ocasión de referirse con similar desprecio al término Euskal Herria.
Ese invento, según definición textual de la Enciclopedia Espasa, diccionario enciclopédico español de Espasa-Calpe (1908), y no biblia, precisamente, del nacionalismo vasco, es «el nombre tradicional y típico con que los vascos llaman a su propio país». Pero mucho antes de que Espasa lo definiera así (incluyendo además, al igual que la Enciclopedia Británica, en el País Vasco a las siete provincias), ya el habla culta y popular del país lo había consagrado. Entre otros, Johanes de Lizarraga en su «Testamento Berria» en 1575 o Axular en 1643 (por cierto, ambos navarros de la Sexta Merindad) ya lo emplearon en sus libros, clásicos del euskara. Y huelga decir que en el habla y la cultura popular, a lo largo y ancho del País Vasco, siempre estuvo presente. Recuerdo a mi abuela, en Sorauren, una zona ya deseuskarizada de Navarra, cantando aún a Iparraguirre «...bainan bihotzak dio zoaz Euskal Herrira...».
Podríamos escribir un artículo interminable refutando esa ofensa indigna a un término tan entrañable, más indigna aún en boca de líderes navarros que la repiten como dóciles corifeos de sus líderes en Madrid, no sabemos si por ignorancia, por ese «autoodio» que les hace renegar de cualquier rasgo euskaldun en Navarra, la Vasconia primigenia, o por repulsa política ciega que conlleva la negación de cosas que exceden de la política. Porque el significado de Euskal Herria, como tierra de todos los territorios vascos o País Vasco que incluye a Navarra e Iparralde, ha sido asumido sin problemas en el pasado por gentes de toda condición, especialmente en la propia Navarra, donde hoy es objeto de la peor ofensiva.
Personajes tan poco sospechosos como Navarro Villoslada al situar su novela histórica «Amaya o los vascos en el Siglo VIII» o Espoz y Mina al afirmar que «Alava, Guipúzcoa, Vizcaya en intereses y nacionalidad siempre unidos a los navarros», el Príncipe L. Bonaparte en su mapa lingüístico, o la propia Diputación Foral de Navarra en 1868, haciendo un llamamiento solemne a las diputaciones de los territorios hermanos vascongados, «invitándoles a unirse en la asociación más intima... por tradición, lengua, cultura etc...». O las coplas de Monteagudo, refiriéndose a las «cuatro provincias», «como si fuéramos hermanos...». Ahora parece que todo apunta a una determinación sin precedentes de arrumbar la significación de un término históricamente asumido en su sentido tradicional con naturalidad, para evitar cualquier derivación política, por legítima que resulte, de su utilización.
Pero Rajoy y sus coristas han ignorado algo que resulta imperdonable en un responsable político de su nivel: Hay una ley orgánica (de especial rango), un Estatuto Vasco, que en su artículo 1º comienza: «El País Vasco o Euskal Herria, como expresión de su nacionalidad...» y continúa en el artículo 2º «Araba, Gipuzkoa y Bizkaia, así como Navarra tienen derecho a formar parte de la Comunidad Autónoma del País Vasco...», indicación que, evidentemente, alude a la singular vinculación natural de estos territorios que, siguiendo los procedimientos legales establecidos, pueden constituirse en comunidad política. Cuando PP y PSOE dicen, con intención que, las relaciones con Aragón y Rioja, «antes o igual» que con la Comunidad Autónoma Vasca, olvidan la realidad, la historia y la propia ley.
Rajoy y compañía, pues, ignoran o desprecian por ignorancia o designio doloso, lo que una Ley de especial rango, ratificada por las propias Cortes Españolas tiene establecido y deberían ser los primeros en conocer y respetar. Por cierto que el artículo primero del Estatuto Vasco, en euskara sigue «Beronen (CAV) izena Euskadi zein Euskalherria izango da». Sirva de ilustración, también, para alguno de esos iconoclastas del abertzalismo que, creyendo inventar recetas mágicas condenando al olvido nombres, símbolos o himnos que tanto representaron, y sustituyéndolos por otros a los que suponen mejor acogida, para justificar su repudio al término Euskadi, argumentaba que éste era sólo el correspondiente a una comunidad autónoma. Al menos, que se ilustren antes de hablar. Como Rajoy y compañía. Pues tanto Euskadi como Euskal Herria figuran en un Estatuto abierto a Nafarroa igual que a Araba, Gipuzkoa o Bizkaia, si sus habitantes así lo desean, tal y como la propia Constitución Española lo reconoce. Algo que tuvo que aceptarse en 1978, pero que la involución política de algunos parece rechazar ahora.