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¿Quién acertó o se equivocó hace 30 años?

Tasio Erkizia, desde la atalaya que le proporcionan los años de militancia y las responsabilidades asumidas en la historia de la izquierda abertzale, hace un balance del tiempo transcurrido desde que el debate entre reforma y ruptura que sirvió de telón de fondo a todos los acontecimientos políticos de 1977 se decantara por una reforma que sólo ha rechazado en estas décadas la izquierda abertzale.

En la historia reciente de Euskal Herria, la estrategia que eligieron los distintos partidos políticos y los movimientos sociales en 1977 han resultado claves para el devenir de nuestro pueblo. Treinta años después algunas de aquellas decisiones adquieren su verdadera dimensión política y se muestra la corrección o incorrección de las mismas. No son muchos los años transcurridos, pero resultan suficientes para sacar conclusiones bien clarificadoras.

Llama la atención la falta de debate sobre efemérides tan transcendentales. ¿Será que tienen mucho que silenciar ante la opinión pública? Los medios de comunicación eluden la confrontación sobre las distintas estrategias que adoptaron las fuerzas políticas. Se limitan a mencionar algunos hechos sin sacar a la palestra el núcleo del debate entre reformar el franquismo o la ruptura con el régimen dictatorial. Entre dejar intactas las estructuras policiales, militares, políticas y judiciales del viejo régimen, confiando en una «dulce» evolución, o forzar una ruptura jurídico-política. Apostar por una u otra estrategia conllevaba consecuencias bien distintas. Unos gozaban de todos los parabienes de los neofranquistas, a otros nos han convertido en «malditos», o en una expresión más actual, «contaminados».

A lo largo de 1977 se produjeron, entre otros acontecimientos, la legalización del PCE, las reuniones entre los partidos abertzales en Xiberta, las elecciones a Cortes Constituyentes, las masivas luchas populares a favor de la amnistía, las multitudinarias movilizaciones de masas del 14 de julio por la demolición de Lemoiz y la del 3 de setiembre por la amnistía, la marcha de la Libertad, el Pacto de la Moncloa, la imposición de separar Nafarroa del resto de las provincias... Y en todas ellas se repitió el debate de fondo: ¿Es posible pasar de una dictadura a una democracia dejando intactos todos los aparatos creados por cuarenta años de Franquismo? La respuesta la conocía todo el mundo. Pero a unos les interesó creer en la mentira de que los aparatos fascistas podían evolucionar hacia la democracia y apostaron por la comodidad que ofrecen las poltronas, mientras el sector mayoritario de la izquierda abertzale apostó y sigue haciéndolo por la ruptura con ese modelo de Estado centralista, reaccionario y de corte neo-fascista como única forma para lograr la democracia en Euskal Herria y en todo el Estado.

La lucha anti-franquista había evolucionado mucho. Y lo que en un principio era simplemente un movimiento contra la dictadura fue adquiriendo la forma de una alternativa democrática, apostando por un modelo de sociedad y de estado distinto al franquista. Pero a medida que el régimen fascista fue proponiendo cambios formales y amenazaba con el «golpismo» de no ser aceptadas, la mayoría de la oposición se fue derritiendo como un azucarillo. En esa evolución el año 77 resultó crucial, por lo que los acontecimientos de ese período revisten especial relevancia:

PCE y PSOE quisieron «creer» en la evolución del fascismo. En julio del 76 el PSOE celebró su primer congreso vasco tras la muerte de Franco y se agruparon los delegados de las cuatro provincias del Sur de Euskal Herria. Nadie puso en duda la configuración del territorio vasco ni sus derechos. Tan es así que el Congreso aprobó un texto de gran significado político: «En la País Vasco no habrá paz mientras no se les reconozca el Derecho de Autodeterminación y obtengan un Estatuto de Autonomía para las provincias de Bizkaia, Gipuzkoa, Alava y Navarra». Incluso tras las elecciones de 1977 se presentaron los parlamentarios de las cuatro provincias unidos ante el árbol de Gernika. Sin embargo, PSOE, PNV y EE aceptaron el «Preautonómico» de tres provincias ante las presiones de los sectores más reaccionarios del viejo régimen y el PSOE claudicó, olvidándose de Nafarroa y del derecho de los vascos a decidir su futuro.

El PCE le siguió los pasos. Lograda su legalización, se convirtió en el mejor de los aliados de los camisas azules: Fue un símbolo de su traición a los miles de comunistas que cayeron defendiendo la república, la aparición de Carrillo junto a la bandera monárquica. Claudicación que culminó con los «Pactos de la Moncloa», en los que se entregó a la clase obrera a las necesarias reconversiones salvajes que la oligarquía necesitaba para acomodarse a las necesidades de la economía de mercado. Cabe preguntarles hoy sobre la «evolución democrática» de aquel régimen fascista.

Se perdió la oportunidad de Xiberta. Todas las fuerzas de ámbito vasco, a iniciativa del movimiento de los alcaldes y de Telesforo Monzón, se reunieron en el club Xiberta de Angelu para tratar de acordar unas bases con las que presentarse unidos a Madrid. El PNV se descolgó a la primera de cambio y se malogró una inmejorable oportunidad para comenzar a superar el conflicto entre Euskal Herria y el Estado español. Unidos en base a unos principios elementales teníamos la oportunidad de abrir un proceso democrático que hubiera supuesto la ruptura con la dictadura. Las prisas por las poltronas y anteponer los intereses partidistas a los de la sociedad vasca nos llevaron a malograr la primera ocasión de negociar de nación a nación con Madrid.

La izquierda abertzale se enfrentó con todas sus consecuencias. Conscientes de que los poderes que habían vivido con el franquismo no iban a despojarse de sus «privilegios», nuestra apuesta fue mantenernos fieles a los principios democráticos que suponían una ruptura con el fascismo. Y así, el logro de las libertades democráticas, una institución propia para los cuatro herrialdes de Hego Euskal Herria y la amnistía se convirtieron en la piedra angular de nuestra lucha política. Ni las fuertes convulsiones internas, la primera con el tema de la amnistía que nos dividió en vísperas de las primeras elecciones, ni con la imposición del Estatuto reducido a tres provincias y la renuncia al Derecho a la Autodeterminación por parte de algunos sectores, ni la sistemática represión del Estado pudieron evitar la configuración de un fuerte bloque independentista. Nadie niega que la izquierda abertzale haya cometido errores, pero ha sido el único movimiento político que ha marcado una estrategia correcta. Han sido treinta años de lucha desigual, pero el tiempo ha demostrado que nuestras premisas políticas eran correctas. La reforma franquista, lejos de «evolucionar» hacia una plena democracia, se enroca cada vez más en un estado policial, las desigualdades sociales se agrandan, los partidos y movimientos sociales que no se acomodan al sistema son criminalizados y el pensamiento único va tomando cuerpo de naturaleza.

La gran protagonista: la lucha popular. Tendríamos que subrayar del año 77 el auge de las luchas populares. Mientras la mayoría de las direcciones de los partidos se acomodaban para crear junto con los golpistas del 36 el club de los «demócratas», los sectores populares apostaban por impulsar movilizaciones en pro de la amnistía, la paralización de Lemoiz o las libertades democráticas. Se organizaron hasta tres semanas pro Amnistía. La primera, en febrero, antes de arrancar un indulto parcial que excluía los delitos de sangre; la segunda, en mayo, reprimida con tal saña que se saldó con siete muertos; y la tercera, en setiembre. Y fueron las movilizaciones populares las que consiguieron que a finales de año saliera el último preso de la cárcel de Martutene. Pronto volvieron a llenarse las cárceles, porque el régimen fascista seguía intacto: idénticas leyes represivas, la misma Policía, el mismo Ejército, los mismos jueces, el mismo capitalismo salvaje y el mismo modelo de estado que niega a los pueblos decidir su futuro.

La atalaya de los últimos treinta años nos muestra una visión privilegiada sobre la estrategia a seguir en la lucha por libertad de Euskal Herria.

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