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CRíTICA cine

«Mi mejor amigo»

Mikel INSAUSTI

La historia del cine está repleta de magníficas y conmovedoras historias de amistad masculina, pero pocas tan analíticas como «Mi mejor amigo». Patrice Leconte es capaz de estudiar los sentimientos y las emociones, y lo que es más difícil todavía, dentro de una comedia tan inteligente como entrañable. En eso coincide con el comediógrafo Francis Veber, quien en «La cena de los idiotas» consiguió hacer todo un tratado sobre la estupidez humana. Sería la otra cara de la moneda, porque Leconte intenta completar un manual sobre la sociabilidad, buscando restos de empatía y de positivismo en las relaciones personales. La empresa no le resulta nada fácil, por culpa de la soledad que impone el insolidario modo de vida urbano. Toda la película es una lucha contra el aislamiento, un grito desesperado por abrirse a los demás y restituir al desvirtuado concepto de «amigo» su auténtico e incalculable valor.

Para poder hablar de la verdadera amistad Leconte se ve forzado a colocar al protagonista de su película en una situación extrema, porque de no ser así siempre se recurre a sucedáneos como los conocidos, allegados, familiares, clientes y demás personas con las que se tiene un contacto frecuente. No son lo mismo de ninguna de las maneras, ya que para ahorrar malentendidos llega a la conclusión de que solamente se puede considerar como el mejor amigo: a aquel a quien se puede recurrir en caso de máxima necesidad a sabiendas de que no te va a fallar. Al exponerlo de una manera gráfica es identificado como el amigo al que se puede llamar a cualquier hora de la noche por tarde que sea, idea que se materializa en el brillante final del concurso televisivo, al relacionarlo con el comodín de la llamada. Es el último comodín, del que depende el premio millonario, así que para saber la respuesta a la última pregunta hay que telefonear a alguien en quien se confíe plenamente.

La disección que hace Leconte de la amistad masculina no es nada convencional, por cuanto remueve las bases culturales de nuestra civilización. Profundiza en la naturaleza del amor, en cuanto que un sentimiento para ser desinteresado, la amistad igualmente, implica un alto grado de renuncia a uno mismo y de entrega al otro. Escoge como referente culto el mito de Aquiles y Patroclo, a través de la adquisición por parte del anticuario protagónico del jarrón griego que representa aquella fuerte e inmortal unión. Dice la leyenda que Aquiles llenó ese jarrón de lágrimas por la muerte de su leal escudero, que también era su amigo y amante.

Patrice Leconte ya diseccionó el dilema de los polos opuestos que se atraen en la no menos recomendable «El hombre del tren», donde Jean Rochefort y Johnny Hallyday llegaban a la mutua y sincera admiración al comprender que sus vidas resultaban intercambiables, en la medida en que al uno le habría gustado ser como el otro y viceversa. Esta vez en el antagonismo que representan Daniel Auteuil y Dany Boon entra en juego la diferencia social, por cuanto la trama argumental parte de una apuesta y el móvil económico pasa a ser decisivo, debido a que el marchante de arte no está dispuesto a admitir que el cariño del taxista no está en venta, como tampoco su cordialidad, que es algo innato en él y que va con su manera de ser. Lo más amargo para ambos será descubrir que el ser amable con los demás no te libra de sentirte solo, puesto que nadie te asegura que vayas a ser correspondido.

Ficha

Tit. O: `«Mon meilleur ami'

Dct: Patrice Lecont.

Guión: Jérôme Tonnerre, P. Leconte y Olivier Dazati

Prod: Olivier Delbosc y Marc Missonnier

Foto: Jean-Marie Dreujou

Música: Xavier Demerliac

Intérp: Daniel Auteuil, Dany Boon, Julie Durand, Jacques Mathou...

Género: Comedia. Est. Francés 2006. 94 mts.

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