Un recorrido por dos embalses con muchas incógnitas sobre su seguridad
Casualidades de la vida, la visita organizada ayer por la Confederación Hidrográfica del Ebro a los embalses de Itoitz y Esa coincidió con el terremoto número 1.000 en el entorno de Itoitz. Una cifra grande y redonda que no parece preocupar a los responsables de la CHE. Al contrario, aseguran que los vecinos de Agoitz pueden estar «bastante tranquilos», y que en Esa, en el peor de los casos, habría una ola de 1,40 metros.
Iñaki VIGOR
La cita señalada por la Confederación Hidrográfica del Ebro era a las 11:00 en la oficina del embalse de Itoitz, pero una barrera junto a una señal de «control» nos cierra la carretera que llega desde Agoitz. Los guardas jurados salen de la garita, adornada en su interior con una gran bandera española, comprueban la acreditación y permiten continuar en vehículo. La carretera trepa desde el fondo de la impresionante presa hasta la parte superior. Un poco antes de llegar hasta allí se contemplan, al fondo del valle, la iglesia y las primeras casas de Agoitz. En caso de producirse el temido deslizamiento de la ladera izquierda del embalse, ésta sería la primera localidad arrasada por las aguas.
Poco después llegan desde Zaragoza dos autobuses y varios coches que transportan a casi un centenar de participantes en las «Jornadas técnicas sobre estabilidad de laderas en embalses». Para entonces, personal de la CHE ya ha distribuido en la parte superior de la presa de Itoitz varios paneles, con gráficos, datos y fotografías de la polémica ladera izquierda. Raimundo Lafuente, director de obra y de la puesta en carga del embalse, toma la palabra y comienza su explicación.
Situado justo enfrente de la ladera izquierda, Lafuente se limita a dar unas pinceladas genéricas: que se ha puesto drenaje en la ladera para que no le afecten las aguas de lluvia, que se ha instalado un sistema de GPS para determinar las coordenadas y los desplazamientos de los puntos, que se han colocado varios sismógrafos para controlar el movimiento de la ladera, que se van a instalar inclinómetros para conocer la inclinación de la ladera en tiempo real...
En apenas diez minutos concluye sus explicaciones, seguidas sin demasiado entusiasmo por los asistentes.
«Esta ladera es estable»
La responsable de prensa de la CHE nos había advertido desde Zaragoza que se trataba de una visita técnica, que no habría rueda de prensa y que no deberíamos interrumpir la visita. Como entendemos que hacer preguntas no supone interrumpir la visita, lo primero que hacemos es acercarle la grabadora al director de obra. «¿Qué probabilidades hay de que esta ladera se deslice sobre las aguas del embalse?», le decimos. «Es muy difícil calcular probabilidades sobre el deslizamiento de la ladera -responde Raimundo Lafuente-. Esta ladera es estable y tiene unos coeficientes de seguridad suficientes. No se calculan estadísticamente. Se puede decir que es segura, pero el 100% nunca se puede asegurar. El coeficiente de seguridad es aquí mucho más amplio que el que se emplea normalmente».
«Ahí abajo está el pueblo de Agoitz. ¿Pueden estar los vecinos tranquilos?». Raimundo Lafuente responde con una escueta frase: «Los vecinos de Aoiz pueden estar bastante tranquilos». También le preguntamos sobre la sismicidad inducida, ya que precisamente ayer se alcanzaron los 1.000 terremotos originados desde el llenado del embalse de Itoitz. «La conclusión del Colegio de Ingenieros y Caminos es que es una sismicidad natural, que no tiene ninguna componente de sismicidad inducida. El Colegio de Geólogos dice que es una sismicidad anticipada. Pueden adelantarse los sismos, pero no pueden producirse sismos de superior magnitud a los que se producirían en condiciones naturales», responde el director de obra.
«¿Es cierto que si hay un deslizamiento de la ladera sólo se produciría una pequeña ola?». En esta ocasión, Raimundo Lafuente no cita a ningún colegio. «Los cálculos para determinarlo son muy complejos -asegura-. Tiene que haber una masa significativa respecto al volumen del embalse. Si cae un volumen pequeño en un embalse grande, no producirá una ola significativa. En el caso de Yesa, se ha estudiado que si caen 3 hectómetros cúbicos a la máxima velocidad previsible, la ola en el embalse al nivel máximo no superaría una altura de 1,40 metros. Son números que no tiene ni sentido estudiar, porque no trabajamos con tanto decimal».
Antes de que otro miembro de la CHE nos meta prisa para ir a visitar el embalse de Esa, Raimundo Lafuente informa de que «quizás para diciembre» se podría alcanzar en Itoitz la cota máxima -la 586-, que se mantendría dos meses a ese nivel y que luego se realizarían vaciados escalonadas de 25 metros.
«La peor situación para un embalse es cuando hay un vaciado rápido. Cuando está lleno, el agua ejerce presión, y al bajar es cuando más comprometidas están las laderas. La finalidad de la puesta en carga es probar la presa, ponerla en situaciones límite, para que luego, en explotación, ya no haya que preocuparse», responde el director de carga antes de asegurar que «la presa se está comportando conforme a lo previsto».
Enseguida llega la responsable de prensa de la CHE. «¡Os dije que no habría declaraciones!», nos reprocha. Optamos por montar en el coche y seguir a los dos autobuses que se dirigen ahora hacia Esa para completar la visita.
«Riesgo nulo»
En esta ocasión no hay controles ni garitas de la Guardia Civil, y llegamos sin problemas hasta el pie de obra. El paso de camiones por la pista que discurre en la parte baja de la ladera izquierda es constante. Parece como si, tras el parón sufrido a raíz del deslizamiento que se produjo el pasado verano, las obras se hubieran acelerado para construir lo antes posible la nueva presa, que permitirá triplicar la capacidad de este gran embalse.
Al igual que en Itoitz, Raimundo Lafuente da unas explicaciones genéricas junto a los paneles instalados a pie de presa, para llegar a la conclusión de que tampoco en Esa existe riesgo para las poblaciones situadas aguas abajo. Un panel situado en una sala contigua nos llama la atención: «Yesa, la presa verde», dice en grandes letras. Parece un reclamo turístico.
Sobre las 14.30 horas, bajo un sofocante calor, se da por concluida la visita. La idea que han sacado los asistentes es la misma que ya traían es decir, que estamos ante dos presas muy seguras. El día anterior el secretario general para el Territorio y la Biodiversidad del Ministerio español de Medio Ambiente, Antonio Serrano, ya había asegurado en Zaragoza que «el riesgo para la población por deslizamiento de las laderas en el embalse de Yesa es nulo», según se desprende de los estudios técnicos que poseen.
Sin duda, entre esos estudios no incluyen los de Antonio Casas, profesor de Geología y catedrático de la Universidad de Zaragoza, considerado una de las máximas autoridades en este campo. «Un movimiento, por pequeño que sea, es preocupante, en el sentido de que puede ser premonitorio de movimiemtos mayores, especialmente si cambian las condiciones de la ladera por saturación en agua, por el llenado del embalse o por generación de movimientos sísmicos. Los deslizamientos no se mueven de una vez. Primero van rompiendo las pequeñas uniones que existen entre los bloques para, finalmente, deslizar de golpe», explicaba ayer a GARA.
Pero lo que más preocupa a este catedrático es que, en los casos de Itoitz y Esa, los deslizamientos de las laderas están «sobre los mismísimos estribos, lo cual implica un riesgo mayor para la rotura, aunque evidentemente el volumen sea menor».
Antonio Casas admite que «es muy difícil» saber cuál sería la velocidad de entrada del deslizamiento de las laderas en los embalses, tal como sostiene la CHE, pero de lo que no tiene duda es de que, tanto en Itoitz como en Esa, «hay deslizamientos sobre los propios cuerpos de presa, y eso puede dar lugar a una rotura de las mismas, con las consiguientes consecuencias catastróficas».
Y cuando le preguntamos si estas jornadas de Zaragoza se han organizado pensando sobre todo en Itoitz y Esa, este catedrático responde: «Es evidente que sí. Más que unas jornadas técnicas, han sido unos juegos florables en los que se cantan las excelencias de las realizaciones y los estudios en Itoiz y Yesa. Para ello han contado con los técnicos que dirigen las obras y con una serie de gente que les ríen las gracias».
«La realidad es muy otra»
La visita de ayer a Itoitz coincidió con el registro de otros 16 nuevos terremotos en el entorno de este embalse, lo que eleva a 64 los producidos en este mes de junio y a 1.000 desde que se iniciaron las obras del llenado.
Más de un tercio de esos 16 terremotos tuvieron su epicentro en el caso del pantano, y el resto en un radio inferior a 5 kilómetros. Uno de ellos, con epicentro en Zalba, fue sentido por los vecinos de este pueblo del Valle de Lizoain.
Además de informar de estos nuevos terremotos, la Coordinadora de Itoitz hizo una lectura muy clara: «Por mucho que en las conclusiones predeterminadas de esta jornadas técnicas digan que el embalse sólo influiría en la anticipación de esos terremotos, en Itoiz la realidad es muy otra. Y si no, que se lo pregunten a los vecinos de la zona que están sintiendo decenas de terremotos».
En lo que se refiere a Esa, el malestar de muchos vecinos de la zona, aguas arriba y abajo de la presa, no es menor. «Los técnicos de la CHE no consiguen dar ni un dato objetivo que demuestre que la ladera izquierda de Yesa sea estable. Siguen sin aportar estudios geológicos sobre el conjunto de la ladera, algo fundamental para valorar si existe riesgo en caso de recrecer el pantano», afirma Guillermo Lacasta en nombre de la Asociación Río Aragón.
También considera que los cálculos sobre la posible ola son insuficientes porque se han realizado «sólo con el deslizamiento de 3,2 hectómetros cúbicos, pero no tienen en cuenta el conjunto de la ladera».
«Es muy difícil calcular probabilidades sobre el deslizamiento de la ladera de Itoiz. Es estable y tiene unos coeficientes de seguridad suficientes. Pero el 100% nunca se puede asegurar. Los vecinos de Aoiz pueden estar bastante tranquilos».
«Es muy difícil saber cuál sería la velocidad del deslizamiento. En ambos embalses hay deslizamientos sobre los propios cuerpos de presas, y eso puede dar lugar a una rotura de las mismas, con las consiguientes consecuencias catastróficas».
«Aunque en las conclusiones predeterminadas de estas jornadas técnicas digan que el embalse sólo influiría en la anticipación de los terremotos, la realidad es muy otra. Y si no, que se lo pregunten a los vecinos de la zona».
«Los cálculos sobre la posible ola son insuficientes porque se han realizado sólo con el deslizamiento de agosto pasado, de 3,2 hectómetros cúbicos. Pero no tienen en cuenta el conjunto de la ladera, con más de 50 hectómetros cúbicos».