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Tapando los ojos a los niños

Iñaki IRIONDO

Resulta descorazonador ver al Gobierno tratando de convencer a la opinión pública que las treguas caen del cielo y que una organización armada puede dejar cuarenta años de lucha sin ofrecerle nada a cambio, sin mover un sólo dedo y sin hablar, hablar, hablar y hablar. Ayer, el Ejecutivo de Rodríguez Zapatero perdió otra oportunidad de coger el toro por los cuernos y decir, «sí señores, lo hemos intentando nuevamente y no ha podido ser». Incluso podía haber cargado las tintas en contra de la izquierda abertzale. Claro que tenía en su contra el haber anunciado el 30 de diciembre que todos los canales quedaban cortados pero, seguramente, con una buena explicación, se lo hubieran perdonado.

Por contra, el Gobierno y el PSOE cogieron el camino que con anterioridad ya se ha demostrado equivocado y cuanto más se adentra en él mas credibilidad va perdiendo.

En el libro-entrevista con Arnaldo Otegi publicado por GARA en diciembre de 2005 se daba cuenta ya de la existencia de reuniones informales entre dirigentes de Batasuna y cargos del PSE, que el propio protagonista confirmó en el acto de presentación de la publicación. El PSE remitió al día siguiente un comunicado en el que quiso «reiterar, una vez más, que no ha mantenido reuniones políticas con Batasuna en estos últimos años y mucho menos cuando se han estado produciendo atentados terroristas». La semana pasada, en su entrevista con Iñaki Gabilondo en una cadena de televisión, el presidente del Gobierno aceptó con naturalidad que los encuentros entre Arnaldo Otegi y Jesús Eguiguren habían sido la antesala de este proceso. Así lo recogía también el diario «El País», recordando que las citas comenzaron siendo presidente José María Aznar.

GARA anunció también en julio de 2006 que el alto el fuego de ETA había estado precedido de una serie de compromisos adquiridos tanto por la organización armada como por el Gobierno español y que dichos compromisos estaban siendo inclumplidos por Madrid. Tras algunos balbuceos, el Ejecutivo acabó desmintiendo «por completo» la existencia de compromisos para el alto el fuego por boca del entonces ministro de Justicia, Juan Fernando López Aguilar. Después, la existencia de estos compromisos se ha admitido de forma general e incluso se han intentado emplear en algún caso en contra de ETA, acusándola de haberlos roto.

El Gobierno quiso aprovechar el domingo pasado para transmitir su propia versión de lo ocurrido en los últimos meses. Dos diarios ofrecían datos al respecto que era evidente que habían emanado de las mismas fuentes oficiales. Y, llamativamente, ambas versiones señalaban que desde el ataque a la T-4 el Ejecutivo había roto todos los puentes con la izquierda abertzale. Que desde entonces sólo se utilizó la vía del Centro de Diálogo Henry Dunant para realizar «algunos sondeos» y que pidieron a Gerry Adams que mediara para evitar que ETA anunciara la ruptura del alto el fuego. Ni una palabra de las reuniones de marzo, abril y las trascendentales de mayo. Ni una mención a que el 15 de mayo, mientras Zapatero repetía en su mitin de Gasteiz que «el diálogo sólo llegará cuando se abandone la violencia», sus enviados estaban dialogando en distintas mesas pero en la mismo lugar con Batasuna y con ETA. ¡Y hacían bien!

El Gobierno español habla mucho de la grandeza de España y de la fortaleza de su democracia. Pero no cree en ellas. Trata a sus conciudadanos como a niños, se inventa un mundo imaginario «para que no sufran» y, cuando la realidad le contradice, intenta taparles los ojos con la mano, como si pudiera estar así el resto de su vida.

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