Mueren cinco militares libaneses en los combates en Nahr al-Bared
Los enfrentamientos entre las tropas libanesas y decenas de milicianos de Fatah al Islam que aún resisten en el campo de refugiados palestinos de Nahr al-Bared se reanudaron ayer con intensidad, tras una noche tranquila, y se saldaron con al menos cinco militares libaneses muertos. Al parecer, el Ejército preparaba el asalto final a Nahr al-Bared, donde, según fuentes internas del campo, la resistencia era mantenida por apenas medio centenar de milicianos.
GARA |
Cinco militares libaneses murieron ayer y quince más resultaron heridos en los combates entre el Ejército y los milicianos del grupo radical suní Fatah al Islam en el campo de refugiados de Nahr al-Bared, informaron fuentes militares. Estas mismas fuentes precisaron que la operación para acabar con la milicia «va cada vez mejor».
De hecho, aunque se desconocía si la operación de ayer era la ofensiva final para eliminar la resistencia de los milicianos atrincherados en Nahr al-Bared, algunas televisiones libanesas y árabes apuntaban a que el Ejército libanés preparaba el asalto final al campamento. Sin embargo, un comandante de Fatah al Islam negó que se tratara de la mayor ofensiva del Ejército y aseguró que sus combatientes mantenían sus posiciones.
Tras la violenta jornada del jueves y una relativa calma durante la noche, los cañonazos y las ametralladoras despertaron ayer a los cerca de cuatro mil civiles palestinos que, según la ONU, todavía permanecen en Nahr al-Bared, el más grande del norte del país.
«Nos mantenemos firmes»
El Ejército utilizó de forma intermitente la artillería pesada que tiene desplegada en torno al campo, pero, de nuevo, predominaron los combates cuerpo a cuerpo en las estrechas callejuelas de Nahr al-Bared, donde, según algunas fuentes, apenas resisten medio centenar de mili- cianos, aunque están muy bien preparados y aún disponen de armamento, limitado a armas ligeras y cohetes antitanques, para seguir aguantando los embates de las tropas libanesas.
«Nos mantenemos firmes y no nos retiraremos por el momento. Dejemos que avancen si quieren... Estamos en nuestras posiciones para hacerles frente», declaró por vía telefónica a AP desde el interior del campamento el subcomandante de Fatah al Islam Abu Hureira. Además, desmintió los rumores de los medios de comunicación de que él mismo y el líder de su organización, Shaker Youssef al Absi, estaban heridos
El Ejército libanés ha ido ganando lentamente posiciones en los últimos días después de que los combates estallasen el 20 de mayo, cuando un grupo de milicianos atacó por la noche un puesto militar y, según han denunciado fuentes castrenses, degollaron a veinte soldados.
Medios libaneses informaron, además, de la detención de seis presuntos miembros de Fatah al Islam en una vivienda cerca de Trípoli, propiedad de una mujer palestina.
Bomba de racimo
Por otro lado, un libanés de 40 años falleció el jueves como consecuencia de la explosión de una bomba de racimo caída en el sur de Líbano durante la guerra entre Israel e Hizbulá del pasado verano.
La ONU y diversas organizaciones de derechos humanos acusaron a Israel de lanzar cerca de cuatro millones de estas bombas y advirtieron de que un millón de ellas no llegaron a explosionar.
Hace ya casi tres semanas que los pescadores de Trípoli no pueden salir a faenar y su precaria vida empeora cada hora que pasa sin que se ponga fin a la guerra en el vecino campo de refugiados de Nahr al-Bared.
Desde que el 20 de mayo comenzaran los combates y las fuerzas armadas tomaran el control total de las costas de Trípoli, a apenas un kilómetro del campamento. Una de las primeras órdenes fue prohibir a los cientos de marineros de la ciudad salir a faenar con sus barcas. El Ejército prohibió que cualquier embarcación, por pequeña que fuera, se hiciese a la mar, para impedir que los milicianos de Fatah al Islam las utilizasen para escapar o como vía de comunicación.
Los pescadores de la zona, gente muy humilde que se dedica, sobre todo, a la pesca de esponjas marinas, pasan ahora sus días ociosos, caminando por el puerto y con un ojo puesto en las compensaciones que esperan recibir por su situación. Necesitan salir a faenar o pronto se agotarán las exiguas ayudas que algunas instituciones les han concedido.
En el horizonte marítimo de Trípoli hoy sólo se ve, a lo lejos, algún carguero y barcos militares. Por la línea de la costa, nueve kilómetros hacia el norte, ascienden columnas de humo y se escuchan grandes explosiones.
En el puerto, inundado por un profundo olor a salitre, dos jóvenes hermanos cuidan de la barca de la familia, la «Jihad 2270». Pese a tan bélico nombre (guerra santa), Ahmed y Daud sólo esperan que las tropas acaben con Fatah al Islam y ellos puedan volver a faenar con su padre.