REGRESO Un año después del descenso, los azulgranas vuelven a Segunda
El Eibar despierta de su pesadilla
Un año después de perder la categoría en la que había militado las dos últimas décadas, el Eibar recuperó ayer «su» sitio en Segunda. Dos goles tempraneros y muchas dosis de sufrimiento permitieron a los armeros poner el colofón del ascenso a una gran campaña.
EIBAR 2
RAYO VALLECANO 0
Amaia U. LASAGABASTER | EIBAR
Javier Mandiola lo resumió a la perfección a la conclusión del partido. «Hemos necesitado un año, pero se acabó la pesadilla». Efectivamente, un año después de perder la categoría en la que había militado las dos últimas décadas, el Eibar recuperó ayer «su» sitio en Segunda.
Hizo falta, y ahí también dio en la diana el técnico azulgrana, jugar bien y además sufrir. Porque de todo ha habido en esta eliminatoria, también en la anterior, y desde luego que a lo largo de la temporada. Pero bien está lo que bien acaba y, desde luego, es difícil poner algún pero a la trayectoria armera: campeón de su grupo y derecho a Segunda tras dejar en el camino a un Hospitalet con menos nombre pero con bastante que decir y a un Rayo Vallecano concebido para subir con bastantes más medios que el conjunto guipuzcoano. Pero el dinero no lo es todo en esto del fútbol, como bien ha demostrado el propio Eibar a lo largo de los años. «Se nos olvidó la pasada temporada -reconocía ayer Jaime Barriuso- y tuvimos nuestro castigo. Pero esta temporada hemos recuperado al Eibar de siempre, con los pies en el suelo y la cabeza en su sitio, y así seguiremos el año que viene».
Así será, gracias a los dos goles que le hizo al Rayo en una tarde inolvidable en la que Ipurua, lleno hasta la bandera como en sus mejores ocasiones, agotó las existencias de calmantes de todo el sur de Europa.
Y es que entre la euforia inicial y la final, hubo un buen rato en el que se habrían agradecido los famosos desfibriladores de San Mamés. No, desde luego, en una primera parte en la que todo salió a pedir de boca.
Porque el Rayo, consciente de su ventaja en la eliminatoria, se limitó a verlas venir y, como ya sucediera en el partido de ida, intentar aprovechar las acciones a balón parado o las escapadas de su punta, para sentenciar el play-off. Pero ésta vez no tuvo tanta suerte y, aunque en los primeros compases del partido, dio la sensación de que el gol iba a estar tan caro como en el Teresa Rivero -Alaña, Eneko Romo e Iñigo lo rozaron-, la puntería sí acompañó en esta ocasión. En el minuto 25, Ander Alaña igualaba la eliminatoria, al transformar una falta directa.
Antes de que el Rayo tuviera tiempo a reaccionar, los azulgranas anotaban el gol de la sentencia, y también el del sufrimiento. Porque, efectivamente, el testarazo de Eneko Romo suponía el ascenso, pero también condenaba al Eibar a sufrir hasta el último suspiro.
Y vaya si lo hizo. No tanto en el primer tiempo, en el que tuvo aún alguna opción de matar el partido, como en el segundo, en el que la sombra del desastre sobrevoló Ipurua durante prácticamente los 45 minutos.
Desde el mismísimo instante de la reanudación, cuando un balón pegado al palo de Armentano avisó del chorreo que estaba por llegar. El equipo de Pepe Mel no deslumbraba por su juego, pero obligado como estaba, ahogó a un rival que tenía mucho más miedo de perder lo que ya estaba en su mano que capacidad para sentenciar el encuentro. Armentano y, sobre todo, un Diego Torres -menos mal que es el suplente de Piti- omnipresente y omnipeligroso no dejaron de buscar las cosquillas a una zaga que, afortunadamente, estuvo más acertada que nunca. Sobre todo Javi Gurrutxaga que, frente a la vistosidad de los goles fue, probablemente, el mejor del partido.
Pero ocasión a ocasión y suspiro a suspiro, el tiempo se fue agotando. Hasta llegar al 93, el momento de la explosión azulgrana que, todavía a estas horas, no se ha apagado. Invasión, paseíllo, salida de los jugadores al palco, ducha, baño de champán...; en fin, todo el protocolo habitual en estos casos. La ocasión, sin duda, lo merecía. Ipurua vuelve a ser de Segunda.
Vestuario y fe
A los protagonistas del partido les costaba incluso articular palabra en sala de prensa. Algo dijeron; por ejemplo, que la clave del éxito ha pasado por «vestuario que hemos tenido y, sobre todo, por la fe. En los peores momentos hemos sabido hacer piña y confiar en nuestras posibilidades. Y lo hemos conseguido», destacaba Manix.
Su dedicatoria iba, precisamente, «para la afición, que nos ha apoyado y, sobre todo, para los que lo han hecho en los momentos más difíciles».
Una palabra y dos colores. Eibar, azul y grana. Había sido así a lo largo de las últimas semanas, pero la explosión fue ayer definitiva.
Sobre todo a las nueve y media de la noche, cuando Llorente Carcedo pitaba el final del partido y gritos, chupinazos, aplausos y bocinas se convertían en la «banda sonora» de una noche de San Juan que, ya puede decir lo que quiera la astronomía, ha sido la más larga del año.
La casualidad ha querido que el ascenso coincidiense con los Sanjuanes, convirtiendo, la balconada del equipo en el acto más popular de las fiestas. Y es que en la hora y media que trancurrió desde que concluyó el partido hasta que el equipo llegó al Ayuntamiento, los casi 30.000 habitantes censados en Eibar y unos cuantos más de los alrededores debieron darse cita en la plaza de Unzaga en la que se cumplió el tópico: no cabía un solo alfiler.
Todos los integrantes de la plantilla -incluyendo Iker Garai y Jaime, que se quedaron sin ficha en Navidades, los jugadores del filial que han actuado en algún momento con el primer equipo y un Alberto Suárez tan azulgrana como el que más- tuvieron, junto a técnicos y presidente, su momento de gloria en el balcón del Ayuntamiento.
No acabaron ahí los actos «oficiales», porque fueron muchos los que siguieron la llamada de Eibar Primeran y siguieron celebrándolo en la fuente de Ibarkurutze. Y lo que queda, porque Eibar sigue todavía hoy de fiesta.