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Gloria Rekarte Ex presa política

Asignatura pendiente

El Amnistia Eguna no es una simple conmemoración de aquella semana trágica, es la expresión de una reivindicación aún pendiente y una llamada a la responsabilidad

Exigimos una amnistía total y ahora!». Con estas palabras, el presentador de televisión española terminó el comunicado que anunciaba el corte de emisión en apoyo de lo que la sociedad había convertido en una de sus mayores reivindicaciones. Eran los primeros meses de 1977.

Un año antes, algunos presos políticos habían salido a la calle. También un año antes, cinco trabajadores habían sido asesinados a tiros en Gasteiz. Aquel mismo año de 1977, en enero, la ultraderecha española firmaba su declaración de principios con la matanza de Atocha. En marzo, otro grupo de presos fue excarcelado. En mayo, entre el 8 y el 15 de mayo, en Euskal Herria se convocaba la Semana pro-Amnistia. El punto y aparte necesario con los cuarenta años de dictadura que nos precedían, el punto y aparte que la sociedad exigía, la amnistía total, no terminaba de llegar. Y no llegó nunca. La represión policial respondió a aquella convocatoria dejando siete personas muertas a tiros en las calles de Euskal Herria. Más de doce, en el plazo de un año. El verdadero carácter de la reforma, los límites que iba a alcanzar y los que nunca podría alcanzar habían quedado ya claramente definidos.

El lento goteo de la excarcelación de presos vascos continuó a lo largo de los meses siguientes y en vísperas de Navidad salió el último de ellos de prisión. El asunto había quedado, aparentemente, zanjado. Pero la amnistía no llegó nunca: el cambio político que erradicara definitivamente la dictadura franquista no se había producido; el marco democrático que la sociedad vasca necesitaba y exigía no tenía sitio; las raíces del conflicto anunciaban su perpetuación. A la «incipiente democracia», como la llamaron para disculpar los vacíos inmensos en los que se sostenía, nunca le procuraron los cimientos necesarios, la solidez que requería. No lo permitió la hegemonía de la derecha, y no lo permitió una izquierda débil y aún asustada, dividida y más preocupada por utilizar los cauces recién abiertos hacia el poder, pagando el peaje correspondiente, que hacia la consolidación de garantías y derechos.

Hoy, 30 años después, se celebra en Orereta el Amnistia Eguna. Treinta años suenan a mucho y son, en efecto, muchos. Muchos, porque aquellos vacíos alimentaron el conflicto político en Euskal Herria llenándolo de represión, tortura, sufrimiento y muerte. Porque a lo largo de todos ellos, la derecha española no ha permitido ni un solo atisbo de solución. No son los actos de hoy una simple conmemoración de aquella semana trágica, ni un simple recuerdo para los miles de ciudadanos represaliados desde entonces y que comenzaron a llenar nuevamente las cárceles cuando no se habían cumplido aún 15 días desde que el último preso saliera de prisión. Son la expresión de una reivindicación aún pendiente, la denuncia de la perpetuación de una situación antidemocrática que le niega a este pueblo su derecho a decidir. Y son también una llamada a la responsabilidad y al compromiso. Una llamada urgente. Porque son 30 años de negarnos el camino hacia la paz, el acuerdo político, el diálogo; y la grave, gravísima situación que atraviesa Euskal Herria exige una solución urgente. Urgente.

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