Día de alcohólicos anónimos
«Me llamo Rafael y soy un enfermo alcohólico»
«Me llamo Rafael, soy un enfermo alcohólico y hoy no he bebido». Así es como se presentan ante sus compañeros los asistentes a las reuniones de Alcohólicos Anónimos.
Iñaki VIGOR
Rafael es un vecino de Iruñerria de 60 años de edad, lleva asistiendo a las reuniones de Alcohólicos Anónimos desde hace diez y ha aprendido a vivir sin consumir ni una gota de alcohol. Desde que pidió ayuda, conoció esta asociación y apartó el alcohol de su vida, ha conseguido mejorar en todos los ámbitos de su vida y poner «un poco de orden» en su entorno familiar. «Ahora vivo muy bien, vivo muy feliz», resume.
Como otras muchas personas adictas a la bebida, Rafael señala que «uno no se vuelve alcohólico de un día para otro», y recuerda que él comenzó a consumir alcohol cuando tenía unos 25 años. «A esa edad yo no le daba importancia, pero ya comenzó a darme problemas, hasta tal punto que puso en peligro mi familia y mi trabajo. Yo bebía cualquier cosa que tuviera alcohol. Me gustaba mucho el coñac, pero lo que más me gustaba era el vino, quizás porque en aquellos años se bebía mucho vino. Me gustaba de todo. No estaba reñido con ninguna bebida que tuviera alcohol», reconoce.
¿Y cómo empezó a beber, qué es lo que le impulsó a hacerlo? «No sabría decir exactamente por qué -responde Rafael-. Quizás por mi timidez, mis soledades, mis frustraciones... No sabría decirlo. El alcohol me ayudaba a relacionarme mejor con los demás, me pareció que me servía para vencer o sobrellevar estas cosas. Por eso, seguí echando mano del alcohol, usándolo cada día un poco más. No pensaba que con el tiempo iba a ser un gran problema para mí, como así sucedió, claro. El alcohol, que en algún tiempo parecía ayudarme en el día a día, acabó por hacerme sentirme peor».
A medida que transcurrían los años, los problemas derivados del consumo de alcohol iban siendo cada vez más serios, hasta que llegó un momento en que decidió pedir ayuda. «El alcohol ya era más fuerte que yo, no podía más. Se me estaban cerrando todas las puertas y no tuve más remedio que pedir ayuda, porque de lo contrario iba a acabar mal. El alcohol te va cogiendo del cuello, y como te descuides, te ahoga. «Tienes que ir a algún sitio, Rafael» -me decía la mujer-. Así no podemos continuar. Tenemos dos hijos, mira cómo te ven. Con el alcohol que te compro, no te llega». Aquello me llegaba al corazón, porque mi mujer tenía más razón que un santo, pero yo solo no podía dejar aquella adicción».
Rafael se hizo muchas promesas a sí mismo y a su mujer de que iba a dejar la bebida, pero no pudo cumplir ninguna. Al final, recurrió a Alcohólicos Anónimos, donde recibió una gran ayuda por parte de sus compañeros. A partir de que dio aquel primer paso, la vida le cambió por completo.
«En el grupo nos sentimos entendidos»
«En el grupo, nosotros nos sentimos entendidos, cosa que no ocurre en la calle. En Estados Unidos el problema del alcoholismo está mejor tratado, con más sensibilidad, pero aquí parece que somos unos viciosos. Es una enfermedad que está mal vista, por eso se le llama la enfermedad de la vergüenza. Además -añade-, en el grupo aprendemos a vivir con la enfermedad».
Después de tantos años de adicción, este alcohólico anónimo admite que tenía «problemas de todo tipo, en el trabajo, en la calle, en las relaciones sociales...» y que su salud estaba muy deteriorada. «El alcohol te deja el hígado hecho polvo, pero también te causa lagunas mentales. Después de una tarde o una noche que has ido a beber, te levantas al día siguiente y no sabes dónde has dejado el coche ni qué has hecho. Llega un momento en que bebes a solas, bebes a escondidas, bebes por las mañanas, a cualquier hora, y vienen las grandes borracheras. Luego vas a casa y la esposa y los hijos te ven cómo llegas, en el trabajo también andas mal. Es un desastre total», resume.
Tras su paso por los grupos de auto-ayuda, Rafael lanza un mensaje de esperanza a las personas adictas al alcohol. Así, recuerda que «millones de personas se han recuperado» y que el alcoholismo es «una enfermedad que puede ser detenida si se deja de beber, pero si se sigue bebiendo, va a más».
Los asistentes a las reuniones de Alcohólicos Anónimos siguen un programa que les ayuda a convivir con la enfermedad. «Eso sí, se requiere un cambio de actitud. Sobre todo -remarca Rafael-, tienes que aceptar tu enfermedad y tu problema. Eso es fundamental. Si no, es muy difícil superarla, no hay solución. Es importante aprender a perdonarte y a perdonar. También tienes que seguir un programa que se basa en doce pasos: los tres primeros son de aceptación, y el resto son de trabajo personal. Si sigues el programa, consigues superar el problema, tal como hemos hecho muchas personas».
Desde la experiencia que ha vivido, advierte de que, para una persona alcohólica, existen obstáculos que dificultan su recuperación en el día a día, pero insiste en que se puede salir de este círculo. «Si tu forma de beber te preocupa, si ves que la bebida te está causando problemas, pide ayuda, como hice yo. Para mí, esto ha sido una tabla de salvación. Esta tabla es muy grande y caben muchas manos más. No esperes tanto tiempo como yo», recomienda Rafael, que ya llevo diez años sin probar el alcohol.
Otro aspecto que considera fundamental para superar el problema es aceptarse a sí mismo. «Una vez que aceptas tu propio alcoholismo -narra sus propias vivencias-, acabas reconociendo que no puedes más, y al final acudes a reuniones con otras personas que tienen tu mismo problema».
Gracias a estas reuniones logró superar su problema de alcoholismo y encontrar una gran mejoría en todos los ámbitos de su vida, tanto en el personal como en el familiar, social y laboral. «En ellas aprendí a afrontar lo bueno y lo malo de la vida. Estas reuniones son imprescindibles, no hay otra manera de superar esta enfermedad. En el grupo compartimos nuestras experiencias, y eso es básico para mantenernos sobrios. Antes creías que el alcohol te hace sentirte más libre, pero en realidad -agrega Rafael- te hace una persona más prisionera. Cuando dejas de beber es realmente cuando descubres la verdadera libertad».
«Me llamo Jesús, soy un enfermo alcohólico, me encuentro bien y no he bebido». Así se presenta en el grupo de auto-ayuda otro miembro de Alcohólicos Anónimos, comunidad en la que lleva dos años y dos meses.
Jesús tiene ahora 57 años, y recuerda perfectamente todo su pasado dependiente del alcohol. «Como casi todo el mundo, yo empecé a beber socialmente a los 16-17 años. Salía con la cuadrilla de amigos. Entonces no bebía todos los días y no tenía problemas. Me tomaba un par de vinos, un cubata y a casa. Pero a los 25 años o así, la cosa empezó a cambiar. Los amigos bebían bastante, pero cuando a las tres de la madrugada ellos se iban a casa, yo me iba por otro sendero, a seguir bebiendo. Igual me pegaba tres o cuatro días de marcha», se sincera, al tiempo que reconoce que luego tenía «muchísimas lagunas mentales».
«¿Que qué bebía? Yo he sido de beber cubatas -responde de inmediato-, y llegaba un punto en que me descontrolaba. No pensaba más que en marcha y más marcha. Imagínate cuatro días sin aparecer por casa y luego otro día durmiendo. Aquello era un desastre, una vida totalmente ingobernable. Emocionalmente vivía por impulsos. Mi interior estaba vacío, destrozado. Vivía por inercia, porque hay que vivir y nada más. No tenía sentimientos ni nada».
Los problemas en el trabajo y en la familia eran cada vez más fuertes en la vida de Jesús, hasta que llegó a una situación insostenible. «Llega un momento en que te lo planteas en serio. Las hijas piensan que eres un cabrón, y ves que eso no puede seguir así, que tienes que cambiar. Un día me levanté de la cama con un gran pedo, llamé a un amigo que estaba en Alcohólicos Anónimos, le dije que estaba hecho polvo, y desde entonces, ahí estoy», explica Jesús con total naturalidad. Su sinceridad le lleva ahora a reconocer que estaba «totalmente equivocado» cuando él pensaba que era una persona «perfecta» en los años en que dependía totalmente del alcohol.
«Por suerte, no he perdido la vida»
Al igual que le ocurrió a su compañero Rafael, la vida de Jesús cambió por completo dentro de Alcohólicos Anónimos, donde destaca la importancia de seguir el programa de recuperación.
«Nadie te obliga a hacerlo, pero lo tienes que seguir por tu bienestar interno. El ir a las reuniones es importantísimo, porque escuchas a los compañeros y sacas tus propias conclusiones. Allí ves que no todos tenemos la misma forma de beber, pero el problema es el mismo. Por suerte, yo no he tenido problemas físicos, pero ésta también es una enfermedad del alma. He tenido problemas mentales y unas lagunas terribles. Al día siguiente de beber, había ocho, nueve, diez horas que no sabía dónde había estado. Por suerte, no he perdido la vida con el coche, porque igual me iba conduciendo hasta casa dios en estado etílico. Era un desastre», resume su pasado como adicto.
Hoy en día, después de un par de años asistiendo a las reuniones, se considera que es «otra persona», alguien que ha dado una vuelta de 180 grados, un giro total en su comportamiento. «Ahora me he dado cuenta de que antes no me quería a mí mismo. Aquí he aprendido a quererme a mí mismo, y transmito alegría y felicidad. Yo siempre he sido infeliz. Me levantaba, iba a trabajar... pero lo hacía por inercia, porque hay que hacerlo. Ahora es distinto. Mis hijas me adoran, me han adorado siempre, pero es ahora cuando me doy cuenta de ello. Yo he tenido la suerte de que la mujer y las hijas me han aguantado. Otros se han separado o se han matado en la carretera», constata Jesús.
A su juicio, la gran ventaja de esta enfermedad es que «la puedes parar tú mismo, decidiendo no beber», pero insiste en que se trata de una decisión personal.
«Yo me acepto que he sido alcohólico. Eso no es ningún deshonor para mí, aunque socialmente no esté muy bien visto, porque se piensa que el alcohólico es una persona que está tirada. Si decides dejar de beber, tienes que hacerlo por tí mismo. Como lo hagas por los demás, o porque te van a echar del trabajo, no consigues nada. Cuando yo vi a otros compañeros que llevaban años sin beber, me dije: ¡Qué pasa, que si éste ha podido yo no voy a poder? Le eché dos cojones y ahora soy una persona que no bebo. Si estoy de cena o salgo con los amigos, no echo en falta el alcohol. Muchos piensan que si no bebes, eres un triste y un aburrido, pero yo me lo paso de maravilla. Ahora me doy de cuenta de todo, y antes no me daba cuenta de nada. Me pillaba unos ciegos de la hostia y era un pringado. Ahora tengo la conciencia las 24 horas del día, y así pienso seguir», afirma convencido.
«Lo que allí se dice, allí se queda»
El anonimato es un requisito imprescindible entre todos los miembros que asisten a las reuniones de estos grupos, con la finalidad de «proteger» al recién llegado. «Lo que allí se dice, allí se queda -resume Rafael-. La mayoría de las personas de Alcohólicos Anónimos nos conocemos sólo por el nombre. El hecho de tener una enfermedad común, que es el alcoholismo, hace que nos entendamos de una manera especial».
Para ser miembros de Alcohólicos Anónimos no hay ningún tipo de requisito, sólo el verdadero deseo de dejar la bebida. Las personas que asisten no pagan nada, si bien a lo largo de la reunión se pasa una bolsa y cada cual, de forma anónima y voluntaria, echa lo que quiere. Los fondos que se recogen son principalmente para transmitir el mensaje de Alcohólicos Anónimos a otras personas que sufren este mismo problema.
Esta comunidad no está afiliada a ninguna secta, religión, partido político, ni organización, y tampoco entra en controversias. «Esto no quiere decir que seamos ajenos a los acontecimientos que hay en el mundo -matiza Rafael-, pero nuestro objetivo principal es mantenernos sobrios».
Para conmemorar el Día de Alcohólicos Anónimos, mañana, lunes, se celebrará una jornada en el local de usos múltiples del Ayuntamiento de Barañain, consistente en una charla abierta a todo aquel que quiera asistir. La charla comenzará a las 19.30 y está anunciada la presencia de Juan Manuel Fernández Martínez, presidente del Tribunal Superior de Justicia de Nafarroa.
Las personas que deseen contactar con Alcohólicos Anónimos pueden llamar a los teléfonos 609-478341 y 948-241010.
«Yo bebía cualquier cosa que tuviera alcohol. Me gustaba mucho el coñac, pero sobre todo el vino, porque en aquellos años se bebía mucho vino. Bueno, me gustaba de todo. No estaba reñido con ninguna bebida que tuviera alcohol».
«El alcohol me ayudaba a relacionarme mejor con los demás. Seguí echando mano del alcohol, usándolo cada día un poco más. No pensaba que con el tiempo iba a ser un gran problema para mí. Llegó un momento en que era más fuerte que yo».
«Yo he sido de beber cubatas. Llegaba un punto en que me descontrolaba. No pensaba más que en marcha y más marcha. Imagínate cuatro días sin aparecer por casa y luego otro durmiendo. Era un desastre. No tenía sentimientos ni nada».
«Ahora es distinto. Mis hijas me adoran. Me han adorado siempre, pero es ahora cuando me doy de cuenta de ello. Yo he tenido la suerte de que la mujer y las hijas me han aguantado. Otros se han separado o se han matado en la carretera».
El 11 de junio se celebra en más de 150 países el Día de Alcohólicos Anónimos. En esta fecha se recuerda que en el año 1935 dos estadounidenses adictos al alcohol, con la salud muy deteriorada, comprobaron que su capacidad para mantenerse sobrios estaba vinculada al estímulo que se daban y recibían uno del otro. Había nacido Alcohólicos Anónimos. Para festejar aquella fecha se organizan diversos actos encaminados a dar a conocer el programa de recuperación que impulsa esta asociación. Desde entonces, más de dos millones de alcohólicos se han recuperado en todo el mundo, y en estos 150 países siguen funcionando unos 90.000 grupos de auto-ayuda.
Alcohólicos Anónimos comenzó a funcionar en Nafarroa hace poco más de cuatro décadas, gracias al impulso del siquiatra Federico Soto. En estos momentos funcionan en el herrialde doce grupos que actúan de manera autónoma, tres de ellos en Iruñea y el resto en otras localidades. En estos doce grupos se están recuperando alrededor de 150 personas, de las que un tercio son mujeres.
367,5
de euros. Ese es el coste calculado de las labores de reconstruccion. Ademas de la region de Cachemira, el territorio hacia NSDF SDF SDFSDFSS FSDF SDD SFSDFSepal y Butai como a la India.