Va siendo hora de empezar a tomar prevenciones ante las películas que llegan bendecidas por Sundance, un festival que aspira a crear tendencias dentro de la producción independiente. No sólo en Hollywood cuecen habas, y en nombre de la etiqueta «indie» se abusa también del lugar común y de los argumentos precocinados.

«Memorias de Queens», en el colmo de la originalidad, nos cuenta la archiconocida crónica de los recuerdos de juventud de un autor que regresa al barrio por el agravamiento de la enfermedad de su padre. Partiendo de idéntica premisa se han hecho cientos de realizaciones, la mayoría mejores. Pero si las comparaciones se limitan al área neoyorquina, enseguida salen los nombres de Scorsese y de De Niro, como artífices de creaciones precedentes con las que sólo caben comparaciones de tipo interpretativo, ya que la única baza segura de la ópera prima de Dito Montiel es su reparto, aunque es una pena lo desaprovechado que está Robert Downey Jr., con muy poca presencia a lo largo del metraje debido a que su personaje sale más en su etapa adolescente encarnada por Shia LaBeouf.

De no ser por la actuaciones de los veteranos Dianne Wiest y Chazz Palminteri, que cargan con la dificultad de hacer de padres del protagonista en el transcurso del tiempo, el resto de las apariciones en pantalla no habrían captado la atención finalmente conseguida de forma, a mi juicio, inmerecida. Dito Montiel pone en imágenes su libro de memorias sin acertar a combinar las acciones del presente y del pasado, que en más de un momento chocan sin solución de continuidad. Lo que cuenta se circunscribe al universo cerrado de su familia, amistades y poco más. No deja de ser un relato doméstico de escaso interés para los demás, porque no supera los clichés de las relaciones de dependencia familiar. El chico llega a sentirse culpable por haber dejado a los suyos, en una clara falta de madurez para tomar decisiones propias y responsables sin mirar atrás o sin tener remordimientos de conciencia.