ANÁLISIS | DIFÍCIL ENCRUCIJADA
La guerra sigue su rumbo en Afganistán
Los ideólogos de esta ocupación deberían hacer caso al refrán popular que les señala que «si la cosa puede empeorar lo hará». Y ese parece ser el guión no escrito que se está desarrollando en Afganistán desde que esa alianza occidental impulsada por EEUU ocupó aquel país.
Txente REKONDO Gabinete Vasco de Análisis Internacional (GAIN)
El autor analiza las principales claves de la ocupación y la evolución de los últimos acontecimientos en esta región asiática. Señala que, tras una primavera violenta, el verano se presenta cuando menos «muy caliente».
Según pasan los años, las campañas de la resistencia afgana crecen en intensidad y sus avances son más visibles. Hace algunos años, las llamadas «campañas de primavera» eran el motor de los grupos que luchan contra la ocupación de Afganistán, sin embargo desde hace un par de años, los ataques se suceden durante todo el año. Los últimos días de primavera han anticipado lo que puede ocurrir en los próximos meses. Desde que las tropas lideradas por Washington acabaron con la vida del hasta entonces máximo responsable militar de los Talibanes, Mullah Dadullah, éstos han dirigido una importante ofensiva que muestra su capacidad de superar la pérdida de su dirigente.
Buena parte del sur del país está controlado por las fuerzas taliban, y los ataques de las ultimas semanas «se han sucedido en Kabul, Kunar, Khost, Nooristan o Paktia. Con acciones también en Urzgan, Helmand o Kamdahar». Las emboscadas con bombas, unido al incremento de los ataques suicidas, son prueba de la determinación de la resistencia afgana para superar la pérdida de Dadullah y continuar con su plan diseñado hace algún tiempo.
Fuentes locales señalan que esa estrategia se está extendiendo distrito a distrito y provincia a provincia.
La muerte de Dadullah también puede mostrar las divisiones dentro de los ocupantes, al tiempo que hay quien señala que su muerte puede ser fruto de ellas y un claro error para el futuro. Es evidente que la figura y el mando de Dadullah estaban permitiendo a la resistencia afgana lanzar una de sus mayores ofensivas armadas contra la ocupación. También hay quien destaca su «valor diplomático», que estaría buscando la mediación de Pakistán, para permitir un encuentro entre la resistencia y las fuerzas occidentales.
Con su muerte se han roto esos canales, y su supuesto sucesor, Maulana Jalaluddin Haqqani, estaría «gravemente enfermo, mientras que otras fuentes apuntan incluso a su fallecimiento». Paralelamente, la resistencia taliban ha decidido descentralizar sus actuaciones, otorgando mayor libertad a los comandantes locales, que aunque tienen experiencia no son tan conocidos como los anteriores. Buscan «una autonomía operativa local, en base a las condiciones del lugar, y sobre todo, intensificar al presión y los ataques contra los ocupantes y sus aliados locales».
La situación de las tropas ocupantes no se presenta tampoco muy optimista. La clara división entre sus participantes se muestra día a día. Los intentos británicos por establecer un acuerdo con los talibanes en Helmand, con relativo éxito los primeros meses del año, saltaron por los aires tras el ataque aéreo de la OTAN contra una resistencia relajada en esa región. Ello no ha hecho sino dificultar cualquier nuevo contacto diplomático, puesto que los líderes de la resistencia desconfían tras la experiencia pasada. La apuesta descarada de EEUU por lanzar ataques aéreos, además de las múltiples víctimas civiles que causa, hace saltar por los aires los intentos y avances que sobre el terreno hacen otras fuerzas de la ocupación.
A ello cabría añadir la estrategia taliban, que tras concentrar ataques en una zona, haciendo intervenir a esas fuerzas ocupantes con gran número de tropas, reaparecen en otro lugar con nuevos ataques, para desesperación e impotencia de las ropas de ocupación.
Pero los problemas para los defensores de la ocupación no llegan sólo de la resistencia armada, los movimiento políticos se han incrementado en los últimos tiempos. Así, si hace unos meses se publicó la formación de una nueva alianza, «Jabhe-ye-Motahed-e-Milli» (Frente de Unidad Nacional), que agrupa a antiguos mujahidines, partidos jihadistas, e incluso dos prominentes figuras del último gobierno comunista afgano. Estas semanas ha cobrado fuerza la figura del camaleónico Gulbuddin Hekmatyar y su poderoso HIA, quien mantiene una alianza militar con los talibanes, al tiempo que busca maniobrar políticamente con sus representantes del Parlamento y que buscaría el apoyo de Pakistán. Y también otras figuras como Farooq Hussaini, quien con un discurso radical e islamista está ganando adeptos día a día.
Otro factor de preocupación para los ocupantes es el aumento de la tensión en las zonas del norte del país, donde las rivalidades étnicas y tribales pueden «abrir una caja de Pandora». Prueba de ello son las tensiones entre el uzbeco Dostum y el pashtum Hamdard. De continuar esa escalada, la situación en el conjunto del país entrará en una difícil encrucijada.
Es la población civil la que sufre. La gente no ve cambios positivos, además el vacío legal y de seguridad es puesto de manifiesto con los continuos ataques de la resistencia. Lo cierto es que la población local está muy acostumbrada a ver «grandes concentraciones de 4x4 de los llamados grupos de ayuda humanitaria en Kabul y alrededores», pero su día a día no es más que el reflejo de mayor sufrimiento y desesperación.