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CRíTICA teatro

Arrebatos

Carlos GIL

Texto de Max Aub que nos muestra a unos asesinos confesos que explican las razones que le llevaron a acabar con sus víctimas. Personas normales, vendedores de cupones, amas de casa, jubilados... cualquiera puede ser un asesino siempre que se le apriete mucho en el callo que más le duele, o que se le lleve a los límites en cuestiones aparentemente nimias pero que, convertidas en fobia u obsesiones, son desencadenantes de estas acciones, de estos crímenes. Arrebatos diversos, que juntos nos dibujan un mapa del homicidio sin grandes motivos, y sin apenas discurso, de los impulsos que nos pueden llevar a todos a llevarnos a alguien al otro mundo. Por molestias de ruido, porque le huele el aliento o porque miente.

En ocasiones, narraciones de tono absurdo, pero que delimitan nuestra capacidad de racionalización hasta dejarlo en el desasosiego, pero que, con el tratamiento escénico dado, estas atrocidades se digieren como asuntos casuales, y los monólogos y diálogos se convierten en coros, en canciones con letras adecuadas a canciones reconocibles, lo que le confiere una cercanía realmente importante.

Un trabajo divertido, ligero, que va a un ritmo endiablado, que deja entrever las capacidades del colectivo y con alguna individualidad sobresaliente. Y sin ningún tipo de alardes, como los personajes de la obra, sencillamente, pero con mucho gusto y logrando los objetivos de comunicación en primer orden.

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