Protagonistas Alberto Fernández de la Puebla
El líder, «un escalador puro y duro», otra joya amarilla
A sus 22 años, ya se había destapado con su victoria en El Acebo en la Vuelta a Asturias, aunque su misión era, y es, la de ayudar a sus jefes de fila
Unai IRARAGORRI | EIBAR
Alberto Fernández de la Puebla dio «la campanada» ayer en la primera etapa de la Euskal Bizikleta. El primer «gong» llegó en la Vuelta a Asturias en la cima del alto de El Acebo y el segundo ayer. El madrileño, de 22 años, no se esperaba ninguna de las dos victorias, pero se ha destapado como un escalador a tener muy en cuenta. Dice ser «tranquilo», pero en cuanto la carretera se empina saca a relucir «la rabia», representada por un espectacular tatuaje de un diablo en la pierna derecha.
Ayer, antes de tomar la salida y de su flamante triunfo en Tolosa, quisimos descubrir a un nuevo diamante amarillo de Josean Fernández Matxin y Sabino Angoitia en el Saunier Duval.
El de Coslada cumple su segundo año en la categoría y confiesa que «nunca» se había imaginado «ganar tan pronto».
En Asturias, su tarea era la de ayudar a Koldo Gil. «Mi tarea era trabajar para Koldo. Según arranque, pensé `ya me cogerán', pero cada vez veía el triunfo más cerca. Lo recuerdo y se me ponen los pelos de punta. Tiene un sabor especial».
Los ciclistas suelen ser bastante pupas y nunca se hallan en su mejor momento. En Eibar mostraba sus dudas. «A la Euskal llegó un poco flojo, no mal del todo, porque vengo de competir en Catalunya y me toca levantar un poco el pie». En las rampas de Santa Ageda se desdijo. Salió el diablo. «Creo que refleja lo que llevo dentro. Aunque soy tranquilo, cuando me sale la rabia, exploto de verdad».
«Los altos aquí son cortos»
En cualquier caso, su misión en la salida y también en la meta de Tolosa era clara: «Ayudar a Gómez Marchante». Tras su victoria en El Acebo, se muestra más ambicioso. «Si suena la campana intentaré aprovechar la oportunidad».
Se define como «un escalador puro y duro, cien por cien», y el terreno de la Euskal es «ideal», aunque matiza. «Soy más de puertos largos y en el País Vasco son más cortos y explosivos, pero siempre que sea para arriba me viene bien el terreno».
«Cuanto más largo sea un puerto, mejor, es donde mejor me desenvuelvo. En las subidas lo paso mal en los dos primeros kilómetros y aquí en País Vasco los altos tienen tres... Son cortos y no me va a dar tiempo a encontrarme bien», bromeaba ayer antes de tomar la salida.
Su talón de aquiles es, por ahora, la contrarreloj, especialidad en la que espera mejorar. «Todavía somos jóvenes y lo primero es buscar un hueco seguro en la carretera», decía cauto.
Y es que las pasó moradas en su debut el año pasado. «Los tres primeros meses, hasta después de París-Niza, fue un escalón muy duro. Me ajustaron las tuercas un poco en el equipo, y poco a poco fui a mejor».
Asegura que su mayor «virtud» es ser «un poco pasota. Pasas de amateur, estas rodeado de amigos, siempre de risas y de juerga, llegas aquí y esto es más serio. No me dí cuenta, fue un fallo importante, y es como todo, hay que aprender a base de palos. Mientras que se corrijan los fallos todo va bien, para eso están los jefes». Se refiere a Angoitia y Matxin, «de los que no se puede tener ninguna queja».
Simoni, Gómez Marchante, Piepoli, Mayo... Alberto tiene donde fijarse y maestros de la escalada de los que aprender. «Es difícil, pero siempre se sueña con intentar parecerse en algo a ellos. Me asemejo más a Leo -Piepoli-, soy más de subida progresiva, no de arrancada», aclara.
El madrileño se siente encantado de correr en Euskal Herria. De hecho, su primer triunfo en amateur y en Saunier Duval lo consiguió en la Subida a Gorla en Bergara en la temporada 2004. «Aquí está el ciclismo, es donde se cuece todo este mundo y donde hay más afición. Están las mejores carreras; y si lo comparamos, Madrid, no le llega ni a la altura de los zapatos».
U.I.