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Condenas a muerte en el Irak ocupado por el genocidio kurdo

Los kurdos del sur han tenido que esperar veinte años y una ocupación para ver sentados en el banquillo de los acusados a los principales responsables de la Operación Anfal, que se saldó con la muerte de cerca de 200.000 personas y con 3.000 aldeas arrasadas. Occidente, cómplice entonces de Saddam y mudo ante semejante atrocidad, se permite ahora dirigir el tribunal. Sin testigos de cargo como Saddam Hussein, su entonces aliado y ahorcado en diciembre.

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El Alto Tribunal Penal, instancia judicial especial creada por los ocupantes, condenó ayer a muerte a tres de los altos cargos del Gobierno de Saddam Hussein acusados por el genocidio contra la población kurda perpetrado por el Ejército baasista a finales de los ochenta.

Tanto ellos como otros dos acusados, condenados a prisión perpetua, fueron condenados por su papel en la campaña de ejecuciones en masa y de bombardeos químicos contra los kurdos del sur, operación bautizada con el sobrenombre de Anfal (botín en árabe).

Ali Hassan al-Majid, conocido por los kurdos como «Ali el Químico», escuchó con tranquilidad el veredicto que le condenaba por genocidio y se limitó a dar «gracias a Dios» cuando era sacado de la sala.

Igual de desafiante que el primo de Saddam, otro de los condenados a muerte, Hussein Rachid al-Tikkriti, fue más prolijo en palabras: «Gracias a Dios porque voy a ser ejecutado en nombre del valiente Ejército iraquí, larga vida a Irak y larda vida al valiente Ejército iraquí», gritó el que entonces era director adjunto de operaciones militares.

El ex ministro de Defensa Sultan Hachim al-Tai, también condenado a la pena capital, reivindicó su inocencia. Ambos fueron condenados por crímenes contra la humanidad.

Farhan al-Juburi y Sabir al-Duri, dirigentes de los servicios de información militar, pasarán el resto de su vida en la cárcel. El sexto acusado, el ex gobernador de Mosul Taher al-Ani fue absuelto por falta de pruebas.

Guera contra Irán

La mayor parte de los acusados han basado su defensa en situar la Operación Anfal en el contexto de la guerra contra Irán -el enemigo para Occidente- y la han presentado como una «operación contra la insurgencia», recordando que facciones kurdas se alineaban con Irán.

Explicación que valora como «daños colaterales» los 188.000 kurdos masacrados, las 3.000 aldeas arrasadas -algunas de ellas, como Halabja, bajo fuego químico- y los cientos de miles de expulsados y huidos.

Ya en 1986, en el ecuador de la guerra que Irak declaró contra Irán con el apoyo y el auspicio directo de Occidente, vastas zonas de Kurdistán Sur escapaban al control del Gobierno iraquí. A principios de 1987, Saddam Hussein encargó a su primo, Ali Hassan al-Majid, retomar el control de estas zonas. El condenado decretó que eran zonas prohibidas y forzó el éxodo de cientos de miles de personas, masacrando a las poblaciones que decidieron quedarse.

Los sangrientos y espeluznantes efectos de esta operación fueron casi totalmente silenciados en la prensa occidental. No en vano Saddam era aliado. Un Saddam que podría haber dicho muchas cosas si no hubiera sido ejecutado hace meses.

soldados muertos

Dos soldados de EEUU resultaron muertos ayer por disparos de armas ligeras y un tercero al margen de los combates, según el Pentágono. Son ya 71 los militares de este país muertos en junio y 3.548 desde la invasión.

Satisfacción con matices en Kurdistán por las sentencias

«El contraste entre los métodos utilizados por los partidarios de Saddam Hussein para aplicar la justicia y la legalidad con la que han sido tratados y juzgados no puede ser mayor», afirmó el Gobierno regional de Kurdistán al conocer las condenas a muerte. «Este proceso es un triunfo del Estado de derecho y las prácticas democráticas ausentes en el antiguo régimen pero que las autoridades judiciales se esfuerzan en reinstaurar hoy en Irak», añadió.

Agitando banderas o bailando al son de la música tradicional, numerosos kurdos expresaron su alegría en las calles. «Hoy he vuelto a nacer después de haber visto a `Alí el Químico' aterrorizado en su celda escuchar el veredicto. Desearía que sea llevado a Halabja o a otra ciudad kurda para ser colgado», confesaba Fatima Rasoul, de 45 años, en cuya familia murieron 20 miembros en 1988. «Me gustaría bailar pero para quienes hemos perdido hermanos y seres queridos, la tristeza no se acabará con sus ejecuciones», afirmaba Nergis Aziz, una mujer de 57 años que perdió a su marido y tres hermanos. El diputado kurdo Mahmoud Othman lamentó que «el proceso resulta incompleto porque en ningún momento se ha dicho quién ayudó a Saddam a fabricar las armas químicas, y qué países y qué empresas le ayudaron a utilizarlas contra nosotros». GARA

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