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Joseba Leizeaga Arriaga Ilustrador

¡Que nadie decida por ti!

Los gobiernos tienen cerrada la puerta de la política con las leyes, y la responsabilidad de abrirla es de ellos. De ninguna manera pueden pedir a quien quiere abrir esa puerta que acepte la ley que la mantiene cerrada

En estos momentos del proceso, están convirtiendo en insoportable lo que antes era asfixiante. Me refiero a lo que los otros dicen sobre nuestro pueblo. Desde antiguo, los países de nuestro alrededor han querido menospreciarnos, dedicándose últimamente a distorsionar los derechos que como pueblo nos corresponden. Me refiero sobre todo a la satanización, a la ridiculización y al desprecio que hacen de la autodeterminación.

Los hay que niegan la existencia de Euskal Herria, dicen que no ha existido nunca, que la hemos inventado los abertzales manipulando la historia. Ridiculizarnos. Esta es la idea perversa de los vencedores que han adaptado la historia a sus intereses. La idea de los seguidores de la historia idealizada, de la historia mítica... de los seguidores de la historia del Cid Campeador.

Los estados español y francés siempre han tenido, tienen y tendrán miedo de la decisión de nuestro pueblo, porque ellos saben bien lo que han hecho contra él. Tienen miedo a nuestra decisión. Las legalidades francesa y española limitan la igualdad de posibilidades de todos los vascos, puesto que niegan las posibilidades de una parte. O adaptan esa legalidad a la realidad o la realidad ha de superar esa legalidad. No hay otra. A través del derecho de autodeterminación se garantiza la igualdad de posibilidades de todas las partes.

La autodeterminación no es solo política, es un concepto muy decisivo e innovador en todos los niveles de la vida. Es, ha sido y será un concepto decisivo en el desarrollo personal, humano, la pedagogía, la didáctica, la psicología y en la vida cotidiana en general. La autodeterminación es el mayor enemigo de la imposición. La imposición ocurre cuando otro toma las decisiones que le corresponden a uno mismo y le impide tomar sus decisiones. En la mayoría de los niveles de la vida, en los anteriomente mencionados por ejem- plo, la imposición no es un valor positivo. Se evita, y es la autodeterminación el valor positivo a utilizar, la solución. La imposición es la pedagogía de los cuarteles. Entonces, ¿por qué en política la actitud de algunos con- vierte la imposición en algo positivo e inalterable? La vida nos pide tomar decisiones. Cuando alguien no desea tomar sus decisiones, la mayoría de las veces suele ser a causa del miedo, de falta de confianza o falta de información. En esta vida somos dueños de nuestras decisiones y responsables de las consecuencias de éstas. Nuestras decisiones han forjado nuestro ser. Es lo mismo en todos los seres vivos, aunque nos quieran imponer lo contrario, somos lo que decidimos ser. Al tomar cada uno sus decisiones, al ser diferentes, damos respuestas diversas, opciones para vivir la vida desde puntos de vista diferentes. A fin de cuentas, la vida es el camino que hacemos decidiendo en todo momento entre las diversas opciones con que nos encontramos.

Todos los pueblos tienen derecho a la existencia. La razón es indiferente, aunque en Euskal Herria tenemos numerosas razones: ser el pueblo más antiguo de Europa, ser un pueblo genéticamente, ser un pueblo culturalmente... Políticamente, sin embargo, somos un pueblo sueño, políticamente no somos un pueblo, se nos niega el derecho a ser. Con derechos o sin ellos, ser somos, para ser no necesitamos derecho ni el permiso de nadie. Sólo tenemos que existir. Es triste no reconocer lo evidente, triste negar lo innegable, pues aunque cierren los ojos, la realidad continua ahí. Sin embargo, en el contexto del siglo XXI creo que deberíamos analizar esta situación en clave de derechos. ¿Qué derecho tienen los estados español y francés para negar este derecho a Euskal Herria? Yo digo que es el derecho de conquista, que a consecuencia de la conquista militar les da derecho a oprimir, asimilar totalmente nuestro pueblo. Hoy, en un estado de derecho del siglo XXI, ¿qué derecho debería ser prioritario, el derecho a ser de un pueblo o el derecho de conquista impuesto tras una conquista militar de varios siglos?

Aunque un estado reniegue del derecho de conquista, eso no niega el derecho a ser de ese estado. Esos derechos de conquista están integrados en las constituciones española y francesa. Hoy, en pleno siglo XXI, nos obligan a aceptar estos derechos de conquista a aquéllos que los sufrimos, nos imponen reglas del juego basadas en ese derecho; cuando por encima de cualquier derecho bastardo se debería primar el derecho a existir de todo pueblo. El Gobierno de España, el PSOE y el resto dicen que la izquierda abertzale tiene que recorrer el camino hacia la democracia, integrarse en ella. En mi opinión, debería ser a la inversa, el Gobierno y el PSOE se tienen que acercar a los objetivos políticos de la izquierda abertzale para que los objetivos políticos de ETA y de toda la izquierda abertzale puedan realizarse por vías exclusivamente políticas y escrupulosamente democráticas. Si no se puede hacer política, para abrir la puerta de la política se abren otras, incluida la de la lucha armada. Los gobiernos tienen cerrada la puerta de la política con las leyes, y la responsabilidad de abrirla es de ellos. De ninguna manera pueden pedir a quien quiere abrir esa puerta que acepte la ley que la mantiene cerrada.

Desde que Euskal Herria perdió la libertad ha pagado y está pagando un alto precio político en el camino transitado para recuperarla. Pérdida de la independencia, perdida de derechos, usurpación de las instituciones, catástrofe cultural, destrucción-saqueo de bienes y patrimonio, dominación política, mentira histórica... lo hemos pagado y lo estamos pagando muy caro. A raíz de la violencia utilizada por el estado francés y sobre todo el español contra Euskal Herria; la ocupación militar, política y cultural; las mentiras y las políticas de dominación sus ciudadanas y ciudadanos pagan un alto precio político. Lo pagan con la restricción de sus libertades, con el miedo, con la pérdida de libertad, con la vulnerabilidad... Entonces, ¿por qué tienen tanto miedo a pagar un precio político para resolver este conflicto? ¿La paz y el conflicto no tienen la misma consideración? Por lo que se ve, la paz no tiene precio político; el conflicto, por desgracia, sí.

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