Belen Martinez Analista social
Es necesario e imperativo erradicar la tortura
Con los tratos crueles, inhumanos y degradantes a los que fue sometida Elena quisieron despojarla de la «constelación identitaria que la constituye como persona», mofándose de su singularidad como grupo y como mujer
Gracias a la difusión de las imágenes grabadas por las cámaras ocultas instaladas por la División de Asuntos Internos de los Mossos d'Esquadra en la comisaría de las Cortes de Barcelona, hemos podido ver cómo una mossa abofetea a Elena P. y otras dos la tiran al suelo y le quitan la ropa por la fuerza. Elena declaró que se burlaban de su acento, de su ropa interior y de su manicura.
Un parte médico del hospital Vall d'Hebron, al que acudió Elena tras su salida de la comisaría de las Cortes, refleja la existencia de 38 hematomas al abandonar las dependencias policiales. El Departamento de Interior de la Generalitat suspendió de empleo y sueldo a una de las agentes, hasta que la Justicia se pronuncie.
Me llama la atención el tratamiento que el sexo de las mossas recibe en el contenido de la noticia.
Paralelamente a un proceso de feminización de las diferentes policías, asistimos a una crisis del modelo policial de prevención y proximidad ciudadana, más acentuada tras el 11-S, de manera que la lógica securitaria es más militar que propiamente policial. Como consecuencia, la mediación y la negociación ceden el paso a métodos más expeditivos: una violencia codificada, proporcionada, dirigida a disminuir la tensión, se transforma en un uso desmesurado de la violencia, creando más violencia y aumentando la tensión.
En la lógica securitaria se valoran atributos ligados a la virilidad hegemónica: la fuerza (física), la bravura y la capacidad para el combate, mientras que características ligadas a la feminidad experimentan una descualificación: la empatía, las emociones, la compasión formarían parte del «ser blandengue». Oponiendo esas dos identidades de género, los factores ligados a la virilidad formarían parte de las competencias profesionales. No soy una experta en la materia, pero me imagino que las y los policías desarrollarán mecanismos de defensa individual y (sobre todo) colectiva para limitar o reducir el sufrimiento provocado por el miedo (en el contexto laboral). Es decir que la virilidad así entendida sería una forma de (auto)defensa contra ese miedo.
Si bien la identidad de género se adquiere en la socialización primaria, durante la infancia y adolescencia, la socialización profesional puede contribuir a recomponer esas identidades de género. Las mossas que infligen malos tratos a Elena, Lynndie England en Abu Ghraib y las policías que infligen malos tratos, abusos o tortura han debido, entre otras cosas, desarrollar aptitudes para sobrellevar e infligir diferentes formas de violencia física y verbal en su trabajo.
Hemos podido ver los tratos crueles, inhumanos y degradantes a los que fue sometida Elena. Como diría Vignar, quisieron despojarla de la «constelación identitaria que la constituye como persona», mofándose de su singularidad como grupo y como mujer (acento, ropa interior, manicura). No lo consiguieron. ¡Hágase Justicia! Con ella y todas las víctimas de la tortura