Sabino Cuadra Lasarte Abogado
Aupa Muthiko!
Sebastián sabe muy bien que es él,el destinatario de la pancarta de Muthiko y varias peñas más. Y para tapar sus vergüenzas y ocultar sus responsabilidades utiliza arteramente la imagen de Cristo como chivo expiatorio de sus propios pecados
Lo reconozco. Por un momento dudé del sentido común de vuestra Peña. Fui, como Santo Tomás, incrédulo. Y el lunes, tras leer en la prensa que vuestra asamblea decidió mantener íntegra la pancarta, desoyendo el requerimiento lanzado por el insigne Se- bastián, me arrepiento de mis dudas y pido vuestro perdón: ¡lo siento, lo siento y lo siento!
Contemplo una fotografía de nuestro prelado, difundida por la prensa el pasado 12 de octubre, Día del Pilar y otras cuantas farsas más. Como se sabe, ese día, allá por el año 844, la inmortal Virgen María se apareció subida en un pilar a un apóstol Santiago imaginario, tras una batalla de Clavijo que no existió (es lo que dicen, al menos, los historiadores). La batalla, la aparición del apóstol y el colofón final de la escalada virginal al pilar, fue una pura invención de posteriores reyes, obispos e historiadores a sueldo. A pesar de saberse que todo aquello fue un cuento, como lo que importa del gato no es que sea blanco o negro, sino que cace ratones, ahí tenemos a nuestra Virgen del Pilar convertida en patrona de España y la Guardia Civil, pues lo que importa es tener una historia que contar, una virgen a la que rezar y una patrona a la que dedicar un vinito español todos los 12 de octubre en cientos de acuartelamientos de la Guardia Civil, amén.
Pero volvamos al relato inicial, que me estoy perdiendo. Contemplo, decía, una fotografía de nuestro querido Sebastián, sacada el pasado 12 de octubre, con motivo de la fiesta que la Guardia Civil dio a su patrona, en Iruñea. En ella aparece tocado con un tricornio de gala, gabán y traje negro y una hermosa cruz dorada -suponemos, de oro- colgando de su pecho. No se aprecia si Jesucristo levanta el brazo -parece que no-, pero quien sí lo hace es Sebastián, a la par que sonríe con naturalidad, no se sabe bien si celebrando su ocurrencia, por efecto del vino español o por corresponder a la joven morena y la docena de beneméritos que le rodean y le ríen la gracia.
Y ahora, vamos a ver, ¿por qué el arzobispo, en un acto castrense, desfile armado incluido, puede vestir sombrero militar y levantar el brazo extendido, y considera un insulto a los más nobles sentimientos cristianos que Cristo le imite el gesto en la pancarta de una Peña? ¿Por qué ese brazo en alto, que hemos visto repetido cientos de veces en fotografías de curas, obispos y arzobispos, saludando a Franco, su Ejército y Falanges matarifes varias, no ha sido condenado aún por la Iglesia y se lanzan ahora anatemas contra la pancarta de una Peña que no ha hecho sino recoger algo que ha sido costumbre y norma eclesial durante más de cuarenta años?
El arzobispo, reeditando pasadas fatwas del ayatollah Jomeyni contra el escritor Salman Rushdei, ha llamado a las autoridades a actuar contra la pancarta, cual si fueran sus muhaydines particulares, y a defender el derecho de la ciudadanía católica a verse protegida en sus creencias y sentimientos. El arzobispo, que calló como un muerto ese 12 de octubre ante los gritos de un par de autobuses de fascistas venidos de Madrid a redimir a Navarra con sus brazos en alto y sus camisas azules, y a cantarnos eso de que «Por Dios, por la Patria y el Rey lucharon nuestros padres; por Dios, por la Patria y el Rey lucharemos nosotros también», trilogía en nombre de la cual se cuneteó y fusiló en Nafarroa a más de 3.000 personas, se rasga ahora las vestiduras porque alguien pinta a Jesucristo haciendo el saludo que él y los suyos tantas veces han hecho y bendecido.
Sebastián sabe muy bien que es él, y solo él, el destinatario de la pancarta de Muthiko y varias Peñas más. El arzobispo es consciente de lo criticado en la tela son sus loas y apoyos a esa Falange Española de las JONS y otros partidos ultrafascistas a los cuales alabó expresamente hace tan solo unos meses, en León, recomendando para ellos votos y apoyos. Y para tapar sus vergüenzas y ocultar sus responsabilidades utiliza arteramente la imagen de Cristo como chivo expiatorio de sus propios pecados.
Pero hay más. Sebastián sólo ve lo que quiere. El arzobispo, ese atento pastor tan al loro de lo que pueda dañar los sentimientos de su feligresía (la de su cuerda, claro), considera normal que quienes, por muy diversas razones, no formemos parte de ella, tengamos que tragar programas de fiestas plagados de misas, procesiones, vísperas y actos religiosos, o calendarios rebosantes de santos que no lo fueron, bien por ser invenciones (las apariciones de vírgenes van en este capítulo), bien por ser auténticos crápulas; que se nos obligue a pagar con nuestros impuestos los sueldos de decenas de miles de sus curas y profesores de religión, etc... Es decir, parece como si sólo él y los suyos tuvieran sentimientos que pueden ser heridos por opiniones y prácticas ajenas; los demás no, los demás, por nuestra condición pecadora, somos un cero a la izquierda que ni sufre, ni padece, ni se ofende por ninguna de sus imposiciones, exabruptos o loas al fascio criminal.
Vuelvo al principio. En los debates de los zapatistas sobre la situación de las mujeres en sus comunidades, afirmaban que había costumbres y tradiciones que eran buenas y había que mantenerlas, y otras que no lo eran y había que desterrarlas. Se trataba de la relegación de las mujeres de sus asambleas y espacios públicos, de su minusvalorización social... Creo que también nosotros y nosotras deberíamos debatir en nuestras Peñas y grupos sobre lo que son las tradiciones a conservar y aquellas que deben ser arrojadas al basurero de la historia. La negativa del Muthiko a arrodillarse ante Sebastián tiene más importancia de la que parece. Que el arzobispo no se convierta en el guía espiritual de nuestras fiestas; que el laicismo penetre en las mismas; que los cargos públicos (mucho más los de izquierdas y laicistas) y representantes de las Peñas dejen de rendir pleitesía a Sebastián y su Cabildo catedralicio en procesiones y actos religiosos... serviría para acentuar el carácter popular de nuestras fiestas. Si en otros lugares (Donostia, con la Salve; Bilbo, con la virgen de Begoña) ya lo han hecho, ¿por qué no aquí?.Lo dicho, aupa Muthiko!