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CRÓNICA Mesa redonda sobre el estatuto de 1932

75 años de cuando PNV y PSOE decían sí a la autonomía a cuatro

omo si fuera un capricho macabro de la historia, estos días en que el rechazo de PNV y PSOE a la autonomía a cuatro ha hecho colapsar la búsqueda de una solución al conflicto se cumplen 75 años del fin del proyecto de estatuto común. Varios profesores disertaron ayer al respecto, y remarcaron cómo aquel fracaso fortaleció a la derecha, en vísperas del golpe de estado de 1936. C

Ramón SOLA

La mesa redonda celebrada en Iruñea estaba organizada por la Fundación Sabino Arana, presidida por Juan María Atutxa. Se trataba de revisar «el `no' de Navarra al Estatuto vasco-navarro», aunque para empezar este extremo siga estando sometido a discusión 75 años después. José María Jimeno Jurio ya sacó a la luz todos los tejemanejes y cambios de voto producidos en la decisiva asamblea del Teatro Gayarre. Pero lo sustancial desde la perspectiva actual quizás no sea tanto revisar qué ocurrió entre los representantes de los ayuntamientos navarros, sino ahondar en los paralelismos y enseñanzas que se pueden extraer de aquel experimento.

Fernando Mikelarena, profesor de la Universidad de Zaragoza, destacó por ejemplo el decidido y continuado impulso del nacionalismo vasco a aquellos proyectos sucesivos de estatuto para los cuatro herrialdes, en algunas fases de la mano del bloque republicano-socialista y en otras con la compañía de las derechas. Pero no sólo el PNV se implicó. Cuando el proyecto votado en Iruñea justo un día como ayer (19 de junio) de hace 75 años «quedó descarrilado», fueron las izquierdas españolas quienes trataron de reflotarlo, aunque sólo fuera para «republicanizar Vascongadas y atraer al PNV». Era ya 1936.

Algunos promotores de aquel proyecto de unidad vasca se han quedado por el camino, según remarcó luego Santiago de Pablo. El catedrático de Historia Contemporánea de la UPV resaltó que «quizás la gran diferencia de 1932 con la situación actual es que ahora sólo (o casi sólo) los nacionalistas defienden en Navarra un único marco institucional que englobe a las cuatro provincias, mientras que en aquella época también sectores de las izquierdas y las derechas no nacionalistas defendían la incorporación de Navarra al Estatuto Vasco».

Poderes fácticos en contra

Los enemigos de aquella autonomía a cuatro, por contra, sí eran muy similares. La batalla principal se libró en Nafarroa. Primero, en enero de 1932, se logró que el voto de los representantes de este herrialde se computara aparte del resto. Luego se consiguió que Erribera se posicionara claramente en contra del proyecto de reunificación vasca tras amenazar incluso con convertirse «en un cantón republicano». Y finalmente llegaría la chapuza de la reunión del 19 de junio, con cambios en el sentido del voto comprometido en cada municipio que sólo serían descubiertos muchos años después. Oficialmente, le dijeron sí 109 ayuntamientos que reunían a 135.585 habitantes, y no 123 que englobaban a 186.666. De nada sirvió que en el conjunto de los cuatro herrialdes el 65% de los municipios y el 78% de la población hubiera apoyado la fórmula. La autonomía a cuatro quedaba frustrada.

También como ahora, los poderes fácticos de la época se movilizaron. Mikelarena citó ayer la «oposición feroz de `Diario de Navarra' y el no apoyo de `La Gaceta del Norte'». Y Emilio Majuelo, catedrático de la UPNA, recordó que dos días después de aquella polémica asamblea del Gayarre el diario navarro se congratulaba de que «por fin quedó liquidada la cuestión del Estatuto único».

Desde el punto de vista actual resultó ilustrativo escuchar a los intervinientes explicar cómo aquel «no» oficial de Nafarroa trajo consigo un fortalecimiento paulatino de la derecha. Y tampoco resultó difícil volver a encontrar paralelismos con la rabiosa actualidad cuando Mikelarena trajo a colación que en 1934 la derecha volvió a tomar el gobierno en el ayuntamiento de Iruñea, pero esta vez «con apoyo de los republicanos radicales». En otras palabras, primero llegó el rechazo al Estatuto, luego el reforzamiento de la derecha... y más tarde la guerra.

Majuelo saludó que, en cualquier caso, las previsiones de «Diario de Navarra» no se cumplieron. «El de 1932 fue un parón muy fuerte, pero no puede interpretarse más que como un punto de inflexión. La ruptura sería en 1936, y tampoco definitiva, sino sólo un parón de varias décadas. No por casualidad la cuestión renació en los 60, y sobre todo en los 70».

75 años después, el debate del Estatuto único sigue vivo, en un punto más central que nunca, pero sin solución a la vista. Hay datos para pensar que entonces en Nafarroa hubo trampa. Ahora prefieren no preguntarle.

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