Julio César Guanche 2007/5/20. Cuba. JUVENTUD REBELDE.CU
La risa de Eva Forest
(...) La casa de Eva tiene el olor de Eva. Pero si uno la observa, la casa actual nada tiene que ver con el mapa de su nacimiento. La casa ha ido cambiando según las edades, más bien según las estaciones, de Eva. El pasillo, las flores de la fachada, el patio, el baño lleno de fotos y hojas secas, han tomado la consistencia física de sus brazos, piernas, rodillas y orejas. El pasillo de la escalera tiene la forma de su corazón: allí donde los carteles anuncian las batallas por la libertad de Eva, carteles en castellano, en euskera, en francés, en inglés, carteles que claman por la libertad de ella, Eva presa, Eva sin saber de sus hijos, Alfonso expulsado de país en país, mientras Eva recibe en prisión las visitas de los torturadores y los poemas de Alfonso. (...)
Pienso ahora en Hiru, un proyecto editorial tan desmesurado como realista, llevado por tres mujeres y un hombre («que es casi una mujer más, cosa que decimos como un gran elogio», decía Eva), uno de los catálogos de ideas de izquierda más intensos, abiertos, revolucionarios y lúcidos habidos en lengua española en las últimas décadas y que Eva solventaba con dinero robado literalmente a sus almuerzos.
Pienso ahora también en Los nuevos cubanos, libro aún inédito, donde Eva entrevistó a campesinos en la provincia de Granma, buscando en ellos el testi- monio de otra vida. De la vida que nacía en las personas que comenzaban a hablar en público, en las discusiones asamblearias entre guajiros curtidos por el hambre. Su interés: la sociología, o más bien, la antropología del «hombre nuevo».
Hace dos años, Eva y Alfonso volvieron a aquel lugar, allí donde había trabajado entonces Eva con otras compañeras. A su regreso de Granma, ella, riéndose sin parar, contaba cómo las «guajiras» la habían reconocido, y sobre todo, cómo mostraban a las «más nuevas» -las más jóvenes- a Alfonso, cual trofeo de guerra, y le llamaban con cariño «el marido de las gallegas». Alfonso reía también.
Pero Alfonso sigue riendo. Quien haya conocido a Eva Forest de la manera en que Alfonso Sastre la ha conocido es poseído ya para siempre por una risa inevitable. (...)