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CRíTICA clásica

Violinismo griego en el Principal

Mikel CHAMIZO

Kavakos es uno de los mejores entre esa generación de violinistas que ahora rondan los 40 años y que incluye a grandes como Joshua Bell, Frank Peter Zimmermann o Vadim Repin. Kavakos, sin embargo, destaca entre sus compañeros por practicar un violinismo algo más sobrio. Se plantó sobre el escenario gasteiztarra irradiando paz y tranquilidad y abordó el «Concierto» de Chaicosqui, que se cuenta entre los más endiablados del repertorio, con una seguridad y un conocimiento perfectos, pero despojándolo de todas esas exageraciones que la tradición ha ido depositando sobre este concierto.

Así, el fraseo nunca fue exaltado ni lacrimógeno, limitó los portamentos al mínimo, no tocó los pasajes virtuosos como si estuviera al borde del abismo... es decir, no infló el carácter de este concierto tan dado a exageraciones, sino que optó por transmitir la belleza de la partitura desde un punto de vista más íntimo, pero muy coherente y bello. Y con un virtuosismo, por supuesto, casi inhumano, que no pudo ocultar a pesar de no hacer gala de él.

En cuanto a Mandeal, pues hay que decir lo de siempre, a riesgo de que a uno le tachen de fanático o de repetirse como el ajo. Pero la cara de terror de Kavakos cuando se acercaba su entrada en el segundo movimiento, en un momento caótico en el que se perdió el fagot, dejó bien a las claras lo difícil que les hace el trabajo a los solistas el director rumano.

Hubo momentos buenos, por supuesto, pero se notó demasiado que entre Kavakos y Mandeal no había acuerdo sobre tempos ni sobre dinámicas ni sobre nada.

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