GARA > Idatzia > Kolaborazioak

Arantza Fernández de Garaialde, Laura González de Txabarri, Josu Egireun, Celina Pereda STEE-EILAS, ELA, ESK y Harresiak Apurtuz, respectivamente

G-8 ilegítimo

Esta cumbre representa más que ninguna otra el dominio neoliberal del mundo y la implantación de sus políticas hace bascular la relación de fuerzas a favor del capital, extendiendo cada vez más la masa de damnificados del planeta y poniendo en riesgo su propia existencia

Este año la reunión del G-8 (EEUU, Canadá, Japón, Alemania, Reino Unido, Francia, Italia y Rusia) se celebrará en Heiligendamm, en el Mar Báltico, a pocos kilómetros de Rostock, bajo la presidencia de la canciller alemana, Angela Merkel. Esta ciudad va a ser también escenario de las protestas que arrecian ante cada cumbre del G-8, como en Génova el 2001, en Evian el 2003 o en Geneagles en 2005.

La agenda de esta cumbre viene marcada por lo que Angela Merkel denomina «crecimiento y responsabilidad», y está dividida en tres grandes bloques: garantizar el crecimiento económico mundial en un contexto en el que instituciones como el FMI, el Banco Mundial o la OMC arrastran una crisis más que larvada; definir las políticas de presión para que Africa elimine todo tipo de barreras al pillaje de la inversión privada, y un brindis al sol sobre el cambio climático, del que Merkel quiere salir como abanderada, al igual que hiciera Blair con la deuda externa en Geneagles: promesa de reducirla a la mitad en un plazo de 5 años... y que a fecha de hoy, según los datos del BM, está lejos de cumplirse. Su monto actual, 2.800 milliardos de dólares USA, se encuentra en su nivel más alto

Y va a estar condicionada tanto por el desorden internacional reinante (emergencia de países como China, India o Brasil que compiten con los del G-8 en el mercado mundial; empantanamiento de las intervenciones militares en Irak y Afganistán, etc.; insolencia de países como Venezuela, Ecuador o Bolivia que cuestionan abiertamente el orden neoliberal reinante...) como por las protestas que levantan las políticas neoliberales a lo largo y ancho del planeta.

Como de costumbre, la reunión del G-8 viene precedida de reuniones ministeriales preparatorias (finanzas, exterior, medio ambiente...) para allanar el camino de los acuerdos y entre ellas queremos destacar la de los ministros de trabajo y empleo que empeñados en dotar de una dimensión social a la globalización concluyeron que la clave está en exigir la aplicación de reformas legales para flexibilizar, aún más, el mercado laboral.

Sin embargo, lo llamativo de este año es que, por primera vez, la reunión del G-8 cuenta con una hoja de ruta marcada por las patronales industriales de los 8 países reunidas el pasado 25 de abril en Berlín. En ese encuentro, la CBI de Gran Bretaña, Cofindustria de Italia, BDI de Alemania, JBF del Japón, RSPP de Rusia, CChC de Canadá, y USCIB de los Estado Unidos, suscribieron un documento («G-8 Business Declaration») en el que, tras recordar la importancia de la economía de los ocho grandes (60% del PIB mundial, 60% de la inversión directa y el 50% del comercio mundial) y señalar la conveniencia del diálogo con los países emergentes, fijaron cuál debe ser el objetivo central del G-8 (garantizar la capacidad competitiva de la empresa privada a la que representan ante la creciente competencia internacional) y defi-nieron los principales ejes de actuación:

a) desbloquear y concluir las estancadas negociaciones de la Ronda de Doha (sobre comercio agrícola, inversiones, privatización de los servicios, etc.) en el seno de la Organización Mundial de Comercio;

b) reforzar las medidas legales sobre patentes y propiedad intelectual a fin de someter al interés del lucro privado el conocimiento humano y el control de los seres vivos del planeta;

c) impulsar la eliminación de cualquier traba legal, social, laboral, medioambiental o que garantice la soberanía de los países sobre sus economías, que impida al capital privado expoliar a placer cualquier zona del planeta; y

d) fijar como objetivo el botín africano, exigiendo el reconocimiento de la iniciativa privada como factor básico de su desarrollo económico y demandando la creación de condiciones favorables -a cargo del erario publico- que garanticen la rentabilidad de las inversiones.

Todo un programa para toda una patronal; todo un ejemplo de «internacionalismo empresarial», que demanda aparcar las disensiones internas en el G8 y le presta su apoyo frente a quienes critican sus decisiones por inapropiadas o ilegítimas. También, todo un ejemplo a seguir para oponerse al G-8 y sus políticas.

Esta cumbre representa más que ninguna otra el dominio neoliberal del mundo y la implantación de sus políticas hace bascular la relación de fuerzas a favor del capital, extendiendo cada vez más la masa de damnificados del planeta y poniendo en riesgo su propia existencia. Por ello, la movilización es más necesaria que nunca: para deslegitimarla y hacer impracticables sus decisiones.

El G-8 sabe, desde la cumbre de 2001 en Génova, que nunca más podrán llevar a cabo esas políticas sin levantar protestas y por eso las celebra en hoteles de lujo sellados a cal y canto como en esta ocasión en Heiligendamm. Y nosotras y nosotros sabemos que para romper esas vallas es necesario movilizarse para construir una relación de fuerzas que las haga impracticables.

Imprimatu 
Gehitu artikuloa: Delicious Zabaldu
Igo