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Fede de los Ríos

NaBai, la flecha de Zenón

Hoy votamos, es decir, quieren que elijamos a nuestros amos por cuatro años. Con una excepción, al amo-jefe ya lo eligió la gracia de Dios, que es quien elige reyes y caudillos. Como es un rato gracioso, todavía se está riendo.

Nos dieron el día de ayer para la reflexión. Me dispuse a hacerlo desde el punto de la mañana. Despertador, ducha, café, ibuprofeno para despejar las sensaciones producidas por alguna bebida espirituosa ingerida la noche anterior, visita al excusado para estar cómodo y tener una reflexión limpita. Tras una suerte de diálogos conmigo mismo, cosa cómoda porque casi siempre me doy la razón, al fin vi la luz.

Rememoré los últimos consejos de los prelados, leí revistas de organizaciones empresariales, escuché los últimos improperios de tertulianos radio-televisivos, recordé a los candidatos y candidatas colgados de farolas, vallas publicitarias y del tren chu-chú de la bruja que se pasea por mi ciudad, busqué las últimas declaraciones de Josu Jon, consulté el segundo tomo de «El Capital» y, tras encender una vela a Epicuro, una idea clara y distinta apareció en mi mente: EAE-ANV.

Así se llama el espectro maligno contra el que se han conjurado los biempensantes de toda ralea: obispos, empresarios, políticos, policías, profesionales de la palabra, sindicalistas sumisos, virgen de Fátima incluida.

Si todos los opresores y enemigos de clase forman un coro que responde a la batuta del Capital y del Estado, la cosa, creo yo, resulta diáfana. Claro que hay distintas voces: sopranos, bajos, barítonos, tenores y las voces blancas de niños y castratos, pero la canción es la misma. Oscila entre el «ríndete que verás que bien» y el «las cosas hay que hacerlas pasito a pasito», como en la yenka.

El griego Zenón de Elea nos mostró una paradoja: decía que si arrojamos una flecha contra un blanco, para alcanzarlo, esa flecha tiene que recorrer primero la mitad de la distancia que los separa, antes la mitad de la mitad y así sucesivamente hasta el infinito. Si cada uno de esos movimientos requiere una secuencia previa, el movimiento no existe, se torna imposible. La flecha no llega jamás al blanco. No hay revolución ni cambio posible a pasitos. Apoyar al PSOE sin un programa previamente pactado, yendo además de la mano del PNV, es suicida. Que nos maten, mal está. Que los armemos nosotros, ya tiene bemoles.

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