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Contrapeso a la dejadez de las autoridades hacia el centro Paco Rabanne en Pasaia

Los alumnos de sexto curso de la Escuela Superior de Arquitectura de Donostia esperaban entre impacientes y nerviosos las valoraciones del modisto Paco Rabanne de sus proyectos sobre el centro expositivo con su nombre que se quiere construir en Pasaia.

Kristina MARTÍN

Rabanne insiste en que no desea un museo al uso, sino un espacio dinámico, donde además de exponer sus diseños, se organicen talleres donde los jóvenes puedan aprender sin los corsés de la enseñanza reglada.

De madre vasca y padre andaluz, Francisco Rabaneda Cuervo nació en Trintxerpe (Pasaia) en 1934. El modisto, sin embargo, ha pasado la mayor parte de su vida en el Estado francés, ya que en plena Guerra del 36 su padre -jefe del Ejército Republicano- fue fusilado y tuvo que exiliarse junto con su familia.

Tras una larga, prolífica y reconocida trayectoria en el mundo de la moda, no han sido pocos los que han reivindicado un centro Paco Rabanne en Pasaia. Y al modisto no le faltan pretendientes. En Catalunya le han propuesto construir una fundación con su nombre, pero él está empeñado en que sea en su localidad natal. «No comprendo por qué no se sirven de mi nombre, de la notoriedad que he logrado en mis 45 años de carrera, para promocionar esta zona tan degradada», se preguntaba ayer el diseñador. «Sería un aliciente para que japoneses, alemanes... los turistas, vinieran a visitar la localidad», añadió.

El proyecto de centro-escuela viene coleando desde hace varios años, pero los intereses político-económicos han impedido su materialización. En octubre de 2003, Rabanne acudía a la presentación de lo que parecía un proyecto definido, pero todo quedó en agua de borrajas. «En todo proyecto de arquitectura está implicada la política», reafirmaba Rabanne.

Ante la indolencia de las autoridades vascas implicadas, los «futuros arquitectos vascos», tal y como los definió ayer Rabanne, han dado un paso adelante y han diseñado varios proyectos partiendo de un edificio ya existente ubicado en La Herrera, en Trintxerpe.

El famoso modisto, que también estudió Arquitectura, si bien nunca ha ejercido, consideró «interesantes» algunas de las propuestas de los alumnos. Cuando algún diseño le llamaba la atención, hacía acercarse al autor y le daba su opinión de primera mano. Rabanne destacó el proyecto de una alumna precisamente por su sencillez. «Es una obra sencilla y a la vez poética y con mucha fuerza. Las grandes ideas son las más sencillas. A menudo, la gente no se atreve a presentarlas por esta razón e intenta hacer cosas muy complejas», lo que es una equivocación, matizó.

Respetar el movimiento

El modisto dijo utilizar este concepto en la elaboración de sus modelos. «Mis creaciones son sencillas. Me baso en el cuerpo de la mujer y mi objetivo es respetar el movimiento del cuerpo humano. Por eso mis diseños nunca se pueden pasar de moda». También toma prestados para su moda otros conceptos propios de la arquitectura. «La moda es un arte menor y las artes menores deben estar en armonía con las artes mayores, como la arquitectura o la escultura», prosiguió.

Ante la pregunta de si quedaría bien un edificio vanguardista en la Bahía de Pasaia, Rabanne defendió la compatibilidad entre lo moderno y el pasado. «¿Cree que el Guggenheim está fuera de lugar en la ría?», rebatió. El modisto puso como ejemplo el cambio que ha experimentado Bilbo para demostrar que es posible recuperar una ciudad que parecía insalvable.

Rabanne no olvidó alabar el mérito de los alumnos de la Escuela Técnica de Donostia, porque, a su juicio, es muy difícil lograr el diseño innovador y atractivo que requiere un espacio de moda basándose en un edificio «cerrado y banal» ya construido, puesto que limita enormemente al arquitecto.

Él sí se liberó convenientemente de los límites. Así lo demuestra su personal estilo en la moda: sus piezas de bisutería y botones de plástico, sus modelos de metal y sus vestidos de papel convertidos en alta costura.

El diseñador de moda ofreció, por último, unos consejos a los estudiantes. «El arquitecto debe ser más que un técnico. Tiene que permitirse soñar, un punto de locura, para después volver al pragmatismo y construir el edificio», afirmó. «Si no estamos locos, no podemos concebir cosas nuevas y si somos 100% técnicos sólo vamos a hacer cosas feas».

¿Que cuál es mi edificio ideal? El que no se ha hecho todavía.

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