Domingo, Dominga, la Virgen de la Guía y Mari la Churrera
La envidia recorre el muelle de areeta. En la otra orilla de la ría, la fiesta ha estallado a primeras horas de la mañana, y el alboroto va en aumento a medida que se acerca el mediodía, momento en el que los portugalujos pasean orgullosos a su virgen, en uno de los días de mayor tradición festiva en Ezkerraldea.
Anjel ORDOÑEZ
Portugalete ha estrenado metro este año. Y para celebrarlo, el otxote Danok Bat dedica en el andén un caluroso recibimiento, a golpe de habanera, a los cientos y cientos de personas que desde primera hora de la mañana van llegando a la noble villa jarrillera para pasar uno de los días más señalados en el calendario de la Margen Izquierda. Algunos se subieron en Bilbo, otros en Sestao y un grupo, que promete bastante, se reivindica de «Barakatown».
La fiesta ha madrugado, y poco después de las nueve de la mañana los dominguines cuelgan ya de una soga amarrada de lado a lado en la calle Coscojales, el corazón de la juerga. Domingo luce traje negro, gafas de sol y bigote; Dominga, minifalda floreada y sandalias de tacón. De momento, merecen respeto; a primeras horas de la noche, no quedará de ellos ni la peluca cuando los más audaces, subidos unos a hombros de los otros, los despedacen para hacerse con una parte del trofeo; una pierna no está mal, pero es mejor la cabeza.
También han madrugado los cocineros. Nueve cuadrillas, perfectamente pertrechadas para la ocasión, se mueven con destreza entre las cazuelas en la tercera edición del Concurso de Marmitako, en la Rantxeria. Patata, bonito, cebolla, choricero y algún que otro ingrediente secreto se van mezclando sobre el fuego con la esperanza de lograr el primer premio. Honor que recae finalmente sobre Los de la Peo (vecinos de la calle peatonal), seguidos de cerca por Egaña y Cía, y los Buenavistos.
El día ha salido fresco en Bizkaia y ha rescatado del armario a las chaquetas. Sin embargo, Coscojales está que arde. Todos y todas, camisa azul y pañuelo al cuello, tratan de apagar el fuego con el vaso en la mano.
Al filo del mediodía, llega el momento de la Virgen. Su medio metro escaso apenas le permite lucir silueta entre la muchedumbre. Tocada de azul cielo, abandona su habitual emplazamiento en el mercado de abastos y se dirige lentamente en su pedestal, a hombros de cuatro veteranos del grupo de danzas Berriztasuna, hasta el embarcadero del muelle.
Allí le esperan cientos de almas, creyentes o no, que al unísono rezan a la imagen para que el gris oscuro del cielo no termine por aguar la fiesta. Entre música, dantzaris y txupines, la virgen embarca en el «Villa de Portugalete» y, junto a otra decena de embarcaciones, se va alejando por la ría en dirección al mar. Se marcha la virgen y vuelta a Coscojales, donde, a estas alturas y para algunos, la procesión va por dentro.
La fiesta total
Entre la música se oyen, a través de la megafonía de un coche rojiblanco, las soflamas de Javier González, candidato portugalujo a la presidencia del Athletic. Se para para repartir bolígrafos gratis y en pocos minutos se monta una fabulosa cola.
Los juegos infantiles tradicionales (no se admiten game boy) congregan a padres y madres que contemplan a sus retoños dar brincos en sacos de arpillera, o tragar a puñados nata montada. Y en otra bocacalle, quienes todavía no lo guardan en su cartera tienen la oportunidad de tramitar el EHNA.
Van pasando las horas, y llega otro de los instantes más esperados de la jornada: la bajada. Es un decir, porque en la calle Coscojales no cabe un alfiler y, prácticamente, ni bajar ni subir. Cantar sí.
«Y cuando bogando va / va cantando el marinero / aquello que yo más quiero / en Portugalete está. / Quiero una bella mujer / que es la luz del alma mía / y a la Virgen de la Guía / que ampara nuestro querer». Las gargantas celebran así el regreso de la Virgen de su paseo por el mar, con versos que marca la tradición.
Aunque no menos tradicional es esta otra tonada, no tan devota, pero mucho más arriba en el ranking de los 40 principales de la juerga: «La calle Coscojales / donde Mari la Churrera / vende vinos especiales / que no se los traga cualquiera».
La fiesta, sin solución de continuidad, salta del teatro a las danzas, de la soka-tira a la Liga de Barrenadores... y a las 20.00, otro de los platos fuertes: los XVI Encuentros Corales con la Canción Portugaluja, que este año rinden homenaje al Santo Hospital del Glorioso San Juan Bautista, con motivo de su primer centenario.
Los sones de la romería de la Plaza del Solar llevan el día al encuentro con la noche. Esto no ha hecho más que empezar y la fiesta sigue por todos los rincones del Casco Viejo. Tras la sopa de ajo, el penúltimo cartucho: la carrera «federada» de pololos y calzoncillos. Y a las 28.30 (hagan cuentas), el txupin final. En Areeta ya pueden descansar.