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Tres engaños y un sinsentido

El presidente del Gobierno español no se siente cómodo teniendo que hablar del proceso de conversaciones que ha mantenido con ETA y ayer volvió a dar muestras de ello en su discurso en el Congreso. Y su incomodidad es lógica. Porque sabe que durante años ha estado engañando a sus administrados, aunque probablemente lo hiciera con buena intención. José Luis Rodríguez Zapatero tenía una línea abierta con la izquierda abertzale en la que se trabajó bien hasta el 22 de marzo de 2006. Pero en lugar de reconocerlo, trató de ocultarlo a la opinión pública, presentando el alto el fuego de ETA como una cuestión casi espontánea fruto del desgaste de la organización al que se había llegado por distintos factores. A esto se añadió la boutade de que «el fin de la violencia no tiene precio político», una afirmación que escandaliza a todos los expertos en resolución de conflictos.

Luego, con la declaración de alto el fuego en la mano, Zapatero empezó a intentar engañar no sólo a su ciudadanía sino también a ETA, incumpliendo los compromisos y garantías que habían dado lugar a la misma. Ayer reconoció lo que ya se había visto, que ni se rebajó la presión policial, ni se alteró el «normal funcionamiento de la justicia» ni la política penitenciaria.

Todo ello, además de las decisiones propias de ETA, nos ha llevado a la situación actual. Y Zapatero asegura que será implacable. ¿Acaso no lo había sido hasta ahora? El presidente del Gobierno español asevera que «no hay vía alguna para el diálogo. No hay margen para intentarlo». Y entonces, ¿cómo va a solucionar la que dice ser su prioridad desde el discurso de investidura? Tanto él como sus antecesores ya han probado sin éxito el uso de «todos los instrumentos y la eficacia del Estado de Derecho» tanto legales como ilegales. Este ha sido el intento que más cerca ha estado de dar los frutos deseados y hubiera podido hacerlo si el presidente hubiera tenido durante el alto el fuego el coraje que tuvo con anterioridad. Pero para que algo así salga bien, hay que dejar de lado los engaños, principalmente, los que uno intenta hacerse a sí mismo.

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