ELECCIONES EN EUSKAL HERRIA
El problema no es Mariné Pueyo, sino los temores de José Luis Lorenzo
Ramón SOLA
La maniobra desatada por los portavoces políticos y mediáticos de UPN-PP sobre el PSN se parece como un calco a la que se puso en marcha hace cuatro años, nada más pasar por las urnas. El partido de Miguel Sanz tenía garantizado el Gobierno sin problemas gracias al chollo de la ilegalización, pero en muchos ayuntamientos su soledad hacía peligrar las varas de mando pese a ser la lista más votada. Así que, como hacen ahora Mariano Rajoy y su coro, se comenzó a apretar las tuercas machaconamente para arrancar al PSN un compromiso de que no se apoyaría en formaciones abertzales, demonizadas entonces especialmente por el pacto PSOE-PP patrocinado por Zapatero.
La maniobra pareció surtir efecto. Apenas ocho días después de las elecciones, Carlos Chivite, entonces secretario de Organización del PSN, afirmaba que sólo votarían a sus candidatos. Pero UPN no se fiaba y exigió más. A dos días de la constitución de los consistorios, el PSN afirmaba ya sin tapujos que no habría pactos con nacionalistas vascos. Y el día anterior se publicaba incluso que la Ejecutiva del PSOE había enviado un mandato expreso a sus candidatos navarros para que en caso de que fueran apoyados por abertzales votaran en blanco y dejaran así terreno libre a los de UPN. Pero llegó el 14 de junio y, para escándalo de la derecha, el PSOE se hizo con cinco de las principales alcaldías navarras a través de pactos con las formaciones que ahora integran NaBai, e incluso con alguna lista de la izquierda abertzale que había pasado el filtro: nada menos que Tafalla, Lizarra, Burlata, Barañain y Zangoza. El PSN se sacudió el chaparrón de críticas del modo habitual: abriendo expedientes disciplinarios de los que nunca más se supo.
Viene esto a cuento del amago de tormenta desatado desde la derecha para tratar de sostener a Yolanda Barcina en la Alcaldía de Iruñea, agarrándose al clavo ardiente de presentar los votos de ANV como apestados. El PSOE parece acusar el golpe, pero el problema en cualquier caso no son sus discursos, que suenan como aquellos compromisos de mayo de 2003, sino la voluntad real que tenga el partido. El problema será, en todo caso, el que vaticinó uno de esos cinco alcaldes: José Luis Lorenzo, de Zangoza, decidió no repetir porque veía a Puras y Chivite más proclives a pactar con UPN.