ANALISIS
Decisión tomada hace tiempo
Arnaldo Otegi ha sido encarcelado por las opiniones manifestadas en el XXV aniversario de que el Batallón Vasco Español matara a «Argala». No todas las víctimas tienen la misma consideración, ni todos los interlocutores políticos tampoco. Lo han detenido para salvar las urgencias propagandísticas del Gobierno, pero la decisión de pedir su prisión fue tomada en pleno alto el fuego de ETA. Mientras Otegi se reunía en octubre con dirigentes del PSE para tratar de acordar las bases de una futura mesa de partidos, la Fiscalía, a las órdenes del Gobierno, planeaba su encarcelamiento
Iñaki IRIONDO
Aunque nunca le han faltado dirigentes carismáticos a lo largo de su historia, la izquierda abertzale ha sido poco dada a personalizar sus liderazgos. Sin embargo, han sido los propios compañeros de dirección quienes en diferentes ocasiones han calificado a Arnaldo Otegi como «la persona más referencial y el interlocutor máximo de Batasuna».
Pero Arnaldo Otegi no sólo es una referencia interna para Batasuna y su orador más solicitado, sino que a la vez constituye la imagen de la oferta de Anoeta, es el mahaikide que tiene línea abierta con Lehendakaritza y con multitud de dirigentes políticos de dentro y fuera de Euskal Herria, con sindicalistas y hasta con la cúpula eclesiástica. Es, además, el hombre que durante años ha mantenido hilo directo con el presidente del PSE, Jesús Eguiguren, una relación cuya trascendencia política, a pesar de la coyuntura actual, a nadie se le escapa.
El propio Otegi está obligado a decir -porque de hecho lo cree así sinceramente- que los avatares que puede sufrir personalmente no han de influir en el proceso de normalización democrática que la izquierda abertzale sigue empeñada en abrir. Pero encarcelar a un líder político de sus características no es irrelevante. No lo es nunca, y mucho menos ahora.
El encarcelamiento de Arnaldo Otegi aparece como parte de la «respuesta» del Gobierno al alto el fuego de ETA. Incluso los portavoces de la izquierda abertzale lo han presentado como una venganza gubernamental adoptada en este contexto. Probablemente las formas en las que se ha producido la detención y el ingreso en prisión tengan que ver con las urgencias propagandísticas de Zapatero y Rubalcaba. Otegi no iba a sustraerse a la actuación de la Audiencia Nacional -nunca lo ha hecho hasta la fecha- y la fórmula que se ha empleado con muchas otras personas condenadas ha sido la de comunicarles la decisión judicial y darles un plazo para ingresar en prisión. De hecho, algunos ilustres condenados del PSOE, con penas pendientes mucho mayores que la del dirigente abertzale, tuvieron incluso la oportunidad de elegir la cárcel a la que presentarse.
Pero al margen del efectismo buscado con la detención sin previo aviso, hay indicios para pensar que la decisión de volver a encarcelar a Arnaldo Otegi estaba tomada hace tiempo. Influidos por los últimos acontecimientos no podemos olvidar que fue el pasado 24 de mayo cuando la Fiscalía pidió al Tribunal Supremo que confirmara la sentencia de la Audiencia Nacional que le condenaba a 15 meses de cárcel y 7 años de inhabilitación por «enaltecimiento del terrorismo» al participar en un acto de recuerdo en el XXV aniversario de la muerte de José Miguel Beñaran Ordeñan, Argala (una víctima del terrorismo). Es más, el informe de la Fiscalía está fechado el 10 de octubre de 2006. Es decir, mientras Otegi estaba participando en Loiola en reuniones con representantes de PNV y PSE para forjar las bases de una futura mesa de partidos, la Fiscalía, a las órdenes del Gobierno, ya estaba planificando su encarcelamiento.
Tampoco puede olvidarse que el juicio por la participación en el acto de recuerdo a Argala tuvo lugar el 10 de abril, dos semanas después de que ETA anunciara su alto el fuego, y que en aquellas fechas de euforia colectiva el fiscal jefe en funciones de la Audiencia Nacional, Jesús Santos, no tuvo ningún inconveniente en pedir los 15 meses de prisión, los mismos que finalmente le impuso el tribunal el 27 de abril.
Mantener a Arnaldo Otegi con la amenaza de su encarcelamiento ha sido una de las constantes de la estrategia del PSOE. Lo puso entre rejas el 25 de mayo de 2005 -a poco más de un mes del triunfo electoral de EHAK en las autonómicas de la CAV- y si pudo salir tras pagar la cuantiosa fianza de 400.000 euros fue porque el juez desoyó la exigencia de la Fiscalía de que dictara prisión incondicional.
Arnaldo Otegi volvió a ser encarcelado a la semana del anuncio del alto el fuego de ETA, a la espera de que pagara una fianza de 250.000 euros.
Con cada fianza pagada, Otegi recuperaba cierta libertad de movimientos al tiempo que iba hipotecando su vida.
Son datos que pocas veces trascienden, pero que convienen ser tenidos en cuenta cuando después se va a hablar -como tantas veces ha hecho, por ejemplo, Josu Jon Imaz- de que no se puede sentar en una mesa en la que parte de los interlocutores están amenazados. Hoy el principal interlocutor de la izquierda abertzale no está amenazado, está encarcelado por el mero hecho de opinar en público y por ser él quien es.