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«Un hombre le contó a mi abuelo que deseaba pasar momias por la frontera»

MARIE DENISSE, MARCKERT ELSOCOAUTORA DEL LIBRO «FRONTIÈRE, CONTREBANDE ET VENTAS»

Nacida en la casa Tanburinea de Dantxarinea, esta mujer de 45 años especialista en Literatura ha escrito, junto a Jacques Antz y Guy Lalanne, «Frontière, contrebande et ventas», documento que analiza la frontera rescatando del olvido cantinas desaparecidas.

Dantxarinea, Ibardin, Larrun, Lizuniaga, Etxalar, Behobia... ¿Cómo ha afectado la frontera al modo de vida de los habitantes de estos parajes?

Hablando de los últimos 100-150 años, podemos decir que ha influido bastante, y en esa influencia hay aspectos positivos y negativos. En lo que se refiere a la economía, las obligaciones de las aduanas y los impuestos han promovido el contrabando, que es un modo subversivo, oculto, clandestino de hacer comercio, pero ha permitido a la gente que lo ha practicado ganar dinero y vivir en una época difícil. Creo que lo fundamental del concepto de frontera es la constante fluctuación entre la unión y la separación. En esta frontera concreta, las poblaciones son muy parecidas, tienen lazos de todo tipo desde hace mucho tiempo, pero al mismo tiempo la frontera las separa, porque, a veces, ideológicamente o en muchos otros aspectos siguen los mandatos del Estado al que pertenecen.

¿Cuándo se creó esta frontera?

Ya en el siglo XIII, en Dantxarinea, se consideraba que estaba en el río Lapitxuri, pero en esa época no tenía normativa alguna.

¿Y cuáles son los cambios más importantes que ha conocido?

En los últimos 150 años la situación ha cambiado muchísimo, en parte por el desarrollo del contrabando, y en lugares como Ibardin y Dantxarinea por las ventas. También hay que tener en cuenta la influencia de las guerras mundiales, que hacían que se cerrara la frontera y era mucho más difícil y peligroso pasar. La escasez que había después de la Guerra Civil y de la Segunda Guerra Mundial dificultaba el paso, pero al mismo tiempo desarrollaba toda esa economía sumergida que era el contrabando. Entonces las ventas eran casas de familias que vivían sobre todo gracias a la clandestinidad y a la necesidad que existía a veces en un Estado y otras veces en otro. Suministraban productos típicos del lugar, típicos pero necesarios, aunque la bebida no lo era tanto. A raíz del despegue económico de los años 50 en Francia y de las vacaciones pagadas, se desarrolló un turismo más de masas y las ventas progresaron. Las pequeñas que estaban apartadas de los núcleos, caminos y carreteras fueron desapareciendo porque la clandestinidad se transformó y había ejes de contrabando económicamente más fuertes, que ya no necesitaban de esos pequeños puntos de venta que suministraban a gente normal y corriente. En cambio, se construyeron numerosas ventas nuevas cerca de las carreteras principales, como es el caso de Dantxarinea, que es uno de los pasos más transitados entre Baiona e Iruñea.

Para escribir el libro estuvo hablando con la gente de Dantxarinea. ¿Qué anécdotas o historias le han contado?

Durante la Segunda Guerra Mundial los alemanes tenían unos peligrosos perros muy bien adiestrados que vigilaban el paso de los fugitivos en la frontera. Ser descubierto significaba en unos casos la muerte y en otros el traslado a un campo de concentración. También había un contrabando de planos de submarinos de guerra para contrarrestar a los alemanes. Para desorientar a los animales, echaban guindilla o alcohol muy fuerte, o hacían uso de perras en celo. En una frontera, aparte de llamativas anécdotas de contrabandistas, pasan cosas que en otro lugar no pasarían. Por ejemplo, en mi casa contaban una historia de la Guerra Civil que tenía como protagonistas a un hombre de circo y a su oso que hacía acrobacias y piruetas. Tenía que ir al Estado francés, pero no le dieron permiso para llevarse al animal. Lo dejó en la frontera, dentro de una jaula, y mi abuelo le daba de comer todos los días. El oso también recibía visitas de niños, policías, requetés y todo tipo de personas, y el pobre animal se cansó y comenzó a ser agresivo. Cuando fue avisado de la situación, el dueño volvió a recoger al animal. En otra ocasión, un hombre le contó a mi abuelo que quería pasar momias por la frontera. Era para ver si las momias estaban contempladas en el registro de las mercancías susceptibles de pasar. Lo buscaron, ¡y estaban!

¿A qué conclusiones llegó al finalizar su estudio?

La implantación de las ventas que se da sobre todo a partir de finales del siglo XIX ha tenido tres etapas. La primera sería la fase en la que servían a la clandestinidad. Eran fondas y tiendas bastante modestas, relacionadas con guerras y otros acontecimientos históricos. Después de la Segunda Guerra Mundial, con el desarrollo económico y el turismo de masas, se desarrollaron tiendas destinadas al lucro a una escala mayor y con menos peso de la clandestinidad en su actividad. Tras la entrada del Estado español en la Comunidad Europea, se conoce otra etapa en la que los comercios se adaptan a las nuevas circunstancias para ofrecer todavía más cantidad de género, una imagen menos familiar y más globalizante. En 150 años la población ha encontrado la manera de seguir aprovechándose del recurso económico de la frontera, evolucionando y amoldándose a las circunstancias. Como núcleo urbano Dantxarinea era casi inexistente, y ahora tiene unos servicios que son completamente descomunales comparando con el número de habitantes -Dantxarinea es un barrio de Ainhoa y Urdazubi, de unos 1.500 habitantes-. Eso significa que las tiendas no están destinadas a la gente del lugar, sino que hay un movimiento económico que sobrepasa con mucho a la población. Hasta la fecha los comercios han ido desarrollándose y no parece que vayan a desaparecer. Al contrario: se están construyendo más tiendas y gasolineras. Personas mayores como mi madre y mi tía añoran el pasado, ven que todo este progreso ha cambiado mucho la fisonomía del lugar.   Maider IANTZI

 

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