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Fauna navarra en peligro de extinción

Las últimas parejas de quebrantahuesos y de urogallos de Euskal Herria sobreviven a duras penas en Nafarroa

En Nafarroa existen 105 especies catalogadas como vertebrados protegidos, de las que 17 están consideradas en peligro de extinción y algunas de ellas podrían desaparecer debido al cambio climático. Las más escasas ocupan el extremo nororiental de Nafarroa y, salvo raras excepciones, no se pueden ver en ningún otro lugar de Euskal Herria. Éste es un repaso a algunas especies de aves cuya situación es crítica.

El vuelo majestuoso del quebrantahuesos nos sorprende en la cabecera del Valle de Aritzakun, cerca de la carretera que asciende desde el puerto de Otsondo hasta Gorramendi. Su lento planeo, escrutando el territorio en busca de alimento, permite apreciar los tonos ocres y anaranjados que luce en el cuello y en el pecho. Con la ayuda de los prismáticos, se puede ver incluso su bigotera y sus vivos ojos contorneados por un círculo rojo. Su pareja anida en algún recóndito roquedo del cresterío de Iparla, desde donde controlan los valles de Aritzakun y Urritzate. Ésta es una de las seis o siete parejas reproductoras que todavía sobreviven en Nafarroa. Las demás se encuentran en los valles de Erronkari, Zaraitzu e Irati. Entre ellas figura un trío poliándrico, es decir, una hembra con dos machos. Todos estos ejemplares son los últimos reductos de una especie abundante en el Pirineo central y oriental, pero que en Euskal Herria se encuentra en peligro de extinción.

Se estima que a ambos lados de la cordillera pirenaica existen unos 400 quebrantahuesos. La población vasca es la más occidental y la más escasa pero tiene gran importancia para intentar que esta especie se asiente de nuevo en la cordillera cantábrica, donde se encuentra prácticamente desaparecida. Este objetivo tiene un serio inconveniente: los quebrantahuesos son aves filopátricas, es decir, tienden a asentarse en los territorios próximos a donde han nacido, y son muy remisos a colonizar nuevas zonas. De hecho, el Departamento de Medio Ambiente del Gobierno de Nafarroa lleva quince años intentando que esta especie críe en las sierras de Andia, Urbasa y Aralar. Aunque se han llegado a formar algunas parejas, e incluso han iniciado la reproducción, el quebrantahuesos no se acaba de asentar en estas sierras del interior de Euskal Herria. De hecho, y aunque esporádicamente se ve un ejemplar adulto y algún que otro ejemplar juvenil por la zona de Malloak, no se ha constatado que haya nacido ningún pollo fuera del Pirineo.

A principios de la década de los 90 la población navarra había quedado reducida a cuatro parejas reproductoras. En algo más de dos décadas se recogieron siete ejemplares. Uno de ellos, al que se le puso de nombre Chelo, fue recuperado con éxito por Gurelur. De los seis restantes, tres fallecieron envenenados, dos fueron abatidos por disparos y una hembra fue predada por un zorro mientras se encontraba en el nido.

Una alimentación muy especializada

El quebrantahuesos es un ave muy especializada en la alimentación, lo que condiciona totalmente sus asentamientos. Es una especie que se alimenta de restos de animales muertos, sobre todo ganado. Debido a su nombre, existe la creencia de que rompe los huesos para comerse el tuétano. Sin embargo, lo que realmente se come son pequeños huesos, ya que, por ejemplo, no tiene dificultad para tragarse de un bocado los menudicos de una pata de cordero.

Esta alimentación tan especializada conlleva también el control sobre un amplio territorio. Para hacerse una idea, toda la foz de Ugarron es sólo parte del territorio que controla una pareja de quebrantahuesos. Aunque suele hacer escapadas a esta salvaje foz abierta por el río Areta entre Imirizaldu y Murillo-Berroia, se trata de un espacio insuficiente como para asentarse una pareja. Por si fuera poco, el quebrantahuesos tiene preferencia por los pequeños cortados aislados y sin grandes aglomeraciones de otros buitres, lo que todavía condiciona más su asentamiento. El plan de recuperación del quebrantahuesos en Nafarroa intenta compensar estos inconvenientes mediante puntos de alimentación suplementaria, en los que se deposita comida específica para los pocos ejemplares existentes. Este plan se remonta a 1991 y fue el primero de todo el Estado. La recuperación apenas ha sido efectiva, pero al menos ha logrado que no se extinga la especie.

Los puntos de alimentación suplementaria sirven también para conocer con bastante precisión la población de quebrantahuesos. Así, gracias a un acuerdo en el que colaboran todas las administraciones del entorno pirenaico, un día concreto de la semana se hace un control simultáneo del número de aves que llegan al comedero. El recuento se hace a lo largo de tres semanas, en una fecha del año ya determinada.

Un dato que preocupa a los expertos encargados de la recuperación de esta especie es que, desde hace varios años, viene constatándose una baja productividad. Es decir, el número de ejemplares que inicia el vuelo es cada vez más bajo. «Aunque el Pirineo está saturado de quebrantahuesos, esta especie tiene algún problema que desconocemos, porque cada año vuelan menos pollos en proporción a las parejas existentes», explica uno de estos expertos.

Este fracaso reproductor es muy elevado. Los estudios realizados estiman que la productividad está en torno a 0,5 pollos por pareja y año. Sin embargo, la tasa de supervivencia de los animales jóvenes que llegan a abandonar el nido es alta. Así, el 65% de los pollos volanderos llega a la edad adulta.

Desde que el joven quebrantahuesos salta del nido hasta que se asienta en un territorio para reproducirse, transcurre un mínimo de seis años. Durante ese tiempo andan errantes por cualquier lado del Pirineo. Algunos ejemplares son marcados en el propio nido, antes incluso de que inicien su primer vuelo. Los expertos les colocan una anilla metálica y otra de PVC, con un código identificativo. Se les suelen poner unas bandas alares. Otras veces les hacen decoloraciones en varias plumas o se les coloca un emisor. De esta forma los pueden individualizar y hacer seguimiento de ellos. Se ha comprobado que, en cautividad, esta especie puede vivir más de 40 años, pero todavía se desconoce cuánto puede llegar a vivir en su entorno natural en condiciones normales.

Un tema delicado y conflictivo surgido a raíz de la enfermedad de las vacas locas es el de los muladares. La normativa legal obliga a todas las explotaciones ganaderas a tener un contenedor y hacer una recogida de los animales muertos. La realidad es que el pasado invierno se cerraron la mayor parte de los muladares tradicionales que había en Euskal Herria, lo que ha generado una situación preocupante para todas las aves carroñeras, no sólo el quebrantahuesos, sino también el alimoche y el buitre leonado.

Cuando el ganado está en el monte, las aves carroñeras se encargan de comerse los animales muertos, heridos o indefensos. Pero el invierno en Euskal Herria es bastante largo. Entre los meses de noviembre y mayo la mayor parte del ganado permanece estabulado, y a lo largo de esos seis o siete meses el monte se queda prácticamente sin alimento para las aves carroñeras.

Este mismo año se está realizando un seguimiento del buitre leonado y se ha comprobado ya que la población va en descenso. Durante el pasado invierno se controlaron las parejas que se pusieron a incubar pollos, y este mes de junio se han controlado cuántos pollos de esas parejas han sobrevivido. Los datos advierten de que la población total va en descenso.

En el caso del buitre leonado la situación todavía no es preocupante, porque Nafarroa cuenta con cientos y cientos de parejas, que conforman una de las mayores poblaciones del mundo. Sin embargo, la exigua población de quebrantahuesos puede reducirse todavía más debido a la falta de alimento.

Entre 2 y 4 machos de urogallo

Muy pocas personas pueden presumir de haber visto un urogallo. Dentro de Euskal Herria, su población está limitada a Larra, en las altas zonas de Erronkaribar. Las hembras son muy difíciles de controlar, pero los machos tienen una debilidad que permite cuantificarlos: los cantaderos de primavera. El propio nombre, urogallo, procede del sonido que emite durante su época de celo. Es un sonido parecido al del uro, antepasado salvaje de los bóvidos domésticos. Cuando llega el mes de mayo, los machos acuden al amanecer a las zona de canto, donde intentan atraer a las hembras. Este canto es el que ha permitido determinar que sólo quedan entre dos y cuatro machos de urogallo, la mayor de las gallináceas ibéricas.

Los machos llegan a los cantaderos muy entrada la tarde, casi a oscuras, procedentes de la zona donde han pasado el invierno. Se posan en un pino, pasan la noche en él, y a la mañana siguiente comienzan a cantar. Primero lo hacen en el árbol, luego saltan al suelo y siguen cantando, intentando atraer a las hembras. El periodo de canto dura entre mes y mes y medio, y durante todo este tiempo el macho suele utilizar la misma rama. Los espectaculares montones de excrementos que se acumulan bajo ella delatan su presencia. Si hay suerte y logra fecundar a una hembra, ésta hace un vuelo de unos 20 kilómetros y tiene la pollada en otro macizo montañoso.

Esta especie es una reliquia de la época glacial. Tras la retirada de los hielos permanecieron aisladas en el norte peninsular pequeñas poblaciones que evolucionaron hacia dos subespecies diferentes: la pirenaica y la cantábrica, de tonos más claros y pico más corto. En el Estado español su caza está vedada desde 1979. En 1986 fue catalogada como especie protegida, pero su población ha ido en franco retroceso. A finales de los años 80 se contabilizaron 942 machos adultos, y en 2001 ya sólo eran 689.

En la actualidad se estima que hay 1.328 ejemplares distribuidos en Catalunya (donde se encuentra el 85% del total), Aragón y Nafarroa. En el conjunto del Pirineo, más o menos la mitad de la población se encuentra estabilizada, mientras que la otra mitad está en regresión. La escasa población del territorio vasco conforma el borde occidental de su distribución pirenaica, y está conectada con otras de Bearn y Aragón, en los valles de Anso y Hecho. La parte norte del macizo de Larra, la umbría que se forma hacia Leskun es el hábitat que ha evitado la extinción de la especie en Nafarroa.

Al igual que el quebrantahuesos, el urogallo es muy exigente con su hábitat y alimentación. Esta especie está muy ligada al sotobosque y depende casi por completo de la existencia de arándanos y gallubas. Estos dos arbustos son básicos en su alimentación. De hecho, no se conocen buenas poblaciones de urogallo en zonas donde no existen arándanos y gallubas.

Las gallubas son arbustos verdes que recuerdan al boj. Suelen ocupar los taludes al lado de las pistas y sus frutos son unas llamativas bolas rojas, también conocidas como «uva del oso». El problema es que tanto la galluba como el arándano son plantas que prefieren los suelos ácidos, pero ocurre que el Pirineo navarro es calizo casi en su totalidad y no permite disponer de buenas poblaciones de estos arbustos.

Hace unos cuantos años había una buena población de urogallo en el Valle de Aezkoa, sobre un macizo silíceo al sur del bosque del Irati, que posee unas extensas arandaneras. Se trataba de una población aislada y su origen es desconocido. Aunque algunos expertos creen que fue fruto de una recolonización, lo más probable es que fuese una población marginal. En 1996 se recogió el último ejemplar muerto, seguramente predado por un azor. Ahí se acabó aquel reducto.

Las matas de arándano le dan una cobertura muy buena a la hembra de urogallo para cobijarse con sus pollos. Además, este arbusto le proporciona abundante alimento. No sólo come las hojas y los brotes, sino también los insectos de varias especies que acuden a él.

Otro aspecto que le semeja al quebrantahuesos es su baja productividad. Las hembras apenas logran sacar adelante uno o dos pollos. Al ser un animal que hace la puesta en un hoyo del suelo, sus huevos están expuestos a los cada vez más abundantes depredadores, como garduñas, martas y jabalíes. Pero al contrario que ocurre con el quebrantahuesos, el urogallo vuela mal, por lo que suele chocar contra cercados, vallas o árboles de bosques cerrados.

Estrategia de supervivencia

Las rudezas del invierno también influyen negativamente, pero es curiosa la estrategia que utiliza para sobrevivir en bosques de pinar silvestre y pino negro. En verano se alimenta de hierbas, crisálidas de hormiga, bellotas, bayas, lagartijas e incluso serpientes. Pero estos recursos desaparecen en la época fría del año, y como no tiene otros recursos alimenticios, se limita a comer acículas de pino. Se coloca cómodamente en una rama lateral y se va alimentando de las hojitas de pino. Éstas apenas le aportan energía, por lo que la estrategia del urogallo es no gastarla. «Puede permanecer quieto en una misma rama incluso durante veinte días, gastando el mínimo posible de energía. Se calcula que durante el día hace una deposición cada quince minutos, por lo que debajo de esa rama se acumulan grandes cantidades de excremento», relata un experto, uno de los pocos privilegiados que ha conseguido ver y fotografiar estos extraños animales.

Uno de sus temores es que el cambio climático acabe definitivamente con la especie en Nafarroa. Las nevadas tardías y, sobre todo, las frecuentes tormentas que están cayendo en el Pirineo a lo largo de esta primavera son preocupantes para las polladas de urogallo. Si se les moja todo el plumón, pueden llegar incluso a morir. El impacto de los deportes de nieve y de las instalaciones que conllevan es otro factor negativo para esta especie, sin olvidar el furtivismo, incentivado por los elevados precios que estos animales alcanzan en el mercado ilegal.

Una de las características de esta peculiar especie es su diformismo sexual. El urogallo macho puede llegar a un metro de longitud y alcanzar cuatro kilos de peso, mientras que la hembra apenas supera los 70 centímetros y los dos kilos de peso. El color del plumaje de los machos es una mezcla abigarrada entre verde metálico, gris y blanco, mientras que el de las hembras es de color rojizo con manchas pardas y lechosas. El pico también les diferencia: los machos lo tienen prominente, curvado y de color marfil, mientras que las hembras lo tienen más corto y de color negro.

«La Administración no hace nada»

«Salvo alguna excepción, la Administración navarra no está haciendo absolutamente nada para mantener las especies de aves que están en peligro de extinción». Así de rotundo lo afirma Antonio Munilla, portavoz de la asociación ecologista de Gurelur. Según recuerda, la Ley 2/93 de Protección de los Espacios Naturales y de las Especies obliga a hacer un Catálogo de Especies Amenazadas, que ya se hizo en su día y que incluía el compromiso de elaborar proyectos de conservación y recuperación de las especies en peligro de extinción.

«Desde entonces han pasado catorce años y ni uno solo de los consejeros de Medio Ambiente ha cumplido la ley. Cuando nosotros les hemos requerido por escrito para que lo hagan, nos han respondido que es muy difícil de cumplir. Ésta es una de las razones por las que en Navarra muchas especies están a punto de desaparecer», explica Antonio Munilla.

Otras causas que apunta como factores de esta agónica situación son los numerosos aerogeneradores, los tendidos eléctricos, las pistas cada vez más abundantes, los venenos y la práctica de la caza, «no la caza directa de estas especies protegidas, sino las molestias que les provoca».

Iñaki VIGOR

Apenas quedan cuatro parejas de perdiz nival en la zona de larra

La situación de la perdiz nival en Nafarroa es similar a la del urogallo, ya que esta especie ocupa el borde occidental de la población pirenaica, en concreto las zonas que superan los 2.000 metros de altitud. Los expertos estiman que apenas quedan 7 u 8 ejemplares ligados a los hábitats que le proporcionan las moles de Hiru Erregeen Mahia, Budogia y Ukerdi.

En verano tienen el cuerpo marrón, con las alas blancas, pero de cara al invierno mudan de plumaje y son casi completamente blancas, con la excepción de la cola, que es negra. Ello les permite pasar más desapercibidas entre la nieve, y de hecho su avistamiento es muy complicado.

La perdiz nival se alimenta básicamente de plantas de alta montaña. Una de sus preferidas es un sauce peculiar que ocupa altas laderas, una especie de mata que abunda en el Pirineo navarro. También se alimenta de «dryas octopetala», nombre científico de una planta cuyos brotes le resultan básicos en invierno, cuando ya ha desaparecido el amplio abanico de plantas que le sirven de sustento durante el resto del año.

Con mucha paciencia y más suerte, es posible ver perdices nivales cerca de las lomas, en la cara norte de las montañas. Como las crestas son las partes más venteadas, la nieve desaparece antes y suelen quedar pequeños pastizales en los que picotean los escasos ejemplares supervivientes. Al encontrarse en hábitats tan elevados, sus predadores naturales son muy pocos, aunque en ocasiones pueden verse sorprendidas por águilas o incluso por zorros.

Pero si alguna especie de ave está realmente condenada a desaparecer en Nafarroa es el águila perdicera. Hace dos décadas estaban censadas nueve parejas, pero en la actualidad no existe ninguna pareja reproductora. Sólo quedan ejemplares sueltos en las tres zonas de cría existentes en todo el herrialde, y en los dos últimos años no ha nacido ni un solo pollo.

Los ejemplares que quedan se van muriendo por viejos y no hay un reemplazo generacional, por lo que la especie está condenada a desaparecer. De vez en cuando se ve algún ejemplar procedente de otros territorios, pero no se asienta en Nafarroa.

La recuperación poblacional del conejo, que en algunas zonas se ha convertido incluso en plaga, hace soñar a algunas asociaciones ecologistas con la supervivencia del águila perdicera en este herrialde. «Si es capaz de asentarse en las zonas donde tiene abundantes recursos alimenticios, se podría pensar en que pudiera sobrevivir, pero nosotros creemos que es casi imposible que esto suceda», opina Antonio Munilla, que también apunta el alimoche, el avión zapador y el cernícalo primilla como especies cuya población en Nafarroa es cada vez más preocupante. I.V.

Los aguiluchos cenizos, víctimas de las cosechadoras

El aguilucho cenizo podría haber desaparecido de los campos navarros y el aguilucho pálido podría estar en estos momentos en peligro de extinción si la asociación ecologista Gurelur no hubiera iniciado en 1989 campañas anuales en defensa de estas especies de aves.

Al igual que el aguilucho lagunero, estas rapaces encuentran en los amplios campos de cereal de Nafarroa y Araba un buen hábitat. En ellos tienen protección para sus nidos, pasando así desapercibidos para los predadores, y además disponen de la mayor parte de las presas que componen su dieta, con las que alimentan a sus polladas. Sin embargo, muchas veces sus nidos resultan destrozados por las cuchillas de las cosechadoras, ya que la presencia de los pollos en los nidos coincide con la época de la siega, en los meses de junio y julio.

Mucho antes de que Gurelur iniciase su proyecto de recuperación de los aguiluchos, algunos agricultores apartaban los pollos y seguían cosechando, en la creencia de que sobrevivirían con el cuidado de sus padres. «Esta acción demuestra la sensibilidad de algunos agricultores con el medio en que viven, pero sirve de muy poco, ya que los pollos privados de la protección del cereal son presa fácil para los predadores. Si no se llevasen adelante estos trabajos de protección, morirían cerca del 90% de los pollos de aguilucho de los nidos existentes en los cultivos», explica Antonio Munilla, portavoz de Gurelur.

El objetivo principal de la campaña que realiza esta asociación desde hace 19 años es concienciar a los agricultores para que, si conocen la existencia de un nido de estas rapaces en sus campos, dejen sin cosechar una parcela alrededor del mismo para garantizar el normal desarrollo de la puesta. La producción de las parcelas respetadas las abona Gurelur a los agricultores.

Gracias a esta iniciativa, desde 1989 han conseguido salvar 1.140 pollos de aguilucho, de los cuales 505 son pálidos, 613 cenizos y 22 laguneros. Durante el pasado año actuaron sobre un total de 20 nidos (12 de pálido y 8 de cenizo) y consiguieron salvar 34 pollos, de los que 20 eran de aguilucho pálido y 14 de aguilucho cenizo.

En esa campaña actuaron diez voluntarios y se invirtieron 13.500 euros, aportados en su totalidad por miembros y simpatizantes de Gurelur. Para la presente campaña cuenta con ayuda económica de Caja Navarra, a través de la campaña «Tú eliges, tú decides» que realiza entre sus clientes. I.V.

400

ejemplares

de quebrantahuesos viven en toda la cordillera pirenaica, pero sólo seis o siete parejas sobreviven en Nafarroa. Los intentos para que se asienten en las sierras de Andia, Urbasa y Aralar no han tenido éxito.

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