Los negocios de Israel gracias a los conflictos
A la pregunta que cualquier observador podría plantear acerca del impresionante crecimiento económico de Israel en medio de los cruentos conflictos en los que está implicado directamente, respondía recientemente el periodista Thomas Friedman con el argumento de la capacidad y gran dedicación de los israelíes en crear ingenios tecnológicos. Sin embargo, la escritora Naomi Klein con su explicación invalida la pregunta toda vez que, según ella, la bonanza económica de Israel no lo es a pesar de la conflictiva situación de Oriente Medio, sino precisamente gracias a ella. Y no se trata de que Israel no produce esos ingenios tecnológicos, sino que ha adecuado esa producción a las circunstancias, de modo que a partir del 11-S se ha convertido en el gran exportador de tecnología en el sector de la seguridad, en el que es un veterano experto, y a partir de dicha fecha tiene numerosos clientes entre quienes declararon la «guerra global al terror». Una muestra de lo dicho son los 1.200 millones de dólares que ese país obtiene sólo de la venta a EEUU de los llamados productos de defensa, frente a los 270 de 1999.
Se trata una muestra evidente de la hipocresía de una clase dirigente que tras un discurso que pretende democrático y apela a su derecho de defensa, esconde una gran falta de escrúpulos a la hora de hacer negocio del sufrimiento ajeno, el cual no duda en provocar con sus conocidas prácticas, legales e ilegales, pero en cualquier caso, producto de un claro déficit democrático. Se puede clamar, se debe exigir al poderoso Occidente que cambie radicalmente su política respecto a ese país, pero si la «seguridad» se ha convertido en el gran negocio de Israel, lo ha sido a partir de la dinámica de la «guerra contra el terrorismo» impuesta por EEUU y en la que se ha visto arrastrada la Europa que se reivindica primera defensora de los derechos humanos y los valores democráticos.
Aunque resulte desalentador, para quien entiende la rentabilidad en clave de poder y dinero es más rentable invertir en seguridad, entendida como recursos armados y represivos, que en políticas de distensión y entendimiento que hagan innecesarios esos recursos.