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cinco mujeres hablan sobre sexualidad y cáncer de mama

«El sexo ya no es igual, pero tampoco se acaba»

La sexualidad tiene que ver con todo el cuerpo, no con una sola parte. Esta frase cobra especial revelancia cuando una mujer sufre un cáncer de mama. Las relaciones sexuales con su pareja se trastocan. Hay que reconstruirlas y para ello hace falta mucho diálogo.

Joseba VIVANCO

Mi marido, recuerdo, siempre empezaba por las mamas, porque las tenía muy fibrosas. Para mí fue muy difícil, pero pienso que para él también. Le encantaban mis pechos. Pero pienso que para no hacerme daño, después ya no me tocaba ni siquiera la que tenía. Y yo me encontraba que no era yo, que no era entera, que no le podía ofrecer todo... Él siempre fue muy fogoso y yo no era la misma. Son cosas muy de una, pero es la verdad. Sexualmente, una ya no vuelve a ser la misma». Así de íntima se confiesa Georgina Sastre a sus 66 años, diagnosticada de cáncer de mama hace 21 en uno de sus pechos y hace 16 en el otro. Mastectomizada de ambos, no muestra ningún pudor a la hora de compartir sus experiencias con otras compañeras a las que tampoco les importa sentarse en torno a una grabadora y recordar que, tras la amputación, tras la `quimio', sintieron que dejaban de ser mujeres, ante ellas y ante sus parejas. Hoy, a pesar de las recaídas, de los implantes y de los malos días, un beso, una caricia, una sonrisa de quien les espera en casa cada día les hace sentirse en muchos momentos «divinas de la muerte», como enfatiza Kaika Gil, otra más de ese porcentaje de mujeres que padece o padecerá un tumor de mama.

«Hablar de la sexualidad después de esto es pasar del escaparate de la pareja a lo privado, a la trastienda, como digo yo», reflexiona Miren Barrutia, sicóloga de la Asociación vizcaina de mujeres con cáncer de mama, en cuya sede nos hemos dado cita. «El médico te pregunta en las revisiones por tu estado físico, qué tal estás, pero nunca lo hace por tu vida emocional, de pareja. Una no sabe a quién recurrir para que le ayuden en lo más íntimo», interfiere Mari Jose Macaya, quien a sus 50 años lleva seis conviviendo con el tumor y con un pecho menos.

Entramos en la trastienda de la pareja a la que un día cualquiera un médico les notificó que un cáncer de mama había interrumpido sus vidas, su salud, su papel de mujer, de madre, de esposa, pero también de amante. Las relaciones sexuales son un pilar en el funcionamiento de cualquier pareja. Y un cáncer de mama lo pone a prueba.

«Nos pilla con una edad en la que aún eres joven. Con una actividad sexual que va acorde con la edad, con tu vida... y en mi caso se cortó. Esa actividad ha desaparecido por completo, porque no tienes la misma disposición, las apetencias sexuales se te van porque tienes otras preocupaciones; y es que el cuerpo envejece, de repente, diez años. Y aunque estés mentalmente preparada, al menos en mi caso, físicamente no respondes», detalla.

-«Te llega una especie de menopausia precoz», interrumpe Georgina.

-«Pero cuando te llega la menopausia alguien te explica lo que está pasando, pero aquí...», le apuntilla la propia Mari Jose.

Un cáncer de mama en una mujer y sus consiguientes tratamientos llevan acarreados profundos cambios en la fisonomía corporal de la afectada. Cambios de peso, del color de la piel, hinchazón, dolores, molestias y sequedad vaginal, sangrados, por no hablar de la caída del cabello y el vello, sin olvidar la extirpación de la mama, precisamente el elemento del cuerpo de la mujer con mayor carga simbólica a lo largo de la historia. Incluso el olfato, que para el sexo femenino juega un importante papel en la relación sexual, se resiente por efecto de la radioterapia.

«Son muchos cambios cuando una se mira en el espejo. Una se siente poco atractiva, poco deseada. Y las mujeres necesitamos, mucho más que el hombre, que todo nuestro cuerpo forme parte del placer, que todo nuestro cuerpo sea acariciado y estimulado», desgrana la sicóloga y sexóloga Miren Barrutia.

-«Son los efectos colaterales, que se dice ahora...», acompaña con ironía la propia Mari Jose Macaya.

Otra Mari Jose, Temiño, explica: «En mi caso el problema lo tuve yo. Cuando fui a casa, mi marido no tenía ningún problema en mirarme, en cuidarme, pero yo en lo único que pensaba era en taparme la zona del pecho que me habían quitado». Tiene 41 años y lleva seis operada. «Porque él nunca te dice nada...», añade, mientras las demás presentes asienten casi al unísono.

-«El problema de los hombres es que no expresan sus sentimientos. Nosotras, cuando nos juntamos, nos desahogamos, pero ellos no lo hablan con nadie, ni en casa ni con amigos. Es una parcela muy íntima», afirma Macaya.

-«A mí, el primer día que se me empezó a caer el pelo, me lo cortó él y cuando ya no tenía pelo en ninguna parte del cuerpo, me decía que así ya no gastaría en depilación», cuenta con humor Kaika. «Mira, tengo como un huevito aquí -se señala la zona entre los senos- y Mikel me lo toca y me dice que es como un culito de pollo».

Miren Barrutia, la sicóloga, remarca que «ellas son las protagonistas de esta enfermedad, ellas son las que están sintiendo más esos cambios corporales, ellas tienen por tanto derecho a sentirse menos deseadas, menos atractivas, pero no es menos cierto que el que está enfrente parece que no tiene derecho a no poder desear a su mujer y por ello también se pueden sentir culpables». En lo que todas coinciden es en que una pareja con los cimientos no muy bien asentados es difícil que supere una enfermedad así. «Aquí, nosotras hemos tenido suerte, pero hay cada caso...», apunta Georgina. «Cuando antes de esto había ya problemas... hay muchas parejas que se rompen. La otra persona está bien físicamente, pero tú no puedes darle lo que él quiere», acompaña Mari Jose Macaya.

-«Esto requiere de una pareja con mucho coraje, valentía, mucho tacto y todos no están a la altura. No digo que ellos tengan que ser los protagonistas, pero también tienen que estar ahí...», concluye Miren.

Lo que es evidente es que todo se tambalea alrededor de estas mujeres. Y su vida más íntima, su vida sexual, no es ninguna excepción. Es más, como reconoce la propia sicóloga, el orgasmo es beneficioso para la terapia de la mujer. Pero una se siente «disminuida, no entera», como asiente Georgina cuando recuerda cómo en la playa no podía evitar fijarse con resignación en los pechos de otras mujeres.

«Estas cosas nos bloquean -explica la sicóloga de la asociación-, pero hay que tirar adelante. Hay que tener claro que no sólo está la posibilidad de reconstruir una mama, sino de reconstruir tu identidad femenina, tu vida... El edificio se ha tambaleado, pero hay cosas que ambos, la pareja, debe reaprender: a quererse, a amarse, a mirarse de otra forma... No es que no puedas hacer lo de antes, sino que se puede hacer de otra manera. Pero para eso hace falta, sobre todo, comunicación, mucho diálogo».

El problema es que no estamos muy habituados a hablar de sexualidad, de qué me gusta y qué te gusta, si me ha gustado o te ha gustado. «Una mujer que ha pasado un cáncer de mama también desea, aunque quizá cosas diferentes. Se trata de aprender a pedir al otro lo que queremos. Quizá no vaya a haber penetración, quizá todo no se vaya a reducir al coito, quizá no vayas a hacer un streptease a tu pareja, pero no por ello vamos a renunciar al disfrute y al gozo en el sentido más amplio de la palabra. Se trata de pedir y negociar con el otro», dice.

-«Yo me hice la reconstrucción del pecho, primero por mí, pero después también por mi marido», admite Mari Jose Temiño.

-«Pues yo tengo muy claro que no me lo voy a hacer. Se lo comenté a él y me dijo que lo que yo quisiera. Yo me veo guapa, ¡divina de la muerte!», vuelve a demostrar Kaika esa valentía y optimismo que sólo sabe derrochar quien se aferra a ellas y no las suelta.

-«Una reconstrucción ayuda, pero no quiere decir que tú te vayas a sentir estupenda. Es como cuando te levantas por la mañana y te miras al espejo», interviene Miren Barrutia.

-«Es que primero debes aceptarte a ti misma, porque si no lo haces, ¿cómo lo van a hacer los demás?», añade Macaya.

-«Se trata de sentirte útil para que ver que es mentira que ya no sirves para nada», apostilla Temiño.

-«Y para sentir que seguís siendo mujeres y mujeres que desean, que disfrutan y gozan, que igual no de la misma manera, pero sí de otra», culmina Miren.

Un abrazo, un beso, una caricia, un masaje desde los pies a la cabeza, una sonrisa, gestos envueltos de sexualidad y erotismo y que ya no deja pasar desapercibidos quien en el día a día los da o los recibe. «Si consigues darle la vuelta es una oportunidad para muchas cosas y ellas mismas lo dicen, disfrutar de cosas a las que antes no se prestaba atención», reflexiona la propia sicóloga. «Yo siempre digo que hoy soy mucho más mejor en todos los sentidos», se acepta orgullosa Georgina Sastre. Un beso.

Recomendaciones:

Dialogar

Explica a la pareja que deseas iniciar de nuevo vuestra vida sexual, o bien que, aunque deseas hacerlo, no te sientes preparada y necesitas tiempo para recuperarte.

Retomar

Si la sexualidad ha sido siempre una parte importante de la relación de pareja, es recomendable reanudar las relaciones sexuales lo antes posible tras la cirugía.

Nuevos placeres

Buscar nuevas formas de proporcionar y recibir placer. Dale ideas sobre cómo prefieres que te acaricie, o si lo que deseas es una sexualidad menos genital.

Pareja insegura

Es posible que tu pareja se sienta insegura, que tenga miedo a hacerte daño o que no se atreva a acariciarte cerca de la cicatriz. Ayúdale a superarlo.

Molestias

Las molestias ocasionadas por la sequedad vaginal pueden mejorar y desaparecer empleando lubricantes vaginales antes de mantener cada relación.

La iniciativa

A veces, algunas mujeres interpretan que su pareja ya no la desea; otras veces, ninguno de los dos toma la iniciativa. Evita las malas interpretaciones y habla.

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