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Aniversario de la guerra de los seis días

Israel sigue ocupando el Golán, Gaza y Cisjordania cuarenta años después

La Guerra de los Seis Días, en las que Israel ocupó Gaza, el Sinaí, Cisjordania y los altos del Golán comenzó hace hoy 40 años. En menos de una semana, Israel se impuso a los palestinos, Egipto, Siria y Jordania. Para los judíos comenzó una época en la que se rememoraban el esplendor de la Biblia, las victorias del rey David y la vuelta al Muro de las Lamentaciones. Para miles de palestinos, comenzaba el exilio, la ocupación y la humillación cotidiana.

GARA | JERUSALÉN

El 5 de junio de 1967, hace hoy exactamente 40 años, Israel comenzó lo que se denominó Guerra de los Seis Días, invadiendo Gaza, el Sinaí egipcio, Cisjordania y los Altos del Golán sirios, convirtiéndose en ocupante de estos territorios.

La guerra como tal duró menos de una semana, pero sus efectos continúan después de 40 años, convirtiendo a Palestina en una zona de conflicto permanente e introduciendo, además, un punto de fricción continua en las relaciones de los países árabes y musulmanes con Occidente.

Ayer mismo, blindados israelíes volvieron a invadir Gaza, penetrando en su interior unos dos kilómetros, con el argumento de que era una respuesta al lanzamiento de cohetes artesanales Al Qassam hacia Sderot.

La Guerra de los Seis Días está considerada como «la primera etapa determinante en la historia del mundo árabe moderno», tal y como la describió recientemente Hazem Saghieh, editorialista del diario árabe «Al Hayat», publicado en Londres.

En las semanas que precedieron al conflicto bélico de 1967, Egipto bloqueó el estrecho de Tirán, impidiendo el aprovisionamiento de Israel a través del mar Rojo. Además, grupos armados palestinos hicieron saltar por los aires sistemas de irrigación al norte del Estado hebreo. Cuatro comandos sirios fueron interceptados en suelo israelí.

Por tanto, existía un alto grado de tensión entre Israel y sus vecinos árabes y los palestinos, que se remontaba a 1948, fecha de la Nakbah o Catástrofe como los palestinos denominan la fundación del Estado de Israel, que provocó la primera gran oleada de refugiados palestinos que tuvieron que abandonar sus casas huyendo de los israelíes.

El 5 de junio de 1967, a las siete y diez de la mañana, el Ejército israelí desencadenó la ofensiva. En apenas media hora, 200 cazabombarderos están en el aire y los carros blindados se ponen en movimiento hacia las fronteras con Siria y Egipto.

El primer ministro israelí, Levi Eshkol, dirigió un mensaje al rey Hussein de Jordania: «No emprenderemos ninguna acción contra Jordania si no nos ataca». Jordania atacó, bombardeando Jerusalén y ciudades costeras próximas a Tel Aviv e Israel abrió un tercer frente atacando Jordania e invadiendo Cisjordania.

Para el 10 de junio, la guerra había terminado. Además de Jerusalén Este y Cisjordania, Israel ocupa el Golán sirio y el monte Hermon, que domina tanto Siria como el Líbano; el Sinaí egipcio y la franja de Gaza, entonces bajo administración de El Cairo.

Shock en el mundo árabe

Esta guerra abierta de apenas una semana supuso todo un shock para el mundo árabe. El presidente egipcio Gamal Abdel Nasser está deshecho; Siria y Jordania, derrotadas. Es el fin del panarabismo y aparecen los primeros brotes del islamismo, que se va a convertir en una alternativa para un número creciente de musulmanes en Oriente Próximo y en otras zonas del mundo.

Israel, mientras, embriagado por su victoria, cayó en una euforia sin precedentes. «Existía una sensación de invencibilidad y de retorno a las fuentes de la historia judía», recuerda Ilan Greilsammer, politólogo israelí.

Era una percepción cargada de mesianismo. Los judíos, de hecho, retornaron a lugares bíblicos de carácter sagrado: el Muro de las Lamentaciones en la parte de Jerusalén que se anexionaron, el panteón de los patriarcas en Hebrón o la tumba de José en Nablús.

Y llegaron a estos lugares con la intención de quedarse, a pesar de las órdenes de la resolución 241 del Consejo de Seguridad de la ONU, que exigía la retirada israelí de los territorios ocupados. 40 años después, estos territorios siguen ocupados y bajo dominación israelí. Algunos, pocos, israelies, como el filósofo Yeshayahu Leibovitch, profetizaron desgracias para Israel si se mantenía la ocupación. Pero era como clamar en el desierto en tiempos de Juan el Bautista e Israel se quedó con lo que ocupó.

En este clima de euforia sionista nace el movimiento de los colonos que, en setiembre de 1967, apenas tres meses después de la ocupación de Cisjordania crearon la primera colonia, bautizada como Kfar Etzion.

«Quien vivió esa época no podrá jamás olvidar esa exaltación mesiánica que afectó a toda la población de Israel y a la diáspora en las semanas que siguieron a la victoria», recuerda Israel Harel, una figura histórica entre los colonos.

«En esa época escribimos un nuevo capítulo de la Biblia», añade Hanan Porat, quien participó en el establecimiento de la colonia de Kfar Etzion.

Desde entonces, 260.000 colonos viven en 150 asentamientos en Cisjordania. En agosto de 2005, evacuaron sólo a 8.000, en medio de grandes protestas en la sociedad israelí. Ariel Sharon, el antiguo mentor de los colonos, pasó a convertirse en su enemigo más odiado.

Todos los gobiernos israelíes, desde los laboristas al Likud o al Kadima, han apoyado a los colonos sionistas y su permanencia en Cisjordania.

PAPEL MOJADo

La resolución 242 del Consejo de Seguridad de la ONU ha sido citada en numerosas ocasiones, pero nunca se ha aplicado. Exige la retirada de Israel de los territorios ocupados. Otros países han sido invadidos por no acatar una resolución de la ONU.

MURO DE SEPARACIÓN

Tras la ocupación, Israel procedió a levantar un muro para aislar a Cisjordania. También fue declarado ilegal por el Tribunal Internacional de La Haya, pero Israel ha hecho caso omiso y ha seguido colocando esta barrera.

AMNISTÍA INTERNACIONAL

AI reclamó a Israel que ponga fin a la «apropiación indebida de tierras, los bloqueos y demás violaciones del derecho internacional cometidas bajo la ocupación», aunque reconoce el derecho del Estado de Israel a defenderse de los ataques.

Jerusalén, corazón del conflicto

Jerusalén, ciudad sagrada para las tres grandes religiones monoteístas, se encuentra en el corazón del conflicto en Palestina. Israel la considera como su «capital eterna e indivisible» y estos días celebra el 40 aniversario de lo que llama «reunificación» de Jerusalén. Para los palestinos, en cambio, Al Quds, su nombre en árabe, es la capital soñada de su futuro Estado independiente.

«Hemos reunificado Jerusalén. Hemos retornado al más santo de nuestros lugares santos para no abandonarlo jamás», proclamó el entonces ministro de Defensa, Moshe Dayan. Días más tarde, los límites del municipio fueron alterados unilateralmente hacia el este, despreciando el derecho internacional y las resoluciones de la ONU que prohibían modificar el status quo de los territorios ocupados. Todo para asegurar el dominio judío de su ciudad santa.

Para asegurar el control de Jerusalén, las autoridades israelíes limitaron el retorno a la ciudad de refugiados palestinos y construyeron nuevos barrios judíos. Los palestinos que se quedaron accedieron a documentos de identidad israelíes, pero nunca se les han reconocido los mismos derechos que a sus vecinos judíos.

Cuarenta años más tarde, los ciudadanos palestinos de Jerusalén están separados de los de Cisjordania por un cinturón de colonias judías, además de los sempiternos controles del Ejército israelí, que impiden una mínima libertad de movimientos en los territorios ocupados.

Un tercio de los vecinos de Jerusalén es palestino y de ellos, el 70% está por debajo del umbral de la pobreza. Sin embargo, no tienen acceso a los beneficios sociales del Ayuntamiento controlado por los hebreos. GARA

apartheid

El ministro palestino de Información, Mustafa Barghuthi, declaró que «tras 40 años la ocupación se ha convertido en un sistema de apartheid mucho peor que el que se instauró en Sudáfrica», según informó la agencia palestina Ma'an.

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