Divergencia. Quizá esta podría ser la palabra que defina la carrera cinematográfica de Terry Gilliam, una carrera al margen de intereses comerciales y al servicio del poder de la imaginación. Una imaginación que no todos somos capaces de digerir. Aburrido del cine que promueven las grandes productoras, Terry Gilliam trata de sobrevivir al margen de una industria sin imaginación y extremadamente conservadora como para aceptar sus propuestas. Autor de culto para los miles de sus seguidores, el ex Monty Python es ese tipo que, en «La vida de Brian», aparece en taparrabos e impregnado de barro empuñando una especie de lanza con dos manos cortadas clavadas en la misma. Una imagen que ciertamente altera los estados de la con(s)ciencia. Como toda su cinematografía, pura, al margen, provocando a la realidad. Universos anormales, héroes poco convencionales, los sueños de Gilliam convertidos en películas provocan la inquietud del espectador. Sus obras, alejadas de la estética y la narración convencional, poseen miles de detalles en cada secuencia. Barrocas y temerariamente románticas, el autor de «Brazil» redescubre los matices más extraños de nuestra existencia en cada una de sus arriesgadas apuestas.

La última lleva el nombre de «Tideland, La tierra de las mareas» y es una de esas películas que le deja a una sin habla. Solamente es posible introducirse en el universo fílmico que crea Gilliam en este filme si dejamos que la niña de la película nos guíe a través del submundo «inocente» en el que habita. De gran poder visual y con una niña fantástica como actriz principal, Jodelle Ferland, me es difícil encontrar palabras para definir el derroche imaginativo al que se asiste al verla. Claro que solo un productor como el indi Jeremy Thomas permitiría que Gilliam diera rienda suelta a su imaginación más desbordante y dolorosa... Basada en la novela de Mitch Callum, «Tideland» es una historia que explora la capacidad de supervivencia de una niña en circunstancias insólitas. Las historia nos habla de una niña, hija de una pareja de yonquis, que se cría en una casa destartalada en la que la adulta es ella. Tras morir su madre repentinamente, padre e hija se trasladan a una desvencijada mansión en el campo. Cuando el padre muere, la niña construye un mundo imaginario poblado por extraños personajes. Una película no apta para pieles sensibles, pero hecha con ternura.